Nuevo León, el infierno de los migrantes a un paso del Sueño Americano

La población está con los nervios de punta porque los hondureños, salvadoreños y guatemaltecos deambulan de aquí para allá en espera de que alguno de los tres albergues tenga un espacio

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Migrantes Crédito: Agencia Reforma

MEXICO – Cuando la fiscalía del estado llamó para pedirle ayuda, Katya Cabazos, una sicóloga que en últimas fechas se convirtió en una de las contadas personas e instituciones de apoyo a la migración centroamericana en Nuevo León, supo que las cosas tendrían que ir peor de lo que ya ocurría porque, a unos pasos del Sueño Americano, también se puede hallar el infierno.

En esta frontera del norte mexicano, una de las regiones más ricas del país, se concentra también una de las poblaciones mas clasistas, donde la pobreza está tan mal vista como la piel morena, los pedigüeños y cualquier cosa que suene a cambio, o sea, todo lo que representa la migración centroamericana, bien lo sabe Cabazos, oriunda regia.

“Tenemos a un muchacho hondureño y no sabemos qué hacer con él”, dijo el agente detrás del teléfono aunque parte de las funciones de la fiscalía es atender psicológicamente a las víctimas . “Está muy mal: nos sentimos rebasados”.

Hace tiempo que Monterrey y sus alrededores se volvieron un reguero de fosas clandestinas, de secuestros y casos horribles que apuntan a migrantes, pero cuando Katya abrió la puerta de su despacho, a mediados de abril pasado, sus ojos no daban crédito: Sergio, el hondureño, no era más que un pedazo de hombre apelmazado por el dolor que le causaban los golpes en todo el cuerpo, las sondas en los genitales y la herida donde le faltaba un dedo.

“A Sergio lo habían sacado del Hospital Universitario sin medicamentos, con una receta, ni siquiera se podía hablar con él: el dolor lo estaba haciendo inconsciente; sin analgésico no dejaba de gritar, le habían cortado un pedazo de intestino para salvarlo. Tras la tortura y la violación sexual, le cortaron del pecho a la pelvis, lo rajaron”, describe la activista. “Algo está pasando ahora en Tamaulipas porque allá los torturan y los vienen a botar aquí”.

Y Nuevo León no es precisamente el mejor lugar para un extraño. La población está con los nervios de punta porque los hondureños, salvadoreños y guatemaltecos deambulan de aquí para allá en espera de que alguno de los tres albergues tenga un espacio. Pero la Casa Nicolás, en Guadalupe; la Casa Monarca y la Casa del Forastero Santa Martha, sólo les da hospedaje y comida tres días y luego los echa a la calle, a su suerte.

Temerosos, saltan por iglesias o se quedan en los alrededores. O debajo de los puentes. En últimas fechas, se concentran en la colonia María Gorete, donde había un comedor para indigentes locales que ha tenido que expandir funciones.

Sin un censo oficial, se dice que son miles los que van a hurtadillas por el estado tratando de sortear la repatriación: de enero a abril suman casi 4,000 deportados, según cifras de la Secretaría de Gobernación. Los agarran en las carreteras, principalmente, pero en fechas recientes hay una amenaza local.

El gobernador del estado, Jaime Rodríguez “El Bronco”, dijo ue hará “podadas” (redadas) porque no puede ser que vayan sin papeles, violando la ley. Lo anunció la semana pasada y desde entonces tiene a los defensores de los derechos humanos con el alma en un hilo.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos anunció en un comunicado de prensa que estará atenta mientras el arzobispo Rogelio Cabrera recordó que “migrar es un derecho y la mayoría está sólo de paso, no se va a quedar”.

Hacer entender estos matices a la población es una labor titánica. Cabazos, quien trabajaba para Casa Nicolás, recuerda que ella tuvo que hacerse cargo personalmente del rescate y repatriación de un centroamericano que se había electrocutado arriba de un tren. Murió frente a sus hermanos, la mamá no sabía, había que enviarlo de vuelta y nadie quería ayudarles como nadie quería tratar al desgraciado Sergio.

“Ahora está en un lugar para casos extremos, desahuciado… sinceramente no creo que tenga un buen fin y por eso tenemos que gritar lo que está pasando en Nuevo León”, dice Cabazos, apenas cuatro meses después de que unos 2,000 regios salieran a la Macroplaza a gritar contra las políticas antiinmigrantes de Donald Trump.

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