Editorial: Derrota de los guatemaltecos

El presidente electo en Guatemala estará a cargo de una nación cuya gran mayoría está en desacuerdo con él

Alejandro Giammattei, presidente de Guatemala.

Alejandro Giammattei, presidente de Guatemala. Crédito: AFP

El resultado de la elección presidencial en Guatemala deja un sabor amargo. La victoria de Alejandro Giammattei es el triunfo de la corrupción, de una propuesta que es rechazada por la mayoría de los guatemaltecos.

El proceso electoral estuvo teñido de irregularidades. No extraña que solo el 47% de los guatemaltecos salieron a votar en la segunda vuelta entre Giammattei y Sandra Torres. Giammattei obtuvo solamente el 15% de los votos en la primera vuelta, detrás de Torres. Pero la impopularidad de la ex Primera Dama permitió que el candidato conservador obtenga 59% de los votos de esa minoría que asistió a las urnas.

Este es el cierre de la “primavera chapina” de 2015 cuando las manifestaciones populares provocaron la renuncia del presidente Otto Pérez Molina y la vicepresidenta Roxana Baldetti. Eran los momentos en que la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) procesaba por corrupción a cientos de políticos y empresarios. Ante el desprestigio de los políticos, la esperanza era un candidato de afuera, como Jimmy Morales.

La Cicig ahora está de salida, aunque es la institución más popular del país. Morales se desvinculó cuando comenzaron a investigarlo a él mismo por corrupción. Este Presidente ahora termina su mandato como uno de los peores. Giammattei, un aliado de Pérez Molina, estuvo preso por supuestas ejecuciones extrajudiciales en una penitenciaria cuando la dirigió. Este fue su cuarto intento para llegar a la presidencia. Mientras que sobre Torres pesaban numerosas investigaciones sobre corrupción. Ambos se oponen a la Cicig.

La exfiscal Thelma Aldana aparecía como la candidata presidencial con más posibilidades de ganar, gracias a su popularidad por haber mandado a prisión a los corruptos. Todo terminó cuando un politizado Poder Judicial bloqueó la candidatura de Aldana por supuesta corrupción, debiendo salir del país ante la posibilidad de quedar presa.

Ahora el presidente electo estará a cargo de una nación cuya gran mayoría está en desacuerdo con él. Tiene que trabajar con un Congreso fragmentado en donde es minoría para enfrentar una fuerte emigración de su gente que huye del cambio climático – que destruye cultivos – de los cárteles de la drogas y los asesinatos de los pandilleros.

Giammattei se opone a que Guatemala sea el corralón de los inmigrantes rechazados por Estados Unidos. Su lógica es impecable. Guatemala no cumple con las exigencia de seguridad que por definición debe tener un “tercer país”. La iniciativa de trabajar con México un plan de desarrollo es mucho más positiva. Lo difícil será renunciar al compromiso asumido por Morales con Estados Unidos para recibir inmigrantes sin que Donald Trump imponga los amenazantes aranceles al 40% de las exportaciones guatemaltecas.

Guatemala necesita un consenso político, que Giammattei no tiene, para lidiar ante los desafíos que hoy enfrenta. Por eso, los guatemaltecos son los derrotados en esta elección.

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