Madre logra lo imposible, reunificarse con su hija gracias al asilo político

En medio de un infinito amor, tratan de recuperar el tiempo perdido

Lucia Saturno abraza a su hija Lucia Ocaña. (Aurelia Ventura/ La Opinión)

Lucia Saturno abraza a su hija Lucia Ocaña. (Aurelia Ventura/ La Opinión) Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinión

Después de 13 años de separación, Lucía Saturno y su hija Lucía Ocaña lograron reunificarse gracias al asilo político.

Lucia Saturno obtuvo la protección de Estados Unidos con base en los abusos que sufrió siendo menor de edad en su ciudad natal en Tapachula, Chiapas.  Su caso de asilo benefició también a su esposo y a su hija.

Con los ojos humedecidos por las lágrimas, ambas describen el 22 de junio de este año, como un día maravilloso en sus vidas.

“Fue como si nunca nos hubiéramos dejado de ver”, dice Lucía, la madre; mientras que su hija expresa que su progenitora se ha convertido en su mejor amiga.

El 22 de junio a la 1 de la mañana de 2019, le pude dar por primera vez un abrazo a mi madre”, dice Lucía, completamente emocionada.

Lucia Saturno con su hija Lucia Ocaña Saturno caminan por las calles de Long Beach, California. (Aurelia Ventura/ La Opinión)

Por una mejor vida

La separación de madre e hija ocurrió en 2005, cuando Lucía decidió dejar a su hija de seis años al cuidado de su abuelo y una hermana para seguir a Pedro Ocaña, su esposo y padre de su hija a los Estados Unidos.

“Mi esposo se había venido a Los Ángeles en 2004. Él me propuso venir a trabajar con él solo por cuatro años para sacar dinero y así poder construir nuestra casa en Chiapas”, recuerda Lucía.

Así fue como emprendió el viaje rumbo a Tijuana. Pagó a un coyote 1,500 dólares por cruzarla y entregarla a su esposo en Los Ángeles. Le tomó un mes cruzar la frontera. “Fue un viaje muy difícil sobre todo porque el guía que puso el coyote para cruzarnos quiso abusar de mi. Yo tomé una silla para defenderme y empecé a gritar. Por suerte, los demás oyeron los gritos. El coyote intervino, me defendió y corrió al guía”, dice.

Tan pronto tocó suelo estadounidense, Lucía se dio cuenta de lo difícil que era estar separada de su hija.

“Un verdadero suplicio. Lo único que calmaba mi tristeza era el trabajo. Mi esposo y yo trabajábamos 12 horas diarias cada uno por su cuenta. En cuatro años, ya habíamos conseguido construir dos casas en Tapachula, Chiapas.  Y ya estábamos listos para regresar, cuando me di cuenta que estaba embarazada”, agrega.

Sus amistades en Los Ángeles la convencieron de tener a su hijo en Los Ángeles y no en México. Lucía y su esposo se quedaron a esperar el nacimiento de su bebé.

“Tuvimos otra niña y decidimos quedarnos, cuando nos dimos cuenta que nuestra segunda hija había nacido con autismo leve, y aunque muy inteligente, no podía hablar”, cuenta.

Sin embargo, el nacimiento de su segunda hija, no pudo apartar de su corazón la tristeza por no tener  a su hija mayor a su lado.

“No fue hasta que mi hija cumplió los 17 años que le compré un teléfono que empezamos a hablar directamente. Ella pensaba que la habíamos abandonado. Mi esposo y yo siempre estuvimos mandando dinero para su manutención. Al principio cuando era niña, no podíamos darle un celular y la comunicación era muy escasa”, dice su madre.

Lucia Saturno y Pedro Ocaña Moscoso sostienen a su hija Lucia Ocaña cuando era casi una bebé antes de dejarla en Chiapas para venir a trabajar a Estados Unidos. (foto suministrada)

Cómo salir de las sombras

En 2016, empezaron a ver abogados en migración en busca de un posible alivio que les ayudará a traer a su hija.

“Fuimos a las oficinas del abogado Eric Price, pero arreglar la residencia por medio de nuestra hija con autismo no era posible porque su nivel es clasificado como leve”, dice.

Pero cuando la abogada Denise Cabrera de la oficina legal de Price, les dijo que iba a solicitar el asilo político en base a que Lucía había experimentado mucho sufrimiento en México, esta madre tuvo sus dudas. No se ilusionó mucho.

Yo había escuchado que los mexicanos no califican para el asilo político. Así que lo veía imposible. Pensé que nunca saldríamos de indocumentados y no volvería a ver a mi hija”, expresa.

Pero ni la misma Lucía se había dado cuenta que los abusos que sufrió siendo una niña, la hacían candidata para el asilo político.

“Creo que lo que más impactó a la oficial de asilo en Anaheim, fue cuando con la ayuda de una intérprete le conté que fui abusada por mi patrón a los 15 años”, indica.

“Él me amenazó con que, si se lo decía a su esposa, me echarían de la tortillería donde yo trabajaba, y él era dueño. Era un hombre muy rico”, detalla.

Lucia Saturno con su hija Lucia Ocaña Saturno cuando era una niña. (Aurelia Ventura/ La Opinión)

Abusos contra menores

Lucía entonces era una niña prácticamente huérfana.

“Mi madre nos abandonó a mis cinco hermanos y a mí cuando tenía 12 años. Al cumplir los 15 años, mi padre se casó con una jovencita y nos corrió de la casa”, recuerda.

Lucía relata que una madrina le dio techo y trabajo. “En realidad yo era su esclava. Trabajaba de día y noche, y no me dejaba salir. En ocho meses, solo me compró dos vestidos”, expresa.

Cuando pudo escapó y consiguió trabajo en la tortillería donde fue abusada. “Mi patrona era muy buena, pero su esposo me abusó una vez que ella se fue a un velorio. Fue una experiencia que me marcó de por vida. Nunca la he podido superar. Yo me sentí humillada, sin valor alguno. Más cuando el hombre me amenazó y me dijo que si decía algo, iba a perder mi trabajo y el techo. Me hizo ver que nadie me iba a creer. Y que yo no tenía a nadie que viera por mí. Me recordó que mi padre nunca me había querido”, recuerda entristecida.

Al día siguiente, su patrona la notó triste. “Qué tienes, me decía. Te noto cambiada, muy triste. Qué te pasa. Yo nunca le dije nada. Ella era una excelente persona. No merecía enterarse de lo que había pasado. A los días me fui. Conseguí trabajo en una puesto de quesadillas”, dice.

Esa experiencia fue considerada por la oficial de asilo como extraordinaria. Hizo merecedora a Lucía de obtener el asilo político.

Lucia Saturno con su hija Lucia Ocaña Saturno y la abogada en migración Denise Cabrera en el momento que recibe la tarjeta de residencia permanente. (Foto suministrada).

Llega el asilo

El día que recibí el asilo en 2017 fue uno de los más felices de mi vida. Ese día, me di cuenta que existe un Dios que hace justicia. Para mi en ese momento, la deuda por el daño hecho había quedado saldada”, agrega.

Su felicidad fue mayor porque el asilo beneficiaba no solo a ella sino a su esposo y a su hija Lucía. El 22 de junio, se cumplió el sueño que ella y su hija atesoraron por años, el reencuentro.

“Ese día nos dormimos a las cuatro de la mañana por la emoción de vernos. Mi madre es más guapa en persona”, dice Lucia quien ya tiene 20 años.

“Quiero estudiar inglés y ser estilista”, sostiene contenta al tiempo que abraza y besa a su madre de 47 años de edad.

La semana pasada, Lucía, la madre se convirtió en residente permanente de los Estados Unidos al recibir  su tarjeta de residencia. Desde entonces no ha parado de sonreír.

“Esta semana voy a comenzar mi terapia por el abuso que sufrí a los 15 años de edad. Nunca antes he recibido ninguna ayuda psicológica”, dice Lucía feliz de tener a toda su familia unida; y al lado de la hija que llegó a creer nunca más volvería a ver.

Lucia Saturno muestra su tarjeta de residencia permanente de los EEUU y la tarjeta del día que su hija ingresó al país para reunirse con su madre. (Aurelia Ventura/ La Opinión)

La opinión de la abogada

¿Qué tan complicado fue el caso de asilo para Lucia, considerando que es mexicana?

Que los mexicanos no puedan obtener el asilo es un mito. La ley de migración protege a todas las personas que enfrenten un riesgo extremo en su país de origen, dice la abogada Denise Cabrera.

Agrega que el caso de Lucía es un caso extraordinario, precisamente por la complejidad que representó comprobar el sufrimiento y tortura a la que fue sometida cuando era una adolescente, pero los daños emocionales y psicológicos persisten aún después de haber pasado mucho tiempo.

“Fueron tan evidentes [los daños] que Lucía no tuvo que acudir a una corte de migración para demostrar que merecía  el asilo”, señala.

Y externa que es una gran alegría que Lucía esté a salvo en los Estados Unidos sin riesgos de deportación. “Lo principal es que logró reunirse con su hija después de 13 años y gracias a este mismo beneficio migratorio. Lucia hija llego legalmente al país con una visa de migrante, y está en espera de su permiso de trabajo”, puntualiza.

¿Cual es la lección que deja este caso?

“No darse por vencido y buscar ayuda legal profesional sobre todo en estos casos complicados que parecen imposibles, pero con una buena preparación, decir la verdad y enfrentar el proceso con dignidad y valentía se hace la diferencia”, subraya la abogada.

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