La democracia tambalea: ¿la sabremos defender?

Estados Unidos se encuentra en una encrucijada política. Este es un momento en el que la democracia y el Estado de derecho están siendo puestos a prueba, y el impacto de esta situación se siente en Latinoamérica, su zona más cercana de influencia

El presidente Trump libró las acusaciones en su contra.

El presidente Trump libró las acusaciones en su contra. Crédito: Mario Tama | Getty Images

Estados Unidos se encuentra en una encrucijada política. Este es un momento en el que la democracia y el Estado de derecho están siendo puestos a prueba, y el impacto de esta situación se siente en Latinoamérica, su zona más cercana de influencia. El juicio político contra el presidente Trump, el discurso del Estado de la Unión del presidente ante el Congreso y el comienzo de las elecciones primarias, en las que se definirá el candidato demócrata, sintetizan el panorama político en Estados Unidos., y delinean los contornos de sus efectos en el resto de las Américas.

Los gestos autoritarios del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, son el ejemplo más reciente de que el terremoto político que representa el ejercicio del poder político por el presidente Trump generan réplicas en Centroamérica. Los gestos autoritarios de Donald Trump son emulados en otros órganos legislativos de la región. La lección de imponer legislación, de no negociar y ceder en acuerdos que generen un apoyo transversal en los partidos ha sido aprendida, basta con observar a El Salvador, Guatemala y México.

En los últimos meses, observamos en Guatemala la firma del acuerdo sobre asilo con EE. UU., a pesar de que la Corte de Constitucionalidad había fallado determinando que estaba sujeto al trámite de un tratado internacional, y el reciente avance en el Congreso de la iniciativa legislativa sobre organizaciones no gubernamentales, bajo la cual, el presidente tendrá la facultad de aprobar a las organizaciones que podrán funcionar en el país. En México, la cuestionada elección por parte del Senado de la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), una dirigente del partido oficial MORENA, debilitó alguna posibilidad de control a las acciones del gobierno en materia de migración y derechos humanos. No en vano el canciller Marcelo Ebrard se ufana de que no existen recomendaciones de la CNDH sobre el trato a los migrantes, a la par que se intentó impedir el acceso a las organizaciones de la sociedad civil que visita a las personas extranjeras (migrantes y solicitantes de asilo) detenidas.

Los líderes latinoamericanos que se sienten presionados a ceder en la política migratoria o comercial a las demandas de Estados Unidos han resuelto imitar a Donald Trump. No se trata sólo de gestos populistas, de gobernar por Twitter, de atacar a la sociedad civil, y de demonizar toda crítica; sino de negar la existencia del otro y de no reconocerlo como un opositor legítimo. Se está perdiendo la capacidad de escuchar, de dialogar y de hacer acuerdos. Los presidentes en las Américas tratan todos de imponer, ya sea amenazando, mintiendo, o desconociendo la Constitución y la institucionalidad. Ninguna está dispuesta a persuadir, a convencer y a negociar reconociendo argumentos legítimos en el otro. Para ellos no existe límite constitucional o legal. El equilibrio entre los poderes públicos, un pilar central de la democracia está resquebrajado. La democracia se tambalea bajo nuestros pies.

En Estados Unidos el juicio político contra el presidente Trump terminó con la declaración de inocencia. La estrategia del presidente de no entregar toda la información solicitada por la Cámara de Representantes y de ordenar a sus funcionarios más cercanos a negarse a declarar resultó exitosa. El cargo contra el presidente Trump de obstrucción al Congreso fracasó, como mensaje político. El equilibrio y la separación de poderes depende de la independencia y la fortaleza del control político que pueda ejercer el Congreso, y de la independencia y defensa del Estado de Derecho que hagan los jueces, sobretodo los de las altas cortes. El segundo cargo contra el presidente fue abuso de poder, por la utilización del cargo y sus funciones con fines electorales. Cuando la mayoría republicana en el Senado determinó su inocencia envió un mensaje político claro: no existe un límite entre los objetivos personales del presidente y las funciones propias de su cargo. Borrar esta línea reafirmó el poder presidencial, de un individuo que no tiene límites, y debilitó el ya cuestionado proceso electoral en EE. UU.

Basta con observar el discurso del Estado de la Unión para vislumbrar las consecuencias de utilizar la presidencia para perseguir objetivos electorales. El presidente Trump montó un show televisivo, banalizando un espacio institucional y una oportunidad para definir la agenda legislativa. El presidente Bukele lo observó atentamente y montó su espectáculo una semana después, optando por traer a las fuerzas armadas para enviar una señal inequívoca: la democracia tiembla también en El Salvador.

Mientras tanto los partidos de oposición e incluso algunos partidarios temerosos de uno y otro se preguntan cómo contrarrestar el autoritarismo, cómo volver a los límites que garantiza el Estado de derecho, y el equilibrio entre los poderes públicos. Estamos presenciando, la incapacidad de los partidos políticos para defender la democracia. El afán de ganar elecciones y de mantenerse en el poder es superior a objetivos de largo plazo tales como fortalecer la democracia, apostar por agendas políticas y legislativas de mediano y largo plazo, y fortalecer a la nación. Se olvidaron del pueblo que los eligió y gobiernan y legislan como si se tratara de una transacción comercial.

La interrogante que nos queda es ¿cómo enseñar y defender la separación de poderes? ¿Cómo defender la democracia, cuando los líderes que elegimos democráticamente la desprecian y resquebrajan? Estamos ante una encrucijada, no sólo en Estados Unidos, sino también en América Latina. ¿Sabremos defender nuestra democracia, cuando se nos escapa como el agua entre nuestras manos?

Helena Olea es Asesora de Derechos Humanos de Alianza Américas y Profesora en la Planta Adjunta en la Universidad de Illinois en Chicago. Es una abogada internacional de derechos humanos con experiencia en defensa y litigios ante organismos de la ONU y el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain