“Desistí de mi ‘sueño americano'”, dice doctora cubana que ahora combate el COVID-19 en México
La doctora cubana Aliuska Balmaceda decidió cancelar su proceso de asilo en EE.UU. para establecerse en la frontera de México para ponerse de nuevo su bata de médico para ayudar a pacientes con COVID-19

Aliuska Balmaceda trabajó como médico en Cuba hasta que salió del país con la idea de pedir asilo en EE.UU. Crédito: Cecilia Tombesi
Aliuska Balmaceda recuerda emocionada el día que volvió a ponerse la bata de médico, hace solo unas semanas.
La doctora casi había perdido la esperanza de volver a ejercer tras salir de su Cuba natal el año pasado y recorrer una peligrosa ruta por Centroamérica rumbo a Estados Unidos.
Buscaba lo que, como tantos otros, llama su “sueño americano”.
Pero no fue allí sino en Ciudad Juárez, México, donde consiguió cumplir su ilusión de retomar la profesión.
Ahora lo hace además atendiendo a migrantes como ella, afectados por la pandemia de COVID-19 en esta ciudad fronteriza con EE.UU., lo que asegura que le es aun más gratificante.
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Tanto es así, que desistió de continuar con el proceso de asilo que había iniciado en EE.UU. y ahora planea su futuro en México, siempre con esa bata blanca que al fin logró recuperar.
Esta es parte de su historia que compartió con BBC Mundo.
Tengo 30 años y soy de Sancti Spíritus, Cuba. En 2013 me gradué como médico general y soy diplomada en terapia intensiva.

El año pasado, prácticamente me tuve que fugar del sistema castrista con el que no estoy de acuerdo, por problemas políticos y económicos. Me fui con mi esposo y nuestra idea era pedir asilo en Estados Unidos.
A mi niña la dejé en Cuba, porque no tenía el dinero para traerla y porque íbamos a atravesar por muchos países. Me daba miedo que la secuestraran o le hicieran algo.
Me fui el 19 de abril de 2019. Como a los médicos apenas los dejan salir de la isla, tuve que mentir.
Pedí vacaciones sin que casi nadie se enterara y una visa para Nicaragua diciendo que entraría como turista para comprar algunas cosas.
Nos juntamos con un grupo de cubanos y atravesamos Honduras y Guatemala hasta llegar a Chiapas, en el sur de México. Y de ahí fuimos hacia el norte, en busca del “sueño americano”.
Quería ir allí porque tengo familia en Hialeah (Florida). Creo que en ese país hay libertad, puedes expresarte como quieras y tienes un buen salario.
En Cuba recibía US$40 mensuales, con lo que no podía ni comprar un pantalón a mi hija.
Durante mi viaje por Centroamérica no tuve que atravesar la selva, pero aún así fue bien difícil.
Esos “coyotes”, que son quienes te van pasando de país en país, te llevaban a un pueblo asegurándote que ya era Guatemala, y era mentira, aún era Honduras, pero ya te habían robado el dinero.
Pasan muchas cosas. A mí intentaron hasta violarme.
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Uno de los hombres que iban a ayudarnos a pasar a Guatemala me llamó por la noche y me agarró por la cintura.
Empecé a gritar, otro de ellos me intentó tapar la boca, pero mi marido y el resto de cubanos del grupo ya me habían escuchado.
Empezaron a golpearse y todos salimos corriendo.
Junto a otra pareja nos escapamos, pero no podíamos contárselo a la policía porque teníamos miedo que nos deportaran.
La llegada a México
Tras pasar a Guatemala llegamos a México.
Queríamos pagar por un salvoconducto que nos permitiera llegar al norte, y unos falsos abogados nos estafaron US$1.500 a cada uno. Imagina cómo nos sentimos.
A mediados de mayo llegamos por fin a la frontera de El Paso y pasé a Migración de EE.UU. para solicitar asilo.

Allí estuve en un lugar al que llaman “la hielera”, por el frio que hace, en el que no había camas, dormías en el piso en una especie de capullos (sacos de dormir) y había un solo baño.
Cuando llegué, éramos como 12 personas. Pero los días que volví a la corte, éramos como 23, unas arriba de las otras.
Al llegar solo me dijeron que debido al proceso MPP (Protocolo de Protección de Migrantes o “Quédate en México”), tenían que devolverme a Juárez y esperar el proceso de asilo desde México.
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Esperé mis fechas de corte, que empezaron en agosto.
Pero en un momento vi una luz y pensé que podía quedarme aquí, porque vi la opción de trabajar en México mientras que en EE.UU. quizá no podría ejercer.
Además, vi casos de petición de asilo denegados pese a tener muchas pruebas. Y yo no podía pagarme un abogado que me asesorara.
Así que notifiqué que iba a abandonar el proceso para quedarme a vivir aquí con mi esposo y ya no acudí a mi tercera audiencia.
Médico para migrantes
Desde diciembre estoy tratando de legalizarme aquí, que es bien difícil. Por ahora estoy irregular. No me gusta decir “ilegal” porque es una palabra bien fea.
Aquí en México me han acogido bien, aunque también sé que es peligroso. Pero desde luego no voy a ser perseguida como en Cuba.

Ha sido un año muy difícil. Trabajé de mesera, con mi esposo repartiendo hamburguesas, vendiendo ropa en el centro… Pero cuando la ciudad se puso en cuarentena por el covid-19, perdí mi trabajo.
Entonces una amiga doctora me avisó de que había una convocatoria para trabajar aquí en el “hotel filtro” de médico voluntario.
Enseguida me interesé, me entrevistaron, me hicieron unos exámenes, fue difícil, pero se pudo y aquí estoy.

El “hotel filtro” es un hotel adaptado para que migrantes recién llegados a Ciudad Juárez o que no tengan alojamiento puedan pasar la cuarentena hasta confirmar si tienen o no covid-19.
En su mayoría procedentes de Honduras y El Salvador, los huéspedes pasan allí 14 días hasta confirmar que están libres del virus y ser trasladados a alguno de los albergues de la ciudad. Si presentan síntomas graves, son enviados a un hospital.

La crisis del coronavirus ha acentuado la precariedad de miles de migrantes varados en México que no pueden entrar en EE.UU. ni tampoco regresar a Centroamérica u otros países del sur.
Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en Ciudad Juárez se encuentran entre 5,000 y 7,000 migrantes en alojamientos por cuenta propia, albergues o en situación de calle.
Entre enero y mayo, transitaron por la ciudad unos 11,000 migrantes, 8,000 de los cuales fueron deportados de EE.UU.
En otros lugares de la frontera norte de México, como Matamoros, unas 2,000 personas sobreviven hacinados en un campamento mientras esperan a que avancen sus procesos de petición de asilo.
La presión aumentó desde que Donald Trump ordenó a finales de marzo negar la entrada a EE.UU. a todos los solicitantes de asilo debido a la pandemia. En cuestión de horas, son expulsados de vuelta a México.
Mientras, en la frontera sur de México, los migrantes deambulan por las calles de ciudades como Tapachula tras el cierre de albergues para evitar contagios.
En su caso, tampoco pueden viajar hacia Centroamérica hasta que no reabra la frontera guatemalteca.

EE.UU. reportó hasta este miércoles 3 de junio más de 107,000 fallecidos por coronavirus, mientras que México superó la barrera de los 100,000 casos confirmados y 11.000 muertes.

Aquí en el “hotel filtro” estamos tres doctoras y tres enfermeros cubanos y personal de apoyo venezolano, aunque se busca ampliar el equipo. Somos un grupo bien fuerte y unido.
Les tomamos la temperatura y revisamos su sintomatología, los examinamos uno a uno dos veces al día y según su patología se les va a atendiendo, siempre con todo el equipo de protección.
El día que empecé fue increíble. Todo médico que se vuelve a poner la bata es un orgullo, un placer, es lo más grande (ríe). No pensé en volver a usarla, menos aquí en México.

Lo más bonito es que como yo soy migrante, ellos se sienten identificados con nosotros.
Me dicen: “Pero doctora, no lo puedo creer ¿usted es migrante?”. Yo les digo que sí, y ellos se sienten a gusto con nosotros y muy agradecidos.
Otras veces me preguntan si yo también atravesé esos países, y respondo que sí, que igual que ellos.
En cuanto una llega a la puerta la saludan. Es muy gratificante.
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Sobre mis planes de futuro, algunos doctores me vieron en los medios a raíz de entrar a este hotel filtro y se comunicaron conmigo.
Hay opciones trabajo, pero no puedo ejercer sin mi título legalizado.
Así que trato de reunir algo de dinero para tramitarlo y traer por fin a mi hija.
En México me dedico a lo que me gusta, atendiendo y ayudando personas, y no me va mal, ya tengo mis amistades… así que mi vida ahora está aquí.
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