Piden la liberación de detenidos para evitar propagación del virus

El movimiento de Black Lives Matter se solidarizó con cientos de migrantes de Camerún, centroamericanos y mexicanos en el centro de detenciones de Otay Mesa en California, el centro del ICE más contagiado con el Covid 19 en el país.

Mediante una presentación musical y varios testimonios, los manifestantes mostraron que el mismo racismo que encontraron en la discriminación contra los afroamericanos, es el mismo que encontraron contra los migrantes.

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Curtis Howard, un ex presidiario del penal estatal de Pelican Bay, presentó un testimonio de lo que es estar tras las rejas en un sistema, dijo, que hace negocio con el sufrimiento humano.

“Yo estuve tras las rejas 15 años, no estas sino otras, pero detrás de todas ellas las cosas son iguales”, platicó a unos 250 manifestantes fuera del centro de detenciones más cercano a la frontera.

El hombre fornido de 43 años narró que a los presos los explotaban al obligarlos a cultivar y cocinar sus propios alimentos y los de los guardias, con salarios de 18 centavos de dólar por hora, mientras el encargado de la cocina por ejemplo, un celador, ganaba por lo menos 30 dólares por hora por gritar órdenes desde una silla.

Howard explicó que el sistema de prisiones en California crea rencillas, separaciones y desconfianzas “entre negros y gente de piel morena, los hace pelearse entre sí para después argumentar que necesita separarlos, crear prisiones dentro de las prisiones, porque eso les deja ganancias”.

Briselda Salazar, una joven madre de 22 años de edad que estuvo en Otay Mesa y se encuentra en libertad condicional confirmó que las condiciones son parecidas en los centros de detenciones, pero al menos en el de Otay las condiciones agravaron con la llegada del Covid 19.

“Yo tenía miedo de salir en un ataúd, de no volver a ver a mi hijito”, dijo la joven a la multitud con voz quebrada por el llanto.

Explicó que para que los detenidos pensaran que estaban a salvo del virus, los celadores les hacían limpiar todo una y otra vez a lo largo de cada día, a menudo con intervalos de una hora cada limpieza general.

“Supuestamente para desinfectar, nos daban pedazos de trapos viejos y limpiador para vidrios y ventanas, que por supuesto no nos iba a librar del coronavirus”, dijo la joven.

Cuando comenzaron los contagios –los primeros fueron guardias femeninas–, los migrantes se sintieron temerosos. Briselda  recordó que en su pabellón alguna detenidas se sintieron tan vulnerables que trataron de hacer cubre bocas con su propia y única ropa interior, pero los guardias las rociaron con gases pimiento y las castigaron.

Esa represión se supo al exterior y Briselda fue una de las personas detenidas que tiuvieron que firmar un documento en inglés que liberaba a CoreCivic de toda responsabilidad sobre su salud, porque firmar era requisito para que le dieran un cubre bocas desechable que tendría que utilizar mientras estuviera detenida.

“Estoy libre” condicionalmente, “pero en realidad no estaré completamente libre hasta que todos los detenidos en el centro de detenciones de Otay Mesa lo estén”, declaró Briselda, quien ahora hace y vende cubre bocas para ayudarse y ayudar a los detenidos.

En el acto participaron músicos del grupo El Río, miembros de la Resistencia a lass Detenciones en Otay Mesa, Pueblo Sin Fronteras, Black Lives Matter San Diego y otros grupos.

Un migrante dialogó por teléfono con la concurrencia fuera del centro. Hubo saludos a los migrantes africanos detenidos.

En Otay Mesa hay 1,200 detenidos, y cientos de ellos son originarios de Camerún, a quienes reconoció Black Lives Matter San Diego.