Trabajan en el Área de la Bahía para evitar que grupos vulnerables no sean bien contados en el Censo 2020

Personas pobres y comunidades indígenas en el Área de la Bahía están en riesgo de no ser apropiadamente incluidas

Un panel de discusión se celebró en San Francisco para plantear el riesgo de que muchas personas no sean contadas en el Censo 2020. (Fernando A. Torres / La Opinión de la Bahía)

Un panel de discusión se celebró en San Francisco para plantear el riesgo de que muchas personas no sean contadas en el Censo 2020. (Fernando A. Torres / La Opinión de la Bahía) Crédito: Impremedia

No son pocos los problemas a los que se enfrenta el Censo 2020. Contar lo más exactamente posible a unas 330 millones de personas es una tarea monumental, que puede ser opacada por un problema que la mayoría de los expertos concuerdan: la confianza. O más bien dicho, la falta de confianza que existe hacia el gobierno entre las comunidades étnicas y los grupos sociales de escasos recursos que han quedado a través de los años marginados del sistema económico.

Por ello, la promoción de que el Censo 2020 es confiable, que sus datos no serán usados para otros fines y que un conteo completo ofrecerá beneficios para todos es clave.

Uno de los grupos que desconfían son los pobres y los sin casa. Entre ellos existe una desconfianza hacia el Censo porque las instituciones “no nos ven como legítimos oradores, profesores, aprendices y expertos. ¡Nosotros tenemos voces!”, exclamó Lisa Gray-García, una periodista sin-techo fundadora de Prensa Pobre, una revista y sitio internet dedicados a la lucha y la defensa de las comunidades pobres del país. También los pobres tienen desconfianza y prefieren permanecer invisibles por el peligro que las agencias de ayuda les quiten sus hijos.

Gray-García dijo hace unas semanas que hay palabras clave que son muy importantes y una de ellas, “anonimato”, es una palabra clave para promover la participación en el Censo. “Nuestros hermanos y hermanas están preocupados de lo que van a comer todos los días, de no ser arrestados por ser vistos como sin-casa y preocupados de que no se vayan a morir a raíz de la exposición [pública]. Los pobres sufren la violencia de la exposición en vez del privilegio de la privacidad. Yo no se si mi información [que entrego al censo] alimentará aun mas mi criminalización, mi encarcelamiento, mis citaciones con partes legales y todas las otras formas con que mi cuerpo es criminalizado todos los días en esta tierra indígena ocupada. No confío en los medios de comunicación corporativos… porque se está contando nuestra historia sin nosotros”, dijo Gray-García.

En una conferencia en San Francisco el pasado 28 de febrero, trabajadores del Censo y expertos comunitarios se reunieron para analizar y coincidieron en que, a pesar de su importancia, aun existe un riesgo de que muchas personas no sean contadas. Entre estos se destacan: los inmigrantes, las personas que no hablan inglés, aquellos sin techo o con inseguridades en la vivienda, hogares de bajos ingresos, estudiantes universitarios, grupos indígenas, niños y comunidades de color.

Otro de los grupos que no han sido contados fehacientemente en el pasado son los indígenas americanos, quienes solían esconder a sus hijos cuando los censistas se aparecían por sus tribus. Según Rikken Hansen, especialista en la comunicación con tribus indígenas del Censo 2020, la desconfianza tiene una historia que se remonta a cuando los niños indígenas eran arrebatados de sus familias para llevarlos a internados.

“El obstáculo de la confianza es uno grande. Muchos se preguntan ‘¿estoy haciendo esto para el gobierno o estoy haciendo esto para mi pueblo?’. Hay una falta de confianza que está siendo reparada por los mensajes de los propios líderes de las tribus”, dijo Hansen.

Una de las razones de conteos incompletos en el pasado fue que los indígenas americanos no fueron considerados ciudadanos hasta 1924 y desde entonces solo han tenido cuatro censos que los han registrado como parte de la sociedad estadounidense. Otro de los factores, explica Robert Keith Collins, antropólogo de ascendencia afrochoctaw, es que la información ha sido manejada por dos instituciones: la Oficina de Reconocimiento Federal y el Censo de los Estados Unidos.

Establecida en 1979, la Oficina de Reconocimiento Federal establece criterios para “reconocer” a grupos indigenas como tales en el territorio hoy conocido como los Estados Unidos y entregar los servicios y recursos federales.

En la actualidad existen 6.79 millones de indígenas americanos en Estados Unidos, un 2% de toda la población. El Área de la Bahía tiene una de las poblaciones indígenas más grandes de California, más de medio millón. En 1980 se reveló que en 60% de sus matrimonios los nativoamericanos están casados con personas que no son indígenas, lo que significa que una vasta mayoría de indígenas americanos tienen sangre mixta y el conteo de estas personas ha sido muy bajo. Por tal razón, a partir del Censo de 1990 hay muchos individuos que se identifican con más de una raza. Se produjo una “explosión masiva de gente que se identificaba como indígenas americanos. Muchos decían que era el fenómeno de ‘aspirantes a indígenas’ o puede que fue debido al film ‘Dances with Wolfs’…” dijo bromeando Collins, quien es profesor en la Universidad Estatal de San Francisco.

Hong Mei Pang, de la organización Chinos por la Acción Afirmativa, dijo vivir en una democracia multirracial que “se encuentra bajo ataque… Estamos siendo aterrorizados por la administración Trump… Derechos de los inmigrantes están siendo cancelados sin el debido proceso y se han producido violaciones de los derechos humanos en las fronteras y también contra aquellos inmigrantes que tradicionalmente se había pensado que estaban seguros [legalmente]; personas con la tarjeta verde y ciudadanía estadounidense”.

Por ejemplo, hace varias semanas la División Civil del Departamento de Justicia anunció la creación de una sección dedicada a investigar y litigar la revocación o cancelación de la ciudadanía estadounidense “para llevar a cabo una cacería de ciudadanos naturalizados; para despojarlos de sus derechos y protecciones. La administración está creando miedo y pánico y empujando más a los inmigrantes hacia las sombras. El clima político ha exacerbado la desconfianza hacia el gobierno y esta desconfianza es una de las principales barreras para una cuenta completa y un exitoso Censo”, aseveró Mei Pang.

John Ena, director de Programas del Centro de Desarrollo de la Comunidad de Samoa, dijo que la situación ha cambiado para la comunidad de isleños del Pacífico. Dijo que hay mayor reconocimiento poniendo a disposición de la comunidad material traducido. “En el Censo 2010 no habían ningún tipo de traducción”, dijo Ena.

En el Área de la Bahía, 50% de los hogares en la ciudad de Sunnyvale son de isleños del Pacifico. “Somos una comunidad que por lo general se mantiene en silencio… con las puertas cerradas. Por eso le decimos a nuestra comunidad que está bien llenar un formulario del Censo. Debemos contarnos porque el poder llegará cuando seamos contados”, enfatizó Ena.

Se estima que los dineros federales distribuidos a partir de datos del Censo llegan a $20,000 por personas cada 10 años. En California se hablan 200 idiomas, si bien el Censo reconoce el inglés y otras 12 lenguas. Según Reina Canales de la organización California Rural Legal Assistance, es importante la confianza y “tener traductores de confianza en la comunidad que hablen sus lenguas para establecer una comunicación cara a cara”.

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La publicación de este reportaje ha sido posible en parte gracias al apoyo de United Way Bay Area, @UWBayArea.

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