Menor con discapacidad da a su madre la residencia permanente
Ser residente le da la oportunidad de dedicarse a cuidar a su hijo
A María Sahagún jamás se le ocurrió pensar que su hijo Christopher García de 12 años, quien nació con autismo y varias condiciones de salud muy serias, le abriría la puerta para hacerse residente de Estados Unidos.
“Mucha gente me decía que me embarazara para tener un hijo ciudadano y así arreglar mi estatus migratorio cuando él creciera. Yo les decía que mis padres me habían enseñado a trabajar y que un niño no era negocio”.
En 2007 nació su tercer hijo Christopher. “Él vino al mundo cuando así lo deseamos, no por conveniencia”, dice.
Pero como al año y medio de nacido, se dieron cuenta que su hijo era un niño especial.
“No hablaba ni caminaba, y a los tres años supimos que tenía autismo de mediano a severo”.
Conforme los años pasaban, descubrieron que el menor tenía muchos otros trastornos.
“Presenta retraso del desarrollo, desorden afectivo, déficit de atención, hiperactividad, autismo, epilepsia, glaucoma, problemas musculares y tiene dañado el pulmón derecho. Tiene que andar todo el tiempo con un tanque de oxígeno y un monitor para su presión arterial”, dice esta madre.
María emigró de Guadalajara, México a Estados Unidos en 2002. Venía con su esposo y sus dos hijas mexicanas que ahora tienen 23 y 18 años.
Christopher nació en Colton, California.
En el año 2015, María se divorció del padre de sus hijos, cansada de años de abuso y violencia.
“Fue un momento en que dije: o me dejo caer; o me levanto, me sacudo y sigo adelante.
Ese mismo año decidió buscar ayuda para ver si existía algunas posibilidad de arreglar su estatus migratorio.
“Fui a ver al abogado de migración Alex Gálvez pensando que habría alguna esperanza por el lado de la violencia doméstica que había sufrido”, recuerda.
Pero ya en la plática, el abogado se dio cuenta que su hijo menor Christopher dependía de un tanque de oxígeno, y le propuso solicitar la residencia no por violencia doméstica sino en base a que su hijo, no podía valerse por sí mismo.
Criar a su hijo Christopher y darle la atención que merece con todas las condiciones de salud que padece, ha sido una verdadera hazaña para esta madre.
Junto con sus hijos y su todavía esposo, antes de divorciarse, se quedaron sin hogar. “No teníamos casa, ni trabajo. Pasábamos todo el día en la calle. Mi hermano nos dejaba dormir en la noche en su departamento, a escondidas del dueño porque si se enteraban, lo podían desalojar”.
Peor aún, una trabajadora social estuvo a punto de quitarle a sus hijos por no ofrecerles condiciones apropiadas para vivir.
Para pagar un techo, María tenía dos empleos. “Trabajaba de noche para poder atender a mi hijo en el día. Muchos años dormí tres horas”, dice.
La falta de sueño le ha pasado la factura a su salud. A sus 39 años, tiene diabetes, hipotiroidismo, fibromialgias y le están haciendo exámenes para ver si padece lupus y leucemia.
“He tenido el apoyo de mi madre y de mis dos hijas, pero aún así, ha sido muy duro”.
Además de sus dos empleos, siempre ha vendido comida. “He hecho lo que he podido para sacar a mis hijos adelante, y para que Christopher tenga los tratamientos médicos que necesita”.
Durante todos los años que vivió indocumentada, y particularmente a partir de que nació su hijo, acepta que se sintió muy frustrada.
Después de ir varias veces a corte, en diciembre le aprobaron la residencia, pero la pandemia de COVID-19 retrasó la entrega de la tarjeta de residente que apenas recibió en septiembre.
“Estoy súper feliz porque la residencia me ha dado la oportunidad de dejar mi trabajo y dedicarme a cuidar a mi hijo”, dice.
María quedó inscrita como cuidadora en el hogar de su hijo bajo el programa Servicios de Apoyo en el Hogar (IHSS) del estado de California que paga a las personas por cuidar en sus casas a sus familiares que sufren de discapacidad. Antes, por ser indocumentada, no calificaba.
“Durante varios años, fue un sufrimiento irme a trabajar con el corazón partido; y dejar al niño dormido con mi mamá y mis hijas”.
Más que sacar algún beneficio para ella, María considera que la residencia le ha abierto una gran ventana para pedir segundas opiniones para los padecimientos de su hijo y obtener mayores recursos para ayudarlo.
“Mi sueño es que sea autosuficiente, que se sepa cuidar y pueda manejar sus enfermedades para cuando yo no pueda estar para asistirlo. Por ahora, él necesita ayuda las 24 horas al día, 7 días a la semana. No se le puede dejar solo”.
Y aunque su prioridad es su hijo, María se prepara para hacer los exámenes que le permitan graduarse de la secundaria, y estudia inglés, turco e italiano.
“Otro de mis sueños es ayudar a las personas que han pasado lo mismo que yo para decirles que con documentos y sin documentos, podemos y valemos”.
Un alivio más rápido
El abogado Gálvez afirma que decidió buscar la residencia para María tomando en cuenta la condición severa de salud de su hijo, por ser una vía más rápida que la violencia doméstica.
“Una visa U para las víctimas de violencia doméstica puede tomar hasta 7 años”, dice.
El alivio que permitió a María obtener la residencia se llama Cancelación de la Remoción y se da a padres indocumentados con hijos ciudadanos o residentes con condiciones severas de salud, aunque también puede beneficiar a padres o esposos.
“El único inconveniente es que si el familiar muere en el proceso, muere también la petición de residencia”, explica.
Aclara que para beneficiarse de la Cancelación de la Remoción, el hijo, esposo o padre deben padecer una condición de salud muy seria que requiera ayuda para el resto de la vida, así como tratamientos y medicamentos.
“Todo esto se tiene que probar con evidencias médicas. Los documentos deben hablar por sí mismos. No hay que llevar ante el juez a los familiares enfermos. En este caso, el niño no tuvo que ir a la corte”, destaca.
Según explica Gálvez, la Cancelación de la Remoción, solo un juez la puede aprobar.
El abogado destaca que los solicitantes de la residencia a través de hijos, esposos o padres con condiciones severas de salud, deben cumplir con los siguientes requisitos básicos: Residencia continua por al menos 10 años en EE.UU., no antecedentes criminales serios y sus familiares con discapacidad no deben tener más de 21 años.
Recomienda además que busquen abogados de migración con experiencia en ganar este tipo de casos. “Muchos padres hispanos con niños con discapacidades o enfermedades muy serias, no saben que existe este alivio o tienen miedo de solicitarlo”, se lamenta.