“Los tomamos de la mano y oramos con ellos”: enfermera comparte cómo confortan a pacientes de COVID

La experiencia le enseña a valorar su salud y a sus seres queridos

Sandra Flores, una enfermera registrada en la lucha contra COVID-19. en el hospital Adventist Health White Memorial. (Cortesía Sandra Flores)

Sandra Flores, una enfermera registrada en la lucha contra COVID-19. en el hospital Adventist Health White Memorial. (Cortesía Sandra Flores) Crédito: Cortesía

No ha habido un solo día durante los 9 meses de la pandemia, que Sandra Flores no se levante animada con el propósito de hacer una diferencia en la vida de los pacientes enfermos de COVID-19, ya sea para apoyarlos en su recuperación; o acompañarlos en sus últimas horas cuando no logran vencer al virus.

Sandra es una inmigrante de Honduras, quien lleva 15 años como enfermera del Hospital Adventist Health White Memorial del barrio Boyle Heights de Los Ángeles.

Emigró a los 18 años a los Estados Unidos. A los 25 años se graduó de enfermera registrada, y desde hace 15 años trabaja para el Adventist Health White Memorial. Actualmente es jefa de enfermeras de una de las unidades habilitadas para atender a los pacientes de COVID-19. Tiene a su cargo alrededor de 50 enfermeras.

“Yo comienzo a las 7:30 de la mañana, y ahora con la pandemia, nunca sé cuántas horas voy a trabajar. Mis horarios han cambiado mucho. A veces me quedo en la noche”.

Lo primero que hace al llegar al hospital es revisar cómo están sus compañeras enfermeras. “Ellas están con mucha ansiedad e inseguridad. Así que es importante ver lo que necesitan, y darles unos minutos libres cada vez que se sientan agobiadas”, explica.

Sandra Flores con sus compañeras enfermeras en el Hospital Adventist Health White Memorial. (Cortesía Sandra Flores)

La mayor parte de su jornada la pasa haciendo rondas a los pacientes.

Es importante que ellos sepan que si bien sus familias no pueden estar a su lado, nosotros estamos ahí para darles apoyo moral”.

Sandra de 40 años de edad, está casada y es madre de una niña de 6 años.

Lo primero que hace al llegar a su casa, es cambiarse de ropa y darse un baño. “A veces mi hija quiere abrazarme cuando llego, pero  le digo que no. Ella ya entiende lo que significa COVID”.

Aún después de bañarse y vestida con ropas limpias, dice que usa mascarilla todo el tiempo en su casa. “Yo duermo en un cuarto aparte para no exponer a mi niña y a mi esposo”.

Su madre es quien cuida a su hija mientras ella trabaja. “Cuando yo llego, ella se va. No vivimos juntas, y no nos acercamos para abrazarnos o darnos un beso. No mientras dure la pandemia”.

Sandra reconoce que a veces se cansa y se siente triste por ver en el hospital a tanta gente luchando por su vida. Sin embargo, platica que cada vez que eso ocurre saca adelante su optimismo.

Estamos pasando un tiempo muy difícil con mucho estrés, pero para eso somos enfermeras. Nuestro trabajo es ayudar a otros en una etapa de crisis de salud. Además si vemos el lado positivo, estamos aprendiendo mucho y trabajando aún más en equipo; y cuando nos juntamos hablamos de cosas alegres”.

Pese a la contingencia sanitaria, el equipo que está en la primera línea de combate al virus, tiene sus momentos de felicidad cuando se da de alta a un paciente, y se va a su casa.

“Las enfermeras nos juntamos para darles un fuerte aplauso. El hospital los despide con la canción Happy (Feliz de Pharrell Williams). Los pacientes quedan muy agradecidos”.

Sandra Flores comparte las emociones que viven las enfermeras en la primera fila de combate al COVID-19. (Cortesía Sandra Flores)

Pero los momentos tristes vienen cuando alguien muere por COVID-19, y las familias se tienen que conformar con darles el último adiós por medio de una tableta. “Les damos la opción de hacer FaceTime porque no pueden ir al hospital. Muchos familiares rechazan la idea porque escogen no ver morir a su ser querido. No quieren eso. Nosotros respetamos esa decisión”.

Ante la imposibilidad de que las familias estén al lado de los pacientes de coronavirus, las enfermeras se han convertido en su familia y han asumido la tarea de confortarlos; y estar con ellos cuando expiran el último aliento. “Los tomamos de la mano, les hablamos al oído y oramos con ellos”.

Algunas veces cuando son personas de fe, llaman a un sacerdote o a un pastor, dependiendo de su religión.

Una de las anécdotas más emotivas que recuerda fue cuando un paciente que estaba muy grave, le pidió que le rezara un Padre Nuestro.  “Es muy difícil”, reconoce.

Sandra admite que el temor está siempre presente. “ No le tengo miedo al COVID sino a exponer a mi familia. Por eso me protejo lo más que puedo”, dice.

A nivel personal, le ha hecho frente a la pandemia, cuidando más su salud.  “Creo mucho en el ejercicio; y al menos 5 días a la semana hago entre 30 y 45 minutos diarios. Eso me ayuda bastante mentalmente”.

Además dice que trata de comer saludable; y el viernes pasado recibió la vacuna de COVID-19. “ No la pensé dos veces para ponérmela. Es como una luz al final del túnel, y he estado muy bien. Solo me dio un poco de dolor en el músculo, como cualquier vacuna”.

A Sandra le ha tocado ver morir a personas adultas y jóvenes de COVID, la mayoría con condiciones de salud preexistentes, asma, diabetes, obesidad; por eso, dice que mientras persista este virus debemos cuidarnos unos a otros.

“Si algo me ha enseñado la pandemia es a valorar la salud y a confrontar el miedo, pero también a estar con las personas que uno quiere estar”.

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