Libre de COVID madre deja el aislamiento para recibir su residencia

Le lleva más de 30 años salir de las sombras

Gema Máximo Peguero sobrevivió al COVID y recibe su tarjeta de residente permanente. (Cortesía Paulina Herrera)

Gema Máximo Peguero sobrevivió al COVID y recibe su tarjeta de residente permanente. (Cortesía Paulina Herrera) Crédito: Cortesía

Tan pronto le dieron a Gema Máximo Peguero, a su esposo y a su hijo, los resultados que mostraban que estaban libres de COVID-19, se fueron a las oficinas de su abogado de migración. Gema se llevó una tremenda sorpresa cuando le entregaron la tarjeta de residente permanente de Estados Unidos, que puso fin a sus más de 30 años de vivir como inmigrante indocumentada.

Quería llorar, gritar y abrazar a mi abogado, pero me tuve que aguantar y quedarme con las ganas. La pandemia me lo impidió”, dice.

A esta inmigrante originaria de Puebla, México, el coronavirus estuvo a punto de arruinar su sueño de salir de las sombras.

“El 10 de enero, se enfermó de coronavirus el hijo de mi sobrina que vive con nosotros y anda en los 9 años. Durante dos días el niño padeció de tos y catarro, pero se alivió rápido. Le siguió su mamá. Luego a mi esposo, a mi hijo de 29 años y a mí, también nos pegó COVID”.

Gema Máximo Peguero con su esposo José y su hijo César después de recibir su tarjeta de residente. (Cortesía Paulina Herrera)

Gema de 54 años, quien sufre de diabetes, dice que no le desea a nadie sufrir de COVID. “Presenté tos, calentura. Hasta en el estómago lo sentía caliente. Me dieron escalofríos, desgano. Se me bajaron mucho las defensas”.

Cuando le llamaron de las oficinas de su abogado de migración Sergio Siderman para que acudiera lo más pronto posible, les pidió esperar porque estaba muy mal y en confinamiento. A Gema, a su esposo y su hijo les tomó tres semanas recuperarse.

Y para esta inmigrante convertirse en residente de EE.UU. no fue un camino fácil.

“Salí de mi pueblo San Juan Atenco en Puebla, México en 1989. Vine siguiendo los pasos de mi esposo José Trujillo. Él había llegado cuatro años antes, en 1985, para trabajar en los campos de California”.

La pareja se estableció en Los Ángeles donde José consiguió empleo de jardinero. Aquí nació su único hijo César Trujillo.

“José se hizo residente gracias a la Amnistía de Reagan. En 1997 solicitó mi residencia, pero como nos cambiamos de casa y no avisé al Servicio de Migración, ya no culminé el proceso”.

Su esposo José Trujillo y su hijo César Trujillo ayudaron a Gema a convertirse en residente. (Cortesía Paulina Herrera)

Los años pasaron y no fue hasta que Donald Trump ganó la presidencia del país y emprendió fuertes operativos y cambios en las políticas de migración para cerrarles todos los caminos a los inmigrantes, que a Gema le entró el miedo.

Vivía encerrada. Me imaginaba que iban a llegar por mi en cualquier momento. No quería salir de mi casa. Me dedicaba al hogar y ganaba algo de dinero cuidando niños, pero ya no quería ni ir a la escuela a recogerlos, aún cuando estaba muy cerca de mi casa. No salgo y no salgo, le decía a mi esposo”.

Fue el 19 de junio de 2019, cuando su esposo y su hijo la sorprendieron con la noticia de que tenía una cita con el abogado para retomar su caso de migración.  Ella aún así no daba crédito: “¿quién es? ¿cómo? ¿por qué?

Tras una espera de un año y medio, la segunda semana de febrero, el abogado Siderman le entregó la tarjeta de residente permanente.

“No puedo negar que estoy muy contenta. Pensaba que nunca iba a ser posible. Ser residente es un sueño hecho realidad”, dice emocionada.

Su más grande ilusión ahora es viajar a México para ver a sus padres. “Hace 31 años que nos los veo. Mi papá tiene 86 años. Mi mamá, 75 años. Me hubiera gustado ir para abril cuando mi papá cumpla 87 años, pero no voy a poder ir por la pandemia”.

A Gema, la residencia la ha hecho respirar tranquila. “¡Se acabó el miedo. Ya puedo salir a la calle libremente!, exclama.

Gema Máximo Peguero recibe la tarjeta de residente de manos de su abogado Sergio Siderman. (Cortesía Paulina Herrera)

El proceso legal

El abogado Siderman explica que la mexicana pudo obtener su residencia, luego de que retomó su petición que había sido abandonada cuando no notificó del cambio de residencia a las autoridades de migración. “Esto es algo muy común, y eso hace que la posibilidad de arreglar el estatus migratorio se tarde”.

Como ella entró indocumentada, lo típico, explica el abogado, es solicitar un perdón.

“Gema no tuvo que salir del país para obtenerlo. El esposo había presentado la petición I-130 que le permitió calificar para la 245 (i), y ajustar el estatus dentro del país”.

Además le ayudó que su hijo de 29 años presentó una nueva petición de residencia para su madre. “Solo con la petición del esposo no hubiera sido suficiente para pedir el perdón dentro del país por no tener una entrada legal”.

Para los mexicanos, dice el abogado, el riesgo de salir a Ciudad Juárez a solicitar el perdón es que les impongan un castigo para no regresar al país hasta en 20 años.

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