Reapertura de escuelas en Los Ángeles asusta a padres: quieren un regreso seguro
También les preocupa la falta de socialización de sus hijos y las largas horas que pasan en una computadora
La anunciada reapertura de escuelas en Los Ángeles ha despertado sentimientos encontrados entre los padres de familia, ya que aunque consideran que los niños necesitan convivir con sus compañeros y las clases virtuales no son lo mismo que el aprendizaje en persona, les preocupa que a su regreso se expongan al COVID-19.
“Estoy a favor de que regresen a clases porque los niños extrañan estar con gente de su edad, y emocionalmente les está afectando, pero me preocupa que no todos se quieran vacunar”, dice Hilda Delgado, madre de Valentina de 10 años y Santiago de 7 años.
Aunque el condado de Los Ángeles ha dado su visto bueno para la reapertura de las escuelas elementales, ante el descenso de casos y hospitalizaciones por coronavirus, eso no significa que las escuelas necesariamente reabrirán pronto.
A casi un año de que las clases presenciales fueran reemplazadas por la enseñanza virtual, el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), ha anunciado que no piensan reabrir hasta que los maestros y el personal estén vacunados.
“Dar prioridad a las escuelas, también implica vacunar a todos los trabajadores. California proporciona vacunas a los repartidores de marihuana, pero no a los maestros y choferes de escuelas. ¿Qué sentido tiene eso”, cuestiona el superintendente Austin Beutner.
En un comunicado, el Sindicato de Maestros Unificados de Los Ángeles (UTLA), aplaudió los esfuerzos de una estrategia nacional para el regreso a la educación en persona, pero advirtieron que no se ha hecho lo suficiente para atender los desafíos específicos de los grandes distritos urbanos como el LAUSD.
“Lo más preocupante es que no exigen las vacunas para el personal de las escuelas ni la distancia de 6 pies, ni tampoco mejoran la ventilación como medidas clave de mitigación”.
Reiteran que el camino para una reapertura segura, debe incluir vacunas para todos los educadores y personal de las escuelas, estrategias de mitigación y tasas de transmisión comunitarias menores.
La supervisora del condado de Los Ángeles, Hilda Solís subraya que con toda razón, muchas familias pueden tener dudas para enviar a sus hijos de regreso a las escuelas. “Y muchos maestros, especialmente aquellos con condiciones preexistentes o que viven con seres queridos vulnerables, también quieren certeza de que estarán seguros en su lugar de trabajo”.
Así que dijo que es responsabilidad de los distritos escolares y escuelas abrir con seguridad.
“Como presidenta de la Junta de Supervisores, llamaré a nuestro Departamento de Salud Mental para que despliegue los recursos que sean necesarios para ayudar a los estudiantes y sus familias a adaptarse para el regreso”.
Hilda tuvo que dejar su trabajo para encargarse de vigilar a sus dos hijos mientras toman las clases en línea. Su hija Valentina asiste al grado 10; y Santiago está en el segundo año de la escuela primaria.
“Mi esposo trabaja el doble para que yo me pueda quedar con los niños, y somos muy afortunados porque no todas las familias tienen el acceso a la tecnología y al Internet como nosotros”.
Y explica que la educación a distancia ha impactado de manera distinta a cada hijo. “Santiago es un niño con una discapacidad, a quien le ha ayudado mucho, y yo estoy al pendiente de su trabajo. Pero mi hija Valentina, que es bien inteligente y capta las cosas rápidamente, está perdiendo académicamente”.
Pero además platica que la falta de convivencia con otros niños, les ha afectado a nivel emocional. “Mi hija llora todo los días. Y el niño me pregunta por qué no puede ver a sus amiguitos. Extrañan a sus compañeros”.
Hilda teme incluso a las secuelas que más de 8 horas frente a la pantalla, puedan tener en el desarrollo y personalidad de sus hijos “Va desde que se puedan enfermar del síndrome del túnel carpiano por usar tanto el ratón para mover la computadora, hasta que pierdan sus habilidades para convivir socialmente y eso les genera inseguridades”.
Y cuando empezaron a subir de peso, les compró un trampolín, los comenzó a llevar a caminar y a andar en bicicleta, y les racionó el consumo de galletas.
Monse Urías, madre de Sebastián de 11 años quien asiste al sexto grado, teme que su hijo regrese a la escuela porque es un niño que sufre de asma. “No creo que sea seguro que reabran las clases ahora”.
Desde el punto de vista del aprendizaje, comenta que su hijo, quien toma clases de 9 a.m. a 3:40 p.m. va bien en sus calificaciones, pero eso implica que ella esté vigilante porque el menor se levanta o se distrae con cualquier cosa.
Lo que más le preocupa es que el niño ha subido 10 libras durante la pandemia. “Ya empezó a bajar, pero al principio se la quería llevar comiendo. Tal vez por la ansiedad de no ir a la escuela”.
Paulina Flores, abuela de Iliana de 10 años y Paulina de 8 años, dijo que los niños deben regresar a clases cuando existan las condiciones de higiene y que todos estén vacunados.
“Ellas ya quieren regresar porque extrañan a sus amiguitas, pero los padres y abuelos estamos preocupados”, dice Paulina quien cuida a sus nietas y vigila que tomen sus clases, mientras sus padres trabajan. “Yo siempre las estoy observando. A veces voy, y las abrazo para que no se sientan solas”.
Durante el año de la pandemia, dice que sus nietas se han mantenido unidas con sus compañeras de escuela a través de la tecnología. “También hemos tratado de ser muy creativos y celebrar las fechas significativas dentro de la casa, en el confinamiento para que tengan recuerdos de esta época”.
Verónica Santiz, madre de tres niños, dos de ellos en la escuela elemental, no quiere que sus hijos regresen a la escuela mientras no estén vacunados contra COVID. “Es cierto que no están aprendiendo bien. No son lo mismo las clases virtuales que presenciales. El Internet cada rato se cae; y las niñas se frustran mucho, pero es mejor eso a exponerlas al COVID en la escuela, sin que todos estén vacunados”.