Cumple dos años el proyecto educativo Yes We Can para niños migrantes en la frontera

La organización fundada por Estefanía Rebellón ya sirve a unos 800 niños en tres ciudades fronterizas

Estefanía Rebellón juega con algunos de los pequeños migrantes.

Estefanía Rebellón juega con algunos de los pequeños migrantes. Crédito: Manuel Ocaño | Impremedia

Estefanía Rebellón recordó en charla con La Opinión los días en que desde su casa en Los Ángeles veía en noticieros a los niños que llegaron a Tijuana en la caravana migrante del 2018. Las imágenes la motivaron a querer hacer algo para ayudar a los pequeños.

“¿Pero qué, qué podría yo hacer”, dijo Rebellón. En ese momento, en las imágenes los niños se veían cansados de viajar unas 3,000 millas sin comodidades, a veces sin comer o sin dormir; muy descuidados y con grandes necesidades.

“No pude menos que identificarme con esos niños”, dijo la joven colombiana, quien junto con su familia también tuvo que huir de su país natal cuando ella apenas tenía 10 años de edad.

“Sentí que era urgente venir a Tijuana a ver a los niños, para encontrar una forma en que pudiera ayudarles”, recordó y, en efecto, cruzó por primera vez la frontera, para de primera mano decidir qué hacer.

El programa, con ayuda de patrocinadores, se ha extendido a albergues en las ciudades fronterizas de Mexicali y Ciudad Juárez.

Entre el bullicio y ajetreo de miles de migrantes en zonas delimitadas de la ciudad, Estefanía Rebellón observó que las organizaciones civiles, los grupos de apoyo, los mismos migrantes, los refugios habían establecido sus prioridades.

Dijo que lo más urgente eran los albergues donde podrían quedarse, la comida que necesitaban consumir y servicios médicos preventivos como remedio.

Pero “se habían olvidado de la educación de los niños; estaba tan relegada que se había convertido en un privilegio inaccesible”, recordó la joven.

A su mente regresaban los recuerdos de aquella Estefanía de 10 años que, de pronto, se encontró en otro país, ante otro idioma, en una cultura distinta a la que vivió hasta entonces.

“Los niños en Tijuana estaban incluso en peores condiciones”, y entonces, “decidí que tenía que apoyar su educación, aunque fuera a algunos de ellos, aunque fuera temporal, aunque fuera pasajera, iniciarlos en el idioma inglés”, platicó.

“Escuelas Móviles Yes We Can”, o ‘Sí podemos’.

A su regreso de Tijuana a Los Ángeles pensó que adecuar la educación a niños en movilidad necesitaría ser un programa dinámico como los menores, que pudiera tal vez desplazarse, como un autobús.

Dijo que en cuanto regresó a su casa, contactó emocionada a sus conocidos y allegados, también a los desconocidos, les decía que, si cada quien contribuía con su parte y si unían fondos y esfuerzos, sí iban a poder.

“Sí podemos”, les repetía en reuniones y por teléfono.

Pronto regresó a Tijuana a bordo de un autobús, que a los costados mostraba el nombre de su proyecto educativo para niños migrantes: “Escuelas Móviles Yes We Can”, o ‘Sí podemos’.

Dos años después, esta semana, cerca de un centenar de niños pulcros, uniformados con camisetas de colores, comían piza, subían a un brincolín inflable, se divertían junto con un grupo de profesores, y también enseñaron a La Opinión su primer escuela autobús “Sí Podemos”, con instalaciones de internet.

El autobús, en un terreno adjunto al albergue Pro Amore Dei en el Cañón Z de Tijuana fue insuficiente y los niños se extendieron a aulas que también son portátiles.

El programa, con ayuda de patrocinadores, se ha extendido a albergues en las ciudades fronterizas de Mexicali y Ciudad Juárez.

“Por ahora tenemos 800 estudiantes, pero para el 2022 queremos llegar a los 1,000 alumnos, y para eso vamos a necesitar de todo el apoyo que nos quieran dar, y también de voluntarios, cuando termine la contingencia de la pandemia”, dijo Rebellón.

Leticia Herrera, la directora del albergue en Tijuana, expresó emocionada a La Opinión que la escuela “es literalmente como un sueño hecho realidad”.

“Por años les pedía a organizaciones internacionales que apoyan a la niñez que nos ayudaran a educar a los niños migrantes, pero siempre nos respondieron que ellos ya tenían sus programas establecidos”, dijo la directora.

Parte del equipo de voluntarios de “Escuelas Móviles Yes We Can”.

El proyecto de Escuelas Móviles Yes We Can ofreció en cambio un programa que tiene estudios oficialmente reconocidos en México y en Estados Unidos.

Si los niños cruzan con sus familias por asilo, lo más probable es que pasen al grado que corresponde a su edad, pero si por alguna razón se quedaran en territorio mexicano, su educación también está reconocida.

“Es un sistema que no vino a imponer su manera de hacer las cosas, sino que ofreció a los niños educación, pero de acuerdo a sus circunstancias”, explicó la directora.

Las clases de “Sí Podemos” en Tijuana son de las 9 de la mañana a las 3 de la tarde, similar a una escuela regular, y son instrucciones que imparten profesores profesionales con sueldo.

“Si quiere medir el éxito del programa, venga a ver cómo los niños de dos años de edad lloran porque también quieren su camiseta (de Sí Podemos) y empezar clases”, dijo Herrera.

“Yo les dijo en el albergue que vamos a tener que acondicionarles un saloncito aparte, porque es una felicidad que niños tan chiquitos tengan tantas ganas de ir a clases”.

Una madre de familia que eligió identificarse como Raquel comparó que antes de llegar al albergue y recibir las clases, su hija se distraía por lo general jugando con otros niños o viendo el celular.

“Ahora yo la veo que está muy contenta cuando está haciendo sus tareas, o se junta con alguna amiguita y juntas hacen las tareas que les dejan; también se pone a leer”, dijo Raquel.

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