Cinco reflexiones sobre la elección brasileña

Aunque el resultado es positivo para el progresismo, también es una demostración de pujanza del ultraconservadurismo

Lula dijo que durante su gobierno combatirá el hambre de millones de brasileños que no han logrado mejorar sus condiciones de vida.

Lula dijo que durante su gobierno combatirá el hambre de millones de brasileños que no han logrado mejorar sus condiciones de vida. Crédito: Getty Images

  1. Lula venció a Bolsonaro. El líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT) y del progresismo brasileño/latinoamericano, y el líder circunstancial del ultraconservadurismo sudamericano disputaron la elección más larga y tensa en la historia de Brasil. Dos cosmovisiones diametralmente opuestas, radicalmente antagónicas, protagonizaron unos comicios típicos-atípicos, confrontando a los dos programas e ideologías que recorren el mundo, pero configurados alrededor de composiciones sociopolíticas singulares: poderes fácticos, pobres racializados y trabajadores precarizados por el lado progresista; y clases desposeídas, medias y altas por el lado ultraconservador. Si bien en términos sociopolíticos tales composiciones se antojan irónicas –sobre todo porque las franjas medias fueron las principales beneficiarias de las administraciones del PT–, en términos socioculturales no lo es tanto: es el viejo dilema entre lo público-colectivo y comunitario, y el individualismo a ultranza y anti-social. Por un lado, la sensibilidad social de aquellos que defienden la justicia y apuestan por un país de avanzada en la arena internacional; y por otro, el resentimiento social de aquellos cuyos marcadores de estatus social están amenazados por la irrupción plebeya que entraña el lulismo y que están cómodos con la condición de parias en el mundo. No sin desconocer que el improbable posicionamiento de los poderes fácticos responde acomodaticiamente a las inercias domésticas y regionales. Básicamente ganó el Pueblo en alianza –contingente e incómoda– con sectores estratégicos de la burguesía nacional e internacional.
  • Aunque el resultado es positivo para el progresismo, también es una demostración de pujanza del ultraconservadurismo. Lula venció a Bolsonaro con apenas una diferencia de 1.8 puntos porcentuales (2.1 millones de votos). Además, el bolsonarismo tendrá mayoría en las dos cámaras (diputados y senadores). Y de las 27 gubernaturas que se disputaron, 17 estarán en manos de la derecha y muy próximas políticamente a Bolsonaro, incluido el estado de São Paulo, que es el motor económico de Brasil. Por otra parte, algunos de los elementos preexistentes que catapultaron al poder a Bolsonaro no se disipan por una derrota en las urnas. El culto a la dictadura militar que campea desinhibidamente en el espacio público; el evangelismo fanático e ignorante; el profundo odio al pobre que profesan los ricos de Brasil; el anti-intelectualismo recalcitrante de las clases medias; el pensamiento anti-derechos que se expresa como anti-comunismo etc. La presencia y continuidad de tales elementos garantizan la reproducción del bolsonarismo. De las acciones del próximo gobierno depende que se desalinice la efervescencia neofascista que capitanea Jair Bolsonaro y que su tóxico ideario no perdure en el paisaje político brasileño.
  • El Presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva, ha insistido que el suyo no será un gobierno del PT sino del Frente Amplio, es decir, de esa constelación de fuerzas políticas –15 partidos– que componen la heterogénea coalición que disputó la elección bajo su candidatura. Ello significa que, en la definición del plan de gobierno, concurrirán actores provenientes de todos los espectros programáticos e ideológicos, y que previsiblemente tal confluencia de intereses diluya la dimensión social de la próxima presidencia –por cierto, la tercera de Lula–. Aunque también encierra la posibilidad de la profundización de algunas agendas sociales largamente postergadas, por la fuerte presencia de agrupaciones de izquierda como el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) que es la plataforma partidista del Movimiento Sin Techos, el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra y otros colectivos sociales. La adhesión de los partidos de izquierda al Frente Amplio responde también a un hecho insoslayable de supervivencia: la extrema derecha en el poder coarta la posibilidad de superar por la izquierda al progresismo y sus límites inmanentes. En términos generales, el proyecto de gobierno de Lula descansa sobre el principio clásico de la agenda mínima de las coaliciones partidarias.
  • A pesar de los límites y dificultades de superación de la agenda mínima lulista, el triunfo del máximo líder histórico de Brasil significa, en las relaciones internacionales, un desafío a la hegemonía regional de Estados Unidos. Con la llegada de Lula al poder el próximo 1º de enero, México, Argentina y Brasil estarán gobernados por dirigentes progresistas y soberanistas. Y es la primera vez que se presenta tal coincidencia. Tanto Andrés Manuel López Obrador en México, como Alberto Fernández en Argentina han expresado su entusiasmo por conformar una alianza que aglutine a las tres economías más fuertes de América Latina. Con el resultado de la segunda vuelta en Brasil y el reconocimiento internacional del triunfo de Lula, tal escenario de la tríada progresista cobra más fuerza. A ello hay que sumarle que el 86 por ciento de la población de Latinoamérica y el Caribe estará gobernada por fuerzas de izquierda.
  • Lula da Silva es un gigante latinoamericano, y un libertador moderno de América. La victoria del 30 de octubre es una hazaña épica. Superó con éxito el atroz linchamiento mediático, la persecución judicial inicua, la reclusión en las mazmorras de Curitiba, la muerte de sus seres queridos en las peores circunstancias. En 2016, en el contexto del impeachment y golpe parlamentario contra la expresidenta Dilma Rousseff, y al ver el descontrol institucional que ya deslizaba la posibilidad de meterlo preso injustamente, Lula sentenció: “A partir de ahora, si me arrestan, me vuelvo héroe. Si me matan, me convierto en mártir. Y si me dejan libre, vuelvo a ser presidente”. Después de 580 días en prisión, Lula volvió… Volvió a ser Presidente. Y rompiendo el récord de votación en una elección presidencial, consiguió 59 millones de votos. Es el líder político con la mayor legitimidad democrática en la historia de Brasil y Nuestramérica.

(*) Twitter: @arsinoeorihuela

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