Latinos compasivos condenan la crueldad de las charreadas

Marco Antonio Regil es locutor de radio, televisión y podcast originario de Tijuana, México. Es un defensor de los animales desde hace mucho tiempo y miembro de la junta directiva honoraria de PETA

Jinetes mexicanos en un evento de charrería realizado en Guadalajara en 2019.

Jinetes mexicanos en un evento de charrería realizado en Guadalajara en 2019. Crédito: Archivo/ULISES RUIZ | AFP / Getty Images

A lo largo de mi carrera como presentador de televisión, he visto muchas competencias difíciles en programas de juegos y he sido testigo de muchas derrotas dolorosas, pero los concursantes siempre eran humanos que elegían competir para ganar premios y entretener al público. Los animales utilizados en rodeos y charreadas no tienen esa opción. Los obligan a “actuar”, infligiéndoles dolor a través de dispositivos atroces como lo son las correas de flanco, las espuelas y las picanas eléctricas. He vivido y trabajado en Los Ángeles durante muchos años, por ello me interesó mucho saber que el Concejo Municipal de Los Ángeles está considerando una ordenanza que prohibiría tales dispositivos crueles, y les pido a los miembros del concejo que apoyen la propuesta.

Tanto los rodeos al estilo americano como las charreadas son excesivamente crueles. Los animales usados en estos espectáculos a menudo sufren lesiones horribles y, a veces, fatales, por ejemplo, pulmones perforados, fracturas en costillas, espalda y cuello, además sufren ataques cardíacos y aneurismas. Cuando lazan a los terneros mientras corren, generalmente sus cuellos se rompen o se doblan al estrellarse violentamente contra el suelo. Las charreadas incluso incluyen un evento llamado el paso de la muerte, que consiste en saltar del lomo de un caballo entrenado al lomo de un caballo silvestre y cabalgar hasta que el animal se agota al intentar corcovear para tumbar al jinete. Durante la terna en el ruedo, que es una prueba de lazo por equipos, dos jinetes deben lazar un toro lo más rápido posible, uno por el cuello y el otro por las piernas traseras, y un tercero ata los pies juntos.

Quizás el evento más espeluznante en una charreada es el coleadero, en el que un jinete a caballo agarra la cola de un novillo que corre, se la enreda alrededor de su estribo o pierna y sale disparado a toda velocidad, golpeando al aterrorizado animal contra el suelo. Ha habido casos en los que la cola del novillo le es arrancada de raíz o hasta los huesos.

Los caballos, terneros, novillos y toros de los circuitos de rodeo, que por lo general son mansos por naturaleza, sufren maltratos para garantizar que se desempeñen como espera el público que pagó por un espectáculo. Se utilizan picanas eléctricas, espuelas y correas de flanco para irritarlos y provocar que corcoveen. La correa de flanco está ceñida firmemente alrededor del abdomen de los animales, lo que hace que “corcoveen” cuando intentan liberarse de ella. Cuando se combina con espuelas, hace que corcoveen aún más desesperadamente, lo que a menudo resulta en lesiones graves. La correa del flanco puede incluso causar heridas abiertas y quemaduras al rozar la piel. Las reses y los caballos a menudo son pinchados con un “hotshot” eléctrico mientras están en la rampa para irritarlos, causándoles un dolor intenso.

Los animales utilizados en rodeos están específicamente excluidos de las protecciones que otorgada la Ley Federal de Bienestar Animal. Y no existe una ley que exija que un veterinario esté presente en estos eventos; solo tiene que estar disponible uno en caso de que sea requerido. Para un animal con una pata rota o una herida abierta, cada minuto que espera a que aparezca un veterinario debe parecer una eternidad.

Los animales que logran salir ilesos de un evento tienen poco tiempo para descansar o recuperarse. Los suben a camiones, los transportan al próximo evento y los obligan a participar una y otra vez. Durante el transporte, pueden estar confinados y privados de alimentos y agua adecuados durante mucho tiempo. Cuando son demasiado viejos o están agotados y no pueden continuar, la “jubilación” suele ser un viaje sin retorno al matadero.

La mayoría de los latinos hoy en día no quieren ver a animales atormentados para el entretenimiento. De hecho, según una encuesta, solo el 1 % de los mexicanos que asistieron a una fiesta tradicional asistieron a una charreada. Otra encuesta mostró que solo el 1,2 % de los mexicanos piensa que la charrería es el deporte más importante en México. Nadie que yo conozca asiste a las charreadas. Como dijo un crítico citado en Los Angeles Times: “No estoy en contra de la tradición, solo en contra de la crueldad”.

La opinión de una pequeña minoría que practica el rodeo y la charrería no debería superar la de la gran mayoría de personas que condenan la crueldad hacia los animales. Los miembros del Concejo Municipal de Los Ángeles deben abstenerse de asumir que todos los latinos apoyan las charreadas, al contrario, todo el que se preocupa por los animales condena la crueldad. Al prohibir los dispositivos diseñados para infligir dolor y malestar, como ya lo ha hecho la ciudad de Pittsburgh, el ayuntamiento puede adoptar una postura a favor de los animales y satisfacer los deseos de sus bondadosos electores.

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