La promesa y los desafíos de las inyecciones para el tratamiento del VIH
El cumplimiento del sistema de atención médica con los pacientes y sus comunidades debe ser justo. La justicia incluye garantizar que todos los que puedan beneficiarse de las IAP puedan acceder a ellas
Traducción: Maythe Ruffino y Damaris Bernard
Después de 40 años de la pandemia del VIH y SIDA, ahora tenemos una nueva forma de administrar medicamentos para tratar y prevenir la enfermedad. En enero del 2021, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (en inglés Food and Drug Administration, FDA) aprobó el primer medicamento inyectable de acción prolongada, IAP (en inglés long-acting injectable medication, LAI) para tratar el VIH. En diciembre de ese mismo año, la FDA aprobó un IAP para la profilaxis previa a la exposición (o PrEP) para prevenir la infección por VIH. Extensos ensayos clínicos encontraron que estas IAP son seguras, efectivas y raramente fallan.
Los medicamentos por medio de IAP brindan a los pacientes opciones adicionales para el tratamiento y la prevención del VIH que se ajustan a sus preferencias personales, estilos y condiciones de vida. Las opciones adicionales, en teoría, permitirán que más personas las acepten y las tomen. El aumento de su uso disminuirá las infecciones y la propagación. La epidemia, por fin, terminará. Ese es el futuro por el que mis colegas en la comunidad médica y yo estamos trabajando activamente.
Pero en la práctica, las IAP están entrando en un entorno de tratamiento y prevención del VIH donde los beneficios de los medicamentos existentes no se han distribuido de manera equitativa entre los grupos minoritarios estadounidenses. Los resultados del tratamiento y la prevención difieren según la edad, la raza o etnia, y también de acuerdo con las identidades sexuales y de género. A las personas que enfrentan inestabilidad de la vivienda, pobreza, encarcelamiento, estigma relacionado con el VIH, violencia de pareja, enfermedades mentales y trastornos por uso de sustancias prohibidas, les va peor que a aquellas que no enfrentan estos problemas.
En el 2020, los afroamericanos constituían el 42% de las personas que vivían con el VIH a pesar de ser el 13.6% de la población. El 27% de los estadounidenses con VIH eran latinos y representaban el 18.9% de la población. En cuanto a la prevención, sólo al 23% de las personas que podrían beneficiarse de la PrEP se les recetó en el 2019. Más del 63% de los estadounidenses blancos que podrían beneficiarse estaban tomando PrEP en comparación con sólo el 14.0% de los hispanos o latinoamericanos y el 8.2% de los afroamericanos.
A medida que llevamos estos medicamentos a las comunidades que más los necesitan, debemos indagar más sobre cómo se brinda la atención médica en los Estados Unidos. Las personas que viven con el VIH y corren el riesgo de contraerlo tienen que beneficiarse de estos nuevos medicamentos en forma de IAP. Pero también deberíamos preguntarnos, ¿de qué se están perdiendo al no tener acceso a las IAP?
En primer lugar están perdiendo dinero al no usar las IAP. Aunque son nuevas para el VIH, se han utilizado durante mucho tiempo para tratar el trastorno por uso de sustancias adictivas y para controlar ciertas enfermedades mentales. Los medicamentos inyectables son caros. A pesar de que ahorran dinero a los sistemas de salud al prevenir enfermedades, los costos iniciales son altos. Lo que hemos visto en otros contextos es que las compañías de seguros harán todo lo posible para transferir los costos tanto a los pacientes como a los proveedores de salud que los atienden. Muchas clínicas en Los Ángeles son parte de programas que cubren estos costos, pero esto no ocurre en muchas partes del país.
En segundo lugar está la cuestión del tiempo. Las IAP reemplazan la necesidad de tomar píldoras todos los días pero, a diferencia de una píldora, las IAP para el VIH no pueden ser administradas por los propios pacientes. Los pacientes deben tomarse el tiempo para viajar a un proveedor para la inyección. El acceso a las inyecciones debe ser más fácil, con más clínicas y farmacias disponibles tanto en las zonas urbanas como en las rurales.
El sistema de atención médica pide tener confianza en el uso de IAP. Confianza en que este nuevo medicamento funcionará como se anuncia y no tendrá costos ocultos, financieros o de otro tipo. Pero ¿se ha ganado la confianza? Hay muchos ejemplos en los que el sistema de atención médica no ha logrado cumplir sus promesas. La desconfianza en los médicos y en el sistema de salud tiene sus raíces en experiencias históricas y actuales de racismo, homofobia y estigma. Es una respuesta racional ante sistemas de atención médica discriminatorios que están plagados de prejuicios. Es fundamental no sólo desarrollar medicamentos para enfermedades complejas, sino también construir una infraestructura capaz de hacérselos llegar a quienes los necesitan. Es imperativo atender a las comunidades más afectadas por la enfermedad. También es importante fomentar el sentido de cuidado y respeto de los proveedores de salud para ganarse la confianza de los pacientes.
Muchos pacientes que necesitan estos medicamentos se encuentran encarcelados. Los factores que contribuyen al aumento del riesgo del VIH se combinan en gran medida con un mayor riesgo de encarcelamiento. Mientras que muchas personas con el VIH reciben atención en clínicas y consultorios médicos, muchas otras la reciben en cárceles y prisiones. El acceso a la atención médica tras las rejas es un derecho protegido constitucionalmente. Pero esa atención no siempre cumple con los más altos estándares y con frecuencia no cuenta con una buena supervisión. La disponibilidad de las IAP para los presos al momento de ser liberados de la custodia puede ayudar mucho a los pacientes mientras restablecen sus vidas en la comunidad. Se debe alentar a los pacientes a usar voluntariamente las IAP y nunca deben ser obligados a usarlas.
El cumplimiento del sistema de atención médica con los pacientes y sus comunidades debe ser justo. La justicia incluye garantizar que todos los que puedan beneficiarse de las IAP puedan acceder a ellas. Las barreras que describí anteriormente no afectan a todos los pacientes por igual, y si no se abordan, harán que los resultados de salud sean más desiguales. Ninguna de las barreras es nueva, las hemos visto antes y sabemos cómo podrían superarse. De lo contrario, la promesa de medicamentos inyectables de acción prolongada para el tratamiento y la prevención del VIH seguirá siendo solo eso: una promesa, pero una promesa incumplida.
Gabriel Edwards, MD, MPH es Científico Asociado del Proyecto de la Escuela de Medicina David Geffen, División de Medicina Interna General e Investigación de Servicios de Salud de UCLA