Veterano de la Guerra de Vietnam recuerda a sus camaradas caídos

Eddie Morin resultó herido en aquel conflicto bélico que duró 20 años; el excombatiente emuló los pasos de su padre Raúl, quien fue combatiente en la II Guerra Mundial

Eddie Morin, de 80 años de edad, junto a su esposa Carolina, de 75.

Eddie Morin, de 80 años de edad, junto a su esposa Carolina, de 75. Crédito: Jorge Luis Macías | Impremedia

Si bien Memorial Day o Día de los Caídos es un feriado para honrar y llorar al personal militar que ha fallecido, mientras prestaba servicio en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, hay algunos como Eduardo Daniel  “Eddie” Morin, quien aún vive y recuerda con honor, orgullo y cariño a sus amigos veteranos que fallecieron en la guerra de Vietnam.

En Vietnam, los soldados Bobby Mason, George Roden y el primer teniente Leon Gershon Holton fueron tres de los ocho militares estadounidenses fallecidos el 8 de octubre de 1965, cerca de Phuoc Vinh, Vietnam del sur, en la provincia de Binh Duong, cerca de Saigón.

“Sufrimos una emboscada cuando regresábamos a nuestra base”, cuenta a La Opinión, Eddie Morin, de 80 años, en la sala de su hogar en Lincoln Heights, junto a su esposa Carolina, de 75.

“Estábamos en una caravana; yo estaba sentado en medio de dos de mis amigos… Ellos murieron”, dice Morin. “No sé por qué Dios me salvó”.

Recuerda que pasaban por una zona llena de vegetación y de la rama de un árbol les cayó una bomba.

De los aproximadamente 20 soldados que viajaban, la explosión mató a 12 y los otros ocho resultaron heridos.

Edidie Morin sostiene la foto de su padre Raúl.
Crédito: Jorge Luis Macías | Impremedia

“Uno de ellos quedó ciego por completo; gritaba de mucho dolor y al día siguiente falleció”, narra Morin.

Eddie, de entonces de 21 años, e hijo del soldado Raúl Morin, quien escribió el libro “Among the Valiant” (Entre los Valientes), sufrió la fractura de la mandíbula, su pulmón del lado derecho fue perforado por esquirlas del explosivo, un codo y el nervio ciático, que abarca desde la parte baja de la espalda, pasando por las caderas y glúteos, hasta llegar a cada pierna.

Además, Eddie Morin quedó sordo para siempre del oído derecho. Apenas si puede escuchar.

En octubre de 1965 regresó el campo de batalla para ser atendido en un hospital de Vietnam; después fue transportado Filipinas y después de una noche en Hawái, lo enviaron a San Francisco, California.

“Tardé varios meses para poder volver a caminar”, narra. “Por más de un año estuve en terapia de rehabilitación y operaciones”.

Al año siguiente, en diciembre de 1966 fue dado de alta del Ejercito de los Estados Unidos.

Eddie revela que su madre, Ramona Morin,  rezaba una oración muy poderosa y estaba contenta de que su hijo hubiera regresado con vida.

Pero hubo alguien -de quien no quiso mencionar su nombre- que le dijo: “Si te hubieras muerto, ni siquiera nadie te hubiéramos extrañado”.

Y es que, en su hogar, ubicado en el proyecto de vivienda Ramona Gardens, además de sus padres eran cinco “chamacos” y una hermana: Olivia Flores (de 83 años ahora), David (de 82 años), Ricardo (76), Tomás (73) y a quien Eddie llama su “hermanito”, Samuel, quien tiene 72 años.

A aquel comentario hiriente se le unió uno más de un amigo del barrio: “ ¿Y tú que ganaste con ir a la guerra?”.

“Me sentí cacheteado, pero sabía que eran comentarios ignorantes porque yo fui reclutado para ir a ayudar a esa gente del comunismo, aunque después me di cuenta de que viví en medio de un infierno”, dice Morin.

“Al final, muchos querían seguir viviendo como estaban y otros sí querían la libertad; muchos sabían que los americanos los protegían, pero ellos [el gobierno comunista] provocaban a la gente para que nos atacaran”.

“Lo que me quedó fue el orgullo de haber peleado por mi país y la tradición de haber seguido los pasos de mi padre”, afirma.

Herencia de sangre

En efecto, Raül Morin, considerado un extraordinario hombre apasionado, lleno de orgullo y dedicación por su herencia mexicoamericana reseñó en su obra literaria Entre los Valientes la contribución de los soldados mexicoamericanos a las fuerzas armadas estadounidenses.

Raúl Morin, -quien había nacido en 1913 en Lockhart, Texas y murió en 1967, a la edad de 53 años de edad de un infarto-, fue el primero en narrar las hazañas del soldado mexicoamericano y proporcionó información de los receptores de la Medalla de Honor Chicana en la Segunda Guerra Mundial y las guerras de Corea. Fue un veterano condecorado con la Medalla del Corazón Púrpura, autor y activista de los derechos civiles.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Raúl Morin se alistó en el Ejército de los Estados Unidos, el 20 de marzo de 1944 y sirvió en la 79ª División de Infantería. Fue herido en la Batalla de las Ardenas y enviado a casa para recuperarse.

Aquella batalla que duró cinco semanas, desde el 16 de diciembre de 1944 hasta el 28 de enero de 1945, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial contra el nazismo alemán de Adolfo Hitler, que aconteció en la zona boscosa de la región de las Ardenas entre Bélgica y Luxemburgo.

“La única cosa buena de una guerra es el compañerismo con quienes peleas y que darían la vida por ti”, asegura Eddie Morin. “Es una hermandad increíble”.

Eddie cuenta que, si bien sentía orgullo de sus compañeros peleando en las junglas en Vietnam, al mismo tiempo quería que ninguno de sus hermanos fuera reclutado para ir a la guerra.

“Lo que yo había estudiado era que Vietnam había sido explotado por más de 100 años por los franceses, así como México fue explotado más de tres siglos por los españoles y trataban a la gente como esclavos y los castigaban si protestaban”, dice. “También los vietnamitas comenzaron a rebelarse, y tenían razón, ellos solo querían su autonomía y buscaron ayuda de Estados Unidos”.

Eddie Morin recuerda, en el contexto de la Guerra Fría, uno de los más sangrientes conflictos militares entre el bloque exsocialista de la URSS y el bloque capitalista liderado por Estados Unidos. Fue en esa guerra donde el excombatiente fue herido.

Morin lamenta, sin embargo, que, cuando él y sus camaradas regresaron de Vietnam fueron tratados como espurios, fueron escupidos e insultados y llamados asesinos de niños. Cálculos extraoficiales indican que murieron entre 966,000 y 3,010,000 vietnamitas; mientras que del lado estadounidense se calculan hasta 60,000 bajas y 1,700 desaparecidos.

Incluso, su hermano Tomás, quien era parte de las protestas contra la Guerra de Vietnam y se congregaba con grupos del movimiento cultural de hippies y promotores del amor libre, le recriminaba su participación en la guerra.

“He oído y recibido tantos insultos que a mí no me importa lo que diga la gente”, dice Morin convencido de su papel en la guerra. “Pero todos los que nos criticaron nunca pasaron una noche con nosotros allá y nadie supo lo que vivimos para poder criticarnos con desprecio”.

Por ello, creó un grupo de veteranos que se reunían cada año y convivían. Compartían sus experiencias en la guerra, “pero con cariño”.

Y, si bien reconoce que muchos soldados murieron en vano, realza el valor de sus amigos que hicieron el último sacrificio de ofrendar su vida por una causa que consideraron justa.

De esa forma, espera que algunos de sus sobrinos o nietos que sirven en el Ejército de Estados Unidos en la actualidad, “lo hagan con honor”.

“Y que me recuerden como su papá que no era un rajón, sino como una persona noble y fuerte”, concluye Eddie Morin, también autor de un libro titulado “Valor in Discorde” (Valor en dicordia/1999), en el que da un punto de vista justo al ambiente que vivió en la Guerra de Vietnam y la subestimación del pueblo estadounidense a quienes regresaron y no fueron bien recibidos en su país.

El Día de la Recordación es la fecha en que el pueblo estadounidense rinde tributo a los hombres y mujeres que han perdido sus vidas al servicio de la nación.

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