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La oposición política en México es igual o peor que Trump

Sigue la misma fórmula de desinformación y noticias falsas que el exmandatario estadounidense; no importan las consecuencias de sus palabras porque el objetivo es que la derecha regrese al poder a costa de lo que sea

La oposición política en México.

La oposición política en México. Crédito: Archivo | Cortesía

Hablar del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien desea regresar a la Casa Blanca en 2024, es el ejemplo más obvio de las noticias falsas en los últimos 10 años. No es que no se hayan dicho mentiras antes, sino que nadie lo hizo con tanto cinismo y viendo hacia las cámaras como el magnate neoyorquino.

Sí, efectivamente, Trump es de esas personalidades que están dispuestas a hacer y decir lo que sea con tal de conseguir sus objetivos; y si no lo logra, se dice víctima y perseguido político.

El magnate nunca acepta culpabilidad alguna, aunque no haya pagado impuestos en su vida como empresario o haya realizado fraudes o abusos para mantener sus altas ganancias en cierto tipo de negocios.

Podríamos decir que las mentiras en contra de su contrincante, Hillary Clinton, en 2016, simplemente fluyeron de principio a fin, y no solo contra su rival, sino contra cualquiera que lo desafiara y no estuviera de acuerdo con él, incluyendo a los mexicanos a quienes llamó “delincuentes”, “violadores” y “bad hombres”, entre muchos otros adjetivos.

Al final, Trump ganó las elecciones, claro, con la ayuda del Colegio Electoral, de sus mentiras y de una población cansada de las falsas promesas de los partidos políticos tradicionales; de lo contrario, Clinton, quien obtuvo más votos en dicha elección, seguramente se habría convertido en la primera mujer presidenta de Estados Unidos.

En otras palabras, y aunque así no lo califica la sociedad estadounidense, Trump ganó por fraude en un sistema electoral donde gana la presidencia el candidato que es elegido por los potentados, no por el pueblo. Lo mismo había pasado 16 años antes en las elecciones entre Al Gore y George W. Bush, cuando un juez se rehusó a hacer un recuento de votos y simplemente le entregó la presidencia al individuo que inició una guerra a base de mentiras, cometiendo una catástrofe humana en la que millones de personas perdieron la vida.

En el caso mexicano, la oposición tal parece que sigue la misma fórmula: decir mentiras un día y otro también contra el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), esperando que tarde o temprano la gente les crea.

Recordemos que los medios corporativos en México son propiedad de esa oposición política que quiere recuperar el poder ejecutivo a costa de lo que sea. Ellos no han dejado de mentir, exagerar, tergiversar o sacar de contexto cualquier información relacionada con AMLO desde antes de ser elegido presidente.

A estos esfuerzos se les ha unido, en numerosas ocasiones, la prensa internacional, como el Washington Post, The New York TimesEl País, de España, y otros medios de gran influencia neoliberal.

Incluso, entre la oposición mexicana podemos incluir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y al Tribunal Electoral, que prácticamente han rechazado todos los casos que vengan de la actual administración; además, han liberado innumerables delincuentes que complican las tareas de seguridad. El objetivo es que le vaya mal a México para que el pueblo se moleste y no vuelva a votar por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido del presidente.

Algo que verdaderamente rebasó todos los niveles de corrupción fue el hecho de que se hayan atrevido a sacar de contexto declaraciones del presidente y acusarlo y sancionarlo de cosas que él no dijo; no obstante, ya se han retractado. El objetivo es que AMLO quede en el imaginario colectivo de los mexicanos como un “mentiroso” y “corrupto”.

Todo esto es parte de un plan que esperan termine de convencer al pueblo mismo de votar por la oposición; pero en el peor de los casos, que por lo menos no salgan a votar.

Al igual que Trump, la oposición en México es conocida por altos niveles de corrupción. Ellos no solo dejaron un país hecho un cementerio, sino que saquearon y entregaron los recursos naturales a empresas corporativas internacionales con poco o ningún beneficio para los mexicanos.

A pesar de todo, esta oposición en México siempre clama que sus integrantes son “perseguidos políticos” cuando se les investiga, detiene o encarcela. Solo por mencionar un ejemplo, la reforma energética fue aprobada en el sexenio de Enrique Peña Nieto a punta de sobornos por parte de la empresa Odebrecht, de Brasil, delito confeso por la propia empresa y por Emilio Lozoya, exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex) y actualmente preso; pero Ricardo Anaya, excandidato a la presidencia por el PAN en 2018, sostiene que es “inocente” y que está siendo perseguido por “venganza” de Obrador.

Al igual que Trump, los delitos cometidos por la oposición en el pasado y algunos actualmente como el llamado Cartel Inmobiliario en la Ciudad de México, simplemente parece no importarles, o piensan que la gente se olvidará de todo el mal que han hecho a los mexicanos; mientras tanto, siguen con sus mentiras al grado de que tienen como una de sus candidatas a una funcionaria que ha sido acusada de obtener contratos para su propia empresa por hasta 1,400 millones de pesos, todo esto durante el tiempo que ella representaba a la alcaldía Miguel Hidalgo. Pero eso no los detiene y apuestan a las mentiras de los medios de comunicación masiva que la pintan como una “emprendedora” de origen “indígena” que supo cómo salir adelante, mientras que sobre su corrupción del pasado apelan al olvido del electorado mexicano.

Al igual que Trump, la oposición en México está dispuesta a hacer y decir cualquier cosa con tal de llegar al poder o, por lo menos, ganar los suficientes puestos en la cámara de Diputados y Senadores que les permita a algunos de sus miembros mantener el fuero y no ser investigados o encarcelados.

Al igual que Trump o posiblemente peor, la oposición en México se ha distinguido por favorecer a empresas corporativas y a la iniciativa privada nacional e internacional, pero lo peor de todo es que no les cobraba impuestos y les daba contratos jugosos, muchos que nunca se cumplían. Y lejos de que las empresas invirtieran en suelo mexicano, el gobierno terminaba subsidiando préstamos a estos corporativos internacionales.

En otras palabras, hacían y deshacían el presupuesto a su antojo y se beneficiaban ellos y sus amigos, mientras millones de mexicanos caían en la pobreza. No es por nada que en el periodo neoliberal (1982 a 2018) el número de millonarios incrementó entre el 1 por ciento de la población; mientras miles eran asesinados, otros desalojados y otros escapaban al norte.

Siendo un poco benevolentes, podríamos decir que Trump no es tan mezquino como la oposición mexicana. Aunque el magnate gobierna para los millonarios, pase lo que pase, él sabe que en Estados Unidos los programas sociales, nacionales o estatales, ayudarán a los estadounidenses de bajos recursos a conseguir lo básico para sobrevivir. Pero en México, hasta antes de la actual administración, los programas sociales eran insignificantes o nulos, dejando a ese segmento sin recursos.

Eso sí, ahora el expresidente Vicente Fox se ha atrevido a solicitar que se eliminen los programas sociales, esos que ahora le han regresado la dignidad a los debajo y posiblemente evitado la muerte a miles de ellos; pero Fox pide que se le devuelva su pensión millonaria. Creo que este cinismo, si no es superior, por lo menos es igual al de Trump.

Gracias por leer hasta el final

Agustín Durán es editor de la sección de locales del periódico La Opinión en Los Ángeles.

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