Inmigrante rescata tradición mezcalera de familia que parecía en el olvido

Luego de trabajar varias décadas en un restaurante de comida rápida, Salvador Palacios revive el trabajo que iniciaron su abuelo y bisabuelo en Oaxaca para dar vida a la Destilería Casa Palacios en el sur de California

Salvador y Flor Palacios con su reciente creación: “Salvadores Mezcal Artesanal”.

Salvador y Flor Palacios con su reciente creación: “Salvadores Mezcal Artesanal”.  Crédito: Jorge Pérez | Cortesía

Desde que llegó como inmigrante a Estados Unidos, Salvador Palacios, oriundo de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, tenía el pensamiento de rescatar la tradición mezcalera de su bisabuelo, su abuelo y su padre.

Tras haberse embarcado como conserje de mantenimiento en un restaurante Carl’s Jr. -donde ha trabajado por 36 años- poco a poco Salvador fue ascendiendo de posiciones, hasta convertirse en gerente de distrito.

No obstante, arraigado en un linaje de elaboración de mezcal de Oaxaca, la herencia familiar de Salvador resonaba profundamente en él, a pesar de que el negocio familiar permaneció inactivo durante muchos años. 

“Llegue en 1986 a casa de una prima hermana de la familia de mi papá”, cuenta. “Un hermano y tres primos se vinieron también”.

Inicialmente, Salvador halló un trabajo cuidando a personas mayores; por las tardes trabajaba en un comedor y los fines de semana hacia labores de mantenimiento.

De ahí pasó a un Carl’s Jr. en Santa Mónica donde aprendió todo lo relacionado a un restaurante: mantenimiento, cocina, y ¡tomar ordenes de memoria!

“Hablaba poco o casi nada de inglés, y tenía que aprenderme el menú completo”, recuerda, pero un año después fue ascendido a asistente del administrador, gracias a que aprendió rápido de sus mentores.

Salvador dice que se “estancó” dos años más en esa posición porque no dominaba el lenguaje de Shakespeare.

Las ganas de escalar posiciones y salir adelante lo llevó a convertirse en administrador, y al inicio de la década de los años 90 ya era el gerente general, hasta el año 2000.

Ramón Hernández y Lucia Castillo, abuelos de Salvador.
Crédito: Jorge Pérez | Cortesía

“Se vino la oportunidad de estar como gerente de distrito y empecé a ser el encargado de todas las operaciones de siete a diez restaurantes que abarcaban el área geográfica de Port Hueneme, Oxnard, Camarillo y Westlake”, resalta Salvador.

 Por otro lado, la historia de Flor Palacios es igualmente inspiradora. Al llegar a los Estados Unidos desde su natal San Pedro Sula, Honduras -hace más de cuatro décadas- se unió al equipo de Carl’s Jr., comenzando en la barra de ensaladas.

Un curioso encuentro laboral con Salvador en 1994 cambió el curso de la vida de ambos. Para 1995, se casaron después de un año de ser novios. 

 El sueño compartido de triunfar en la vida comenzó a cristalizarse después de años de visitar el hogar ancestral de Salvador en Oaxaca.

Y, en 2019, impulsados por su pasión y herencia, se embarcaron en el extraordinario trayecto de resucitar el negocio familiar de mezcal, fue así como nació Destilería Casa Palacios.

Desde cero, construyeron meticulosamente la base de su marca, que culminó con el tan esperado lanzamiento de su producto inaugural en 2020: “Salvadores Mezcal Artesanal”. 

“Salvadores Mezcal Artesanal”
Crédito: Jorge López | Cortesía

 Con el año 2021 llegó un momento crucial cuando introdujeron su mezcal en los mercados de California y Chicago, ahora bajo el nombre de “Salvadores Mezcal” , una marca certificada que rescata y busca preservar la elaboración del mezcal artesanal de la familia.

La tradición de los ancestros

“Para mí, el Sueño Americano abarca muchas cosas”, afirma Salvador. “Una de ellas era tener mi propia tierra, y con bastante trabajo y sacrificio, fui moviendo todo para lograr el objetivo de empezar el palenque o mezcalería propia”.

De esa manera, aquella idea comenzó a hacerse realidad y continuar la tradición de su bisabuelo, Tomas Hernández, y de su abuelo, Ramón Hernández. Ambos fueron pioneros en la producción de mezcal en Tlacolula de Matamoros, Oaxaca.

La historia data de 1900 y de forma continua por medio siglo, hasta mediados de 1950, don Ramón tuvo un accidente automovilístico y tardó mucho tiempo en recuperarse.

“Mi abuelita, Lucía Castillo de Hernández hizo el trabajo de mezcalera y cuidar de los últimos nueve niños de la familia”, recordó.

Flor y Salvador prueban el mezcal de su propia creación.
Crédito: Jorge Pérez | Cortesía

Eran nueve sobrevivientes del total de 25 hijos que tuvo la señora Lucía.

“Algunos se enfermaban y no sobrevivieron; otros murieron porque no había leche materna y la pobreza era muy dura”, relató Salvador.

Su madre, Juana Hernández Castillo sí sobrevivió y contrajo matrimonio con Salvador Palacios López, con quien procreó cinco hijos.

Los obstáculos para este oaxaqueño ensombrecían su destino desde la niñez. Su padre había fallecido cuando él apenas tenía dos años, mientras su hermano menor llegó al mundo 20 días después del fallecimiento de su padre, en medio de una gran pobreza.

“No morimos de hambre porque al menos teníamos la oportunidad de comer tortilla mojada con café”, cuenta a La Opinión.

La recolección de azucenas

En reuniones de fiestas en Bakersfield con sus primos, todos se preguntaban sobre lo que habría sucedido si su abuelo hubiera continuado con la destilería de mezcal.

Después de las lluvias de mayo y junio, en 2005, Salvador y sus hermanos visitaron a su madre en Oaxaca para celebrarle el cumpleaños.

Como tradición en Tlacolula de Matamoros, junto con su esposa Flor fueron a recolectar azucenas a la orilla del pueblo.

“Estaba oscureciendo; se miraba bonito cuando empezaron a prender las luces”, recuerda Salvador. “Al otro lado del valle también se veía la luz y Flor se enamoró del lugar. Inmediatamente pensamos que sería bonito tener nuestra casita cerca de la casa de mi mamá”.

Un tío de Salvador le ofreció el espacio de terreno que quisiera.

Él y su esposa se dedicaron a ahorrar suficiente dinero para comprar una hectárea de tierra.

Gastaban solo lo indispensable, a fin de cumplir con el proyecto, pero sin que a sus tres hijos les faltara nada.

Pasaron 14 años y con los ahorros que tenían construyeron el horno cónico para la cocción de las piñas que se requiere para cocer 14 toneladas de agave, las tinas y alambiques para la elaboración del mezcal artesanal.

“Nos llevó mucho esfuerzo y nos costó trabajo encontrar el mezcalero idóneo (Flavio Pérez Méndez)” indicó Salvador. “Hemos sacrificado muchas cosas, pero ha valido la pena”.

En 2022, Salvadores Mezcal exportó un promedio anual de producción de 4,500 litros (6,000 botellas) y 6,000 litros (8,000 botellas) de la bebida tradicional mexicana, algo aproximado a 10,000 litros de mezcal de agave Espadín.

En planes de expansión están los mercados de Las Vegas, Nevada, Texas y Florida.

Elementos clave para un buen mezcal
“Un buen mezcal es el que te gusta; un mezcal que no se le sienta el nivel alcohólico alto, aunque, el porcentaje de alcohol sea del 45% al 50% ABV”, subraya Salvador Palacios. “Después de tener el mezcal en tu boca, puedes encontrar los sabores y aromas que ese agave especifico te da”.

Algunos ejemplos de sabores pueden ser dulce, floral, cítrico, láctico, mineral, entre otros.

“Para obtener un buen mezcal, tenemos que ser pacientes en el proceso y darle el tiempo necesario a cada paso para obtener los aromas y sabores que ofrece cada tipo de agave”, afirma. “Ser paciente en la destilación y la experiencia del maestro mezcalero influye en el resultado final”.

En Salvadores Mezcal se producen varias clases de agaves, el más común Espadín, y agaves silvestres Tobalá, Cirial, Barril, y Tepeztate.

“Nuestro compromiso es seguir la tradición familiar de ofrecer un producto de calidad, de manera artesanal”, expresó Flor Palacios.

Tanto Salvador como Flor Palacios estarán presentes en el LAtequilafest.com, el sábado 9 de septiembre en LA Center Studios.

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