Impulsa migración en el Corredor Seco centroamericano

El Corredor Seco es un tramo que atraviesa Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala en el que eventos cada vez más frecuentes de sequía severa y lluvias intensas hacen del cultivo de la tierra una tarea casi imposible

Impulsa migración en el Corredor Seco centroamericano

El deterioro terrenal condena a residentes de El Barrial, como Mateo, a la pobreza, contemplando la migración, pero limitados por la ausencia de recursos económicos para reubicarse.  Crédito: Foto: Carlos Zegarra. | Cortesía

“Aquí está perra la vida. Aquí está perro”. Así describe Miriam Mateo la realidad que enfrenta cada día en El Barrial, una pequeña aldea ubicada en el municipio y departamento de Chiquimula, en el tramo guatemalteco del Corredor Seco. La zona ha sido el objeto de desastres climáticos que han hecho imposible vivir de la agricultura, lo que ha desencadenado el gradual éxodo de sus habitantes.

Toda su vida, Mateo y su familia se han dedicado a la agricultura de subsistencia, viviendo en una casa de barro que han tenido que reconstruir varias veces por culpa de las lluvias torrenciales. Su casa se encuentra al lado de un barranco que se ha ido agrandando en los últimos años a consecuencia de los frecuentes deslizamientos de tierra.

Miriam Mateo, resistiendo en El Barrial, Guatemala, donde los desastres climáticos han devastado la agricultura y propiciado un éxodo gradual de sus habitantes, refleja una lucha diaria en el desafiante Corredor Seco.
Crédito: Carlos Zegarra. | Cortesía

“Aquí peligrando estamos. Como dicen, aquí la mayoría, todos están saliendo… los que tienen la manera… Aquí no hay esperanzas”, lamenta Mateo.

La vida de una persona que depende de la agricultura de subsistencia no es fácil. En el mejor de los casos se trata de largas y arduas faenas de trabajo. Hay esperanza de una cosecha exitosa solo si la madre naturaleza coopera. Pero, ¿qué pasa cuando ésta se vuelve en su contra? Los agricultores del Corredor Seco de Centroamérica conocen la respuesta.

El Corredor Seco es un tramo que atraviesa Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala en el que eventos cada vez más frecuentes de sequía severa y lluvias intensas hacen del cultivo de la tierra una tarea casi imposible. Se estima que más de diez millones de personas viven en esta franja semiárida. Muchos se dedican a la agricultura, en especial a producir granos básicos como frijoles y maíz. El 60% vive en la pobreza.

“La tierra ahora ya no se da tan fácil. Una es la sequedad, que no hay agua. Se siembra, medio nace y se marchita. Algunas nacen y algunas en las que se queda la semilla enterradita, que ya no hay nada. Y si no llueve luego, esa semilla se pudre”, cuenta Mateo, quien hoy por hoy se gana la vida vendiendo lo que puede, desde animales hasta comida y artículos de limpieza. Por cada jornada de trabajo gana hasta 30 Quetzales, poco menos de cuatro dólares.

Las condiciones de vida se han ido agudizando gradualmente en el Corredor Seco. “Antes mi papá cosechaba hasta 30 o 50 quintales de frijoles. Hoy, no es mentira, quizás ni cinco logra”, dice Mateo.

El Barrial, una pequeña aldea ubicada en el municipio y departamento de Chiquimula en Guatemala.
Crédito: Carlos Zegarra. | Cortesía

Es difícil cuantificar el impacto de la sequía porque este fenómeno ambiental suele ser un proceso gradual. No obstante, las Naciones Unidas clasifican el 7.5% del Corredor Seco como una zona de sequía “severa”, el 50.5% como una zona de sequía de “efectos altos” y el 42% restante como una zona de sequía de efectos “bajos”.

La intensificación de eventos extremos de sequía e inundaciones en las últimas décadas ha sido la causa principal del contraste que hacen los habitantes de la zona con respecto a los cultivos de antaño. La tierra ya no es tan fértil como antes y las lluvias son más intensas. Los datos científicos apuntan a la fuerte influencia del calentamiento global.

Paris Rivera, Doctor en Cambio Climático, explica que, en los últimos 60 años, la temperatura en Guatemala ha aumentado un grado Celsius. Parece insignificante, pero esta leve variación ha tenido un impacto determinante en los patrones meteorológicos en el Corredor Seco:

“El calentamiento que hemos experimentado en los últimos años ha favorecido a intensificar ciertas partes del ciclo hidrológico. En este caso la convección ha sido en teoría más rápida y por eso se ha presentado posiblemente estas lluvias tan intensas en los últimos años. Asimismo, se ha detectado que los periodos secos asociados a la sequía están siendo más recurrentes. Entonces, vemos por un lado frecuencia de eventos de sequía y frecuencia de eventos también intensos de lluvia”.

Como es de esperarse, los habitantes de escasos recursos son los más vulnerables a los desastres naturales a causa de las dificultades para prepararse y contar con lo esencial, como indica el Dr. Rivera:

“Hace años se acostumbraron a vivir de la tierra. La tierra les proveía su alimento, agricultura de subsistencia, pero los últimos embates climáticos, incluso ya no los que se salen de la media, les están causando muchos problemas. Esto debido justamente a esta acumulación de fenómenos climáticos y meteorológicos que ha tenido Guatemala”.

El pueblo guatemalteco ha sufrido el golpe de numerosos eventos climáticos en tiempos recientes, entre ellos el Huracán Mitch (1998), las tormentas Eta e Iota (2020) y las sequías de los años 2015 y 2016. Todos estos fenómenos han obligado a parte de la población al desplazamiento, a dejar sus hogares.

Habitantes de El Barrial enfrentan agudos contrastes en los cultivos debido a la intensificación de sequías e inundaciones extremas en décadas recientes.
Crédito: Carlos Zegarra. | Cortesía

El Dr. Rivera concuerda con expertos que sostienen que si bien es cierto los migrantes se desplazan por diferentes motivos, el calentamiento global es un factor detonante.

“La población ya no los ha soportado y entonces tiene repercusiones en sus modos de vida. Ellos han tenido que cambiar de lugar de vida. Se van a la capital en primer plano. Después en la capital ven que tal vez no se ven bien las cosas y tratan de irse a otros lugares. Entonces sí que ha influido. No es el factor principal a mi criterio porque… también hay aspectos sociales, económicos y políticos que influyen mucho. Pero es un ingrediente que obliga a las personas a irse a otros lados o ver otros modos de vida”.

En la historia de la humanidad, las migraciones climáticas han ocurrido cuando los residentes de una zona buscan lugares más propicios para la producción de alimentos.

En la actualidad y debido en gran parte al calentamiento del planeta, la zona ideal para la agricultura se ha ido concentrando en el hemisferio norte, donde se ubican las naciones con mayor desarrollo económico.

Ese es un factor que determina que muchos habitantes del Corredor Seco fijen la mirada en Estados Unidos, una nación relativamente cercana y rica en oportunidades, excepto en lo que respecta a la migración.

Las mujeres del pueblo, a menudo dejadas atrás, hallan resiliencia y buscan sustento mientras sus seres queridos emigran, afrontando una realidad de sacrificio y supervivencia diaria.
Crédito: Carlos Zegarra. | Cortesía

“Migraciones siempre van a haber, pero [hay que] tomar en cuenta que ahorita con este sistema global que tenemos es más difícil hacer eso. Es más complicado hacer esas migraciones porque se topan con problemas peores a los que podrían tener en su lugar”, advierte el Dr. Rivera.

Mateo conoce muy bien lo que obliga a los residentes del Corredor Seco a emigrar. A los 16 años y sin prospectos en El Barrial, su hijo mayor salió de Guatemala con rumbo a los Estados Unidos, cruzó la frontera a pie y ahora vive sin documentos en California.

“Se fue por necesidad… Él lucha y hace esfuerzos por conseguir sus días de trabajo para pagar donde vive, para pagar su teléfono, su comida. Es poco [lo que gana]… Primero Dios que nos vamos a favorecer cuando encuentre un mejor trabajo”, dice Miriam Mateo.

En El Barrial, Mateo también ha sido testigo de la partida de muchos de sus vecinos a otros lugares en búsqueda de un trabajo que les permita alimentar a sus familias.

“Ellos no se van de ganas. Ellos no se van con el deseo de traer riquezas. Ese es ya milagro de Dios el que se va y trae sus cositas y logra hacer algo… Pero a la hora que ellos salen, salen sin nada. La familia se queda sin nada… Lo que somos las mujeres, nos quedamos solas… Nosotras buscamos trabajo. Las mujeres que tienen que criar a sus niños buscan hacer un oficio a veces en las casas de vecinos que tienen algo de recursos para que les den sus comidas. Y les dan sus centavos para sus gastitos que tienen en la casa”.

Pero además de poner trabas a la agricultura de subsistencia, la crueldad del cambio castiga con consecuencias de largo plazo que destinan a muchos residentes a la pobreza extrema y la desnutrición crónica así como al deterioro del entorno natural.

Muchos de los que dependen de cultivos básicos se han visto condenados a la hambruna. Guatemala, por ejemplo, tiene la tasa de desnutrición crónica más alta de América Latina y una de las más elevadas del mundo (49%). En algunas zonas rurales, como en el Departamento de Chiquimula, la cifra alcanza el 80%.

En Guatemala existen altas tasas de desnutrición y en áreas rurales como Chiquimula alcanzan hasta el 80%.
Crédito: Carlos Zegarra. | Cortesía

Es más, se calcula que el 43.5% de los niños en Guatemala ha experimentado un retraso en el crecimiento ligado directamente a la falta de alimentos nutritivos, es decir tiene desnutrición crónica. El promedio en Latinoamérica y el Caribe es del 11.5%.

Y mientras la hambruna afecta a los agricultores y sus familias, la biodiversidad también sufre. La variedad de seres vivos que existen en el ecosistema del Corredor Seco ha disminuido. Así lo explica el Dr. Rivera:

“Se han perdido algunas especies naturales… En Guatemala ha habido experiencias de reforestar con especies nativas y las especies nativas fueron las que se murieron, las que no soportaron. Entonces hay que ir pensando también en la naturaleza. Los seres humanos dependemos de la naturaleza, por lo tanto… sepamos que la naturaleza es la que nos provee a nosotros de vida y tenemos que en medida protegerla también. Cuidar mucho el suelo, el suelo tiene todo ese poder, esos minerales, esos nutrientes que nos dan frutos. No lo contaminemos”.

El suelo se protege con la cubierta de vegetación, materia orgánica que, al descomponerse, se vuelve humus, un rico nutriente que favorece las cosechas. Pero cuando las plantas desaparecen, la tierra queda vulnerable a la acción del viento y el agua que lavan esos nutrientes. Mateo ha sido testigo del grave efecto de la erosión en los terrenos de cultivo:

“Las tierras se lavan al fin del tiempo de labrar y labrar la misma. Se lavan. Ya no tiene abono… La tierra se pone bien lavada como con una capa de piedrecitas finas. Lo que es una plantita, unas hojitas, una ramita que puedan ser abono para la siembra ya no lo tiene. Algunos hasta queman las basuritas. Y la tierra se queda sin nada. Entonces hay que comprar abono químico que le decimos nosotros… Un quintal en las bodegas vale 500 Quetzales, 300 Quetzales el más o menos. Y, ¿de dónde vamos a sacar eso?”

El deterioro de la tierra ha condenado a residentes de El Barrial como Mateo a la pobreza. Ella confiesa que ha pensado en abandonar la comunidad, pero por ahora le es imposible por la falta de recursos económicos. Simplemente no tiene el dinero para construir una casa en otra localidad.

El deterioro terrenal condena a residentes de El Barrial, como Mateo, a la pobreza, contemplando la migración, pero limitados por la ausencia de recursos económicos para reubicarse.
Crédito: Carlos Zegarra. | Cortesía

Para rehabilitar las tierras del Corredor Seco, hay dos piezas claves: que los seres humanos dejen de contribuir al calentamiento global y que se realicen tareas de remediación a nivel local. Mediante la reforestación, por ejemplo, se podría lograr que los suelos se recuperen, aunque según los científicos como el Dr. Rivera, ese proceso puede tardar décadas.

Pero Miriam Mateo no puede esperar tanto, por eso vive con la esperanza que su hijo logre algún día ayudarla económicamente.

“Cuando yo crecí, lo que se sembraba ahí se daba. Tiraba un palo de chile uno ahí en las flores y ahí estaba. Se daban toneladas de güisquil porque la tierra estaba bien… hoy es capaz que se fuera a secar hasta un charralito de güisquil porque la tierra no tiene fuerza. Cuando yo crecí todo se daba. pero ahora no. Siembra una semillita uno, y se seca… Hoy ya ni para el gasto hay. Hoy ya no hay nada. Los mayores platicamos porque no sabemos cómo van a vivir nuestros hijos que están y los que van creciendo”, comparte Mateo.

Huella Zero es un programa de Sachamama, una organización sin ánimo de lucro que trabaja para impulsar una economía de energía limpia para todos y actitudes, comportamientos y estilos de vida sostenibles.

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