Negocio salvadoreño en LA crea las pupusas mundiales

Sivar Treats un innovador restaurante en la ciudad de Whittier

Andrea Castillo prepara pupusas en el restaurante Sivar Treats en Whittier.

Andrea Castillo prepara pupusas en el restaurante Sivar Treats en Whittier. Crédito: Isaac Ceja | Impremedia

Ronald Cáceres y su esposa Andrea Castillo tienen poco tiempo con su restaurante en la ciudad de Whittier donde se especializan en pupusas y pronto esperan lanzar una lonchera, pero el camino no ha sido fácil.

“Toda nuestra preparación la hacemos con ingredientes 100% de El Salvador entonces el sabor es diferente. Siempre me dicen, me llevaste 20 años atrás a El Salvador”, cuenta el propietario.

Cáceres que es originario de El Salvador llegó a Estados Unidos a los 25 años en el 2015 gracias a una beca para estudiar ingeniería aeronáutica en Indian Hills Community College en el estado de Iowa.

Al terminar sus estudios en El Salvador, el joven obtuvo un permiso de trabajo y se mudó a California en 2017 con su esposa y a sus dos hijas Sofía y Jimena Cáceres.

“El comienzo de todos los inmigrantes es demasiado difícil. La verdad que aquí un título no te abre puertas de la noche a la mañana. Tenía un título, pero nunca lo ocupamos”, explica Cáceres.

El dueño Ronald Cáceres posa por un retrato afuera de el restaurante Sivar Treats en Whittier. Foto Isaac Ceja

La pareja empezó a trabajar para otros negocios como vendedores de hot dogs, hamburguesas, pupusas, burritos y tacos afuera de los estadios más grandes en el área de Los Ángeles como el Rose Bowl en Pasadena y el Memorial Coliseum en USC.

Aparte de vender comida en los estadios por un tiempo, Cáceres trabajaba de mantenimiento y Castillo trabajaba como gerente de un Pollo Loco. Los dos trabajan casi 90 horas a la semana para poder salir adelante.

Pero en el 2020 llegó la pandemia que cerró los estadios y todos sus trabajos fueron afectados.

“Nos quedamos sin trabajo, pero ya teníamos una pequeña idea de que queríamos hacer algo en El Salvador y llevarnos el dinero por allá”, recuerda Cáceres. “Entonces como cayó demasiado el trabajo dije que el ahorro iba a servir para comenzar aquí y comprar una cocina y vender en la calle”.

Por mucho tiempo tenían su puesto llamado Sivar Treats en el bulevar Whittier donde empezó vendiendo churros por eso su negocio tiene el nombre “Treats” que significa antojitos y “Sivar” que es palabra coloquial para referirse a la ciudad de San Salvador.

Aunque por fin Cáceres pudo invertir en su propio negocio, dice que vender en la calle fue una de las épocas más difíciles en su vida.

Andrea Castillo prepara pupusas en el restaurante Sivar Treats. (Isaac Ceja/La Opinion)

“Es demasiado pesado porque todo se prepara el mismo día, todo se tiene que vender y todo se tiene que botar”, explica Cáceres. “No se puede guardar para el día siguiente porque no teníamos los medios ni la economía para poder decir compremos refrigeradores”.

Un día cuando Sivar Treats estaba vendiendo afuera de una peluquería alguien le sugirió que vendieran pupusas y la idea le gustó a Cáceres, pero quiso tomarse su tiempo para tener un producto de buena calidad.
Para Cáceres lo más valioso de tener su propio negocio es poder implementar cualquier tipo de idea culinaria que tenga, aunque a las demás personas no les parezca.

Una de sus ideas experimentales es la sección de pupusas “mundiales” que incluye la pupusa de Hawaii que lleva piña, tocino, queso y cebolla a la parrilla.

Una vista de la Pupusa “Hawaii” en el restaurante Sivar Treats en Whittier.

Cuando empezaron, Cáceres y su familia vivían en un departamento de una recamara, pero hoy en día tienen una casa y su propio restaurante en la ciudad de Whittier.

Cáceres dice que sus hijas han notado el gran cambio en sus vidas y entienden porque sus padres tuvieron que luchar por tanto tiempo.

Hace nueve meses Cáceres oficialmente dejó de trabajar en otro lugar y decidió enfocarse en ser la cabeza principal del negocio para que su esposa Castillo se podría enfocar solo en las operaciones ya que ella tiene más experiencia en ser gerente.

“Me siento contento porque la aceptación del público es increíble. Tuve miedo de dejar mi trabajo y dedicarme 100% al mío, pero a la vez eso me abrió puertas, me dejó comunicarme con la gente y explicarle lo qué estamos vendiendo”.

El salvadoreño agregó que sin su esposa y su cuñado que también ayuda con el restaurante, el negocio se caería y agradece poder tener el apoyo de su familia.

Mucha de la inspiración de Cáceres viene de aprender de las historias de otros negocios, desde la comida de Culichitown hasta los productos de Apple.

Siempre ha sentido que, si ellos empezaron desde su casa y llegaron a lograr muchas cosas, entonces él también lo puede hacer.

“Tienes que creer en tu persona, creer en tu concepto, creer en tu comida y trabajar duro, trabajar muy duro”, dijo Cáceres.

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