Así es como nuestro cerebro percibe la sensación de enfriamiento

Un estudio revela que los receptores en la boca son clave para distinguir entre sensaciones frías y cálidas. La eliminación de estos receptores en ratones afecta la percepción cerebral de la temperatura y las preferencias alimentarias

Así es como nuestro cerebro percibe la sensación de enfriamiento

Crédito: frantic00 | Shutterstock

Un nuevo estudio ha demostrado cómo percibe nuestro cerebro la temperatura, revelando la importancia de los receptores TRPM8 en la boca para distinguir entre sensaciones frías y cálidas.

Esta investigación, liderada por el Dr. Christian Lemon y su equipo de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Oklahoma, ha demostrado que la eliminación de estos receptores en ratones afecta significativamente la respuesta del cerebro a la temperatura, influyendo en las preferencias de temperatura y el comportamiento alimentario.

Los receptores TRPM8 son activados tanto por bajas temperaturas como por el mentol, una sustancia presente en plantas de menta. Estos receptores desempeñan un papel crucial en la percepción de sensaciones refrescantes en la boca. Cuando se activan, envían señales al cerebro que generan una sensación de enfriamiento, explicando por qué el sabor de la menta puede intensificarse al consumirse fría.

El estudio, que utilizó técnicas de neurofisiología in vivo en ratones, reveló que la eliminación genética de los receptores TRPM8 altera la respuesta del cerebro al enfriamiento leve en la boca. Sorprendentemente, también afecta la forma en que el cerebro responde a las temperaturas cálidas, haciendo que las temperaturas más frías parezcan más cálidas según la percepción cerebral.

“Descubrimos que sin la entrada de los receptores TRPM8, la respuesta del cerebro al calor descendió al rango frío, esencialmente haciendo que las temperaturas más frías parecieran más cálidas según la respuesta del cerebro”, explicó el Dr. Lemon.

Estos hallazgos fueron respaldados por pruebas de comportamiento en ratones, donde se observó que aquellos con deficiencia de TRPM8 evitaban tanto el agua tibia como la fría suave, mientras que los ratones de control mostraban preferencia por el agua fría y evitaban el agua tibia.

El impacto de la eliminación de los receptores TRPM8 en la percepción de la temperatura oral sugiere que estos receptores son fundamentales para distinguir entre sensaciones frías y cálidas. “Esta reacción común a las temperaturas frías y cálidas coincidía con la difuminación de estos rangos de temperatura que observamos en las respuestas cerebrales de los ratones silenciados con TRPM8”, destacó el Dr. Lemon.

Estos resultados no solo profundizan nuestra comprensión de cómo el cerebro procesa la información sensorial de la temperatura, sino que también tienen implicaciones significativas para el gusto y las elecciones dietéticas. Al comprender mejor cómo percibimos la temperatura en relación con los alimentos, podríamos desarrollar estrategias para mejorar la experiencia gastronómica y abordar problemas de salud relacionados con la alimentación.

“La combinación de los hallazgos de nuestra investigación con los de otros laboratorios y otros artículos comenzará a contarnos los conceptos básicos de cómo funciona el reconocimiento de temperatura en el cerebro en diferentes entornos”, agregó el Dr. Lemon. “Todavía hay muchos misterios en el cerebro que no entendemos, pero los principios básicos que se definen en estudios como el nuestro son los pilares de futuros descubrimientos”.

El equipo de Lemon ahora planea explorar cómo las señales sensoriales de temperatura de TRPM8 y otras vías afectan el gusto y las preferencias alimentarias. Creyendo que esto podría ayudar a comprender el papel de la detección de temperatura en un contexto único relacionado con la salud, esperan que sus investigaciones abran nuevas vías para mejorar nuestra comprensión de la relación entre la temperatura y la alimentación.

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