Inmigrante poblano mantiene la tradición de la nieve de garrafa en el este de Los Ángeles

Seguirá vendiendo sus nieves hasta que las fuerzas le alcancen; y lamenta que a sus hijos no les haya gustado el negocio

Esteban García, mantiene viva la tradición de la nieve de garrafa.

Esteban García, mantiene viva la tradición de la nieve de garrafa.  Crédito: Araceli Martínez | Impremedia

Llueve, truene o relampaguee, Esteban García no le falla con su puesto de nieves de garrafa afuera de la oficina de correos del este de Los Ángeles.

“Hace 55 años que estoy vendiendo nieves, y llevo 25 años que me pongo aquí afuera del correo”, dice Esteban, un inmigrante de Puebla, México, que tiene 69 años de edad.

“Yo vine joven a este país, y como no me daban trabajo, me puse a hacer nieve de garrafa para vender; pero al principio batallé mucho porque no tenía la herramienta para hacerla. Me tomó como tres años juntar dinero para comprar el equipo que necesitaba”, dice.

Cuenta que fue en su pueblo, Zacapala, Puebla donde aprendió a hacer la nieve de garrafa.

“En aquellos tiempos, los padres con hijos pequeños los mandaban a ayudar a las personas grandes en tareas como traer leña, pastura para sus vacas, agua. Mi jefita (madre) me mandó a ayudarle a un señor que hacía nieve de garrafa. No me gustaba, pero aprendí”.

Esteban García mantiene la tradición de las nieves de garrafa. (Araceli Martínez/La Opinión)

Así que cuando se vio en apuros económicos al emigrar a Estados Unidos, se dio cuenta que tenía que echar mano de lo que a regañadientes había aprendido en su pueblo.

“Pensé, voy a intentar con las nieves. Empecé dando pruebas a la gente para agarrar clientela. Me inicié con un solo sabor. Luego me pedían de varios sabores, y llegué a hacer hasta seis sabores, pero luego la Ciudad, me quitó la olla”.

Pese a los obstáculo, no desistió; y reconoce que le ha ido bien. Tanto que más de cinco décadas después, sigue vendiendo sus nieves de garrafa.

“Sale para vivir bien, y sostener a mis cuatro hijos. Él más chico ya tiene 24 años y el más grande, 32 años. Ya me desocupé de esa responsabilidad”.

Esteban madruga para preparar sus nieves. “Comienzo a las dos de la madrugada y termino como a las ocho de la mañana”.

Dice que no falta ni un solo día a vender sus nieves. “Me pongo entre las 11 y 12 de la mañana, dependiendo de si ese día no me tocó hacer las compras para mis nieves; y se retira a las siete de la tarde”.

Se puso afuera de la oficina de correos porque vio que había movimiento de gente, que podían llegar a ser sus clientes.

“Me llevo con todos los empleados de correos. Son mis amigos. Aquí todos me conocen”.

Esteban García y sus nieves de garrafa. (Araceli Martínez/La Opinión)

En la actualidad, sus nieves de garrafa son de tres sabores, vainilla, limón y coco. “Todas se venden por igual. No hay un sabor preferido.Vendo en tres tamaños chico, mediano y grande”.

La nieve de garrafa es una nieve artesanal, originaria de Oaxaca, pero se vende en muchos estados de la república mexicana. 

Se elabora manualmente en garrafas (vasijas) y cubetas de madera. Se hace a base de una mezcla de frutas, azúcar, y leche o agua. Se bate en la garrafa con una manivela.

“A diferencia de otros tipos de nieve, la de nieve de garrafa es más fina, tiene un sabor y textura que la hacen diferente”, dice Esteban.

Confía que no todos los días son buenos para las ventas. “En el comercio, hay días buenos y otros que no se vende. En el frío se vende menos, pero llueve o relampaguee, aquí estoy”.

Esteban coloca la olla con sus nieves dentro de un barril relleno de hielo picado para que se mantenga durante el día y no se derrita.

Dice que se le han acercado para que les enseñe a hacer las nieves. “He enseñado a muchos, pero no duran. A las dos semanas, se salen”.

La clave para sobrevivir durante tantos años en las nieves de garrafa no es otra cosa más que el trabajo duro.

“Es un buen trabajo, pero muy laborioso, detallado. Tienes que hacerlo contento y mostrar buena actitud para venderle a la gente”.

Y se queja de que a ninguno de sus hijos les haya gustado hacer y vender nieve. 

“No le gustó el negocio. Cuando ya no haga nieve, se va a acabar, ya no las van a probar”.

¿Por cuánto tiempo más piensa dedicarse a las nieves de garrafa”

“Hasta que se me acaben las fuerzas o me muera. Nadie se quiere morir, pero ese día va a llegar para todos”.

Mientras esa fecha se cumple, con la mejor actitud, Esteban instala todos los días su puesto de nieves en la oficina de correos del este de Los Ángeles. La gente no para de llegar a comprarle las tradicionales nieves de garrafa.

Pueden encontrar las nieves de garrafa de Esteban en el 975 al sur de la Atlantic Blvd en el este de Los Ángeles.

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