Ángel Ferravi, el orgullo de ser una mujer transexual
Al verse libre del cáncer de colón, decidió liberarse y transformarse en la mujer que siempre ha sido
Al verse libre de cáncer de colón, la estilista de estrellas, Ángel Ferravi tomó la decisión más importante de su vida, vivir de acuerdo a como nació, una mujer transexual.
“Voy a cumplir cinco años que salí a la calle vestida como mujer, viviendo mi realidad. Desde entonces, me siento tan cómoda y contenta. Ya no tengo que quedar bien con nadie, es como si acabara de nacer”, dijo en una entrevista con La Opinión durante el Mes del Orgullo LGBTQ+.
La talentosa estilista nació como Ángel Raúl en Veracruz, México.
“Siempre fui un niño muy femenino, y yo pensaba que era gay. Eso me hizo tener mucho rechazo de mi papá, de algunos de mis hermanos y de la gente del pueblo. Sufría mucho maltrato físico y golpes por parte de mi papá; y en la escuela, el bullying era horrible”.
Ángel escapó de su casa a los 15 años cuando ya no pudo más con los golpes.
“Mi vida empieza en Puebla. Viví un tiempo con una tía que me quería, pero le costaba mucho el qué dirán. Quería que me volviera hombre. Así que aprendí que para protegerme tenía que imitar a un hombre”.
Ángel encontró trabajo como estilista en Puebla, y sobresalió en este campo, logrando trabajar con los peinadores y peluqueros más famosos en ese tiempo, como Francisco Momos; se colocó como uno de los mejores en los salones St Tropez y llegó a ser maestro estilista a corta edad.
“Tenía 17, 18 años cuando conocí a Violeta Hernández, una de las mejores estilistas. Nos hicimos muy amigos, se desarrolló una complicidad y nos enamoramos. Mucha gente no entiende que yo soy una mujer transexual que me puedo enamorar de un hombre o de una mujer”.
Cuando Violeta le reveló que estaba embarazada, dice que se emocionó porque siempre quiso tener su propia familia y le propuso casarse.
“Mis papás se pusieron felices, pensando que la enfermedad de ser maricón, se me había quitado y me había curado”.
Ángel y Violeta se casaron y tuvieron cuatro hijos.
“Por una negligencia médica, mi hijo mayor Ángel Raúl nació con parálisis cerebral; y dónde no lo metí para darle terapias, lo llevé hasta el Teletón en Guadalajara”.
Fue su suegra, quien vivía en Estados Unidos, quien le comentó que su hijo estaría mejor en este país.
“Desgraciadamente en México somos muy malinchistas, y no nos damos cuenta que tenemos lo mejor de lo mejor. Me arrepentí de haberlo traído. Aquí los trataron como una maquinita y lo que viva; en México, a esos niños, los hacen caminar, levantarse y balbucear”.
Así que dice que no vino a Estados Unidos buscando el sueño americano porque ya estaba viviendo profesionalmente su sueño en México.
“Me vine a este país por mi hijo Ángel cuando tenía 8 años, buscando tratamientos, porque él era mi prioridad; pero aquí se me vino abajo porque a estos niños no les dan terapias. Terminó en silla de ruedas, sin hablar y comiendo por un tubo en el estómago hasta que murió a los 15 años”.
En Los Ángeles, empezó de nuevo en su carrera, sin hablar inglés ni licencia para trabajar como estilista.
“Comencé una vida estresante, cargando con toda mi familia. Rodé de salón a salón. Un día llegué a Beverly Hills, y vi que ocupaban un estilista en un salón. Una de las socias era guatemalteca, Aida Maravilla. No me quería dar la oportunidad, pero me la dio ante mi insistencia. Cuando ella me vio trabajar, creyó en mí”.
En ese lugar, recuerda que de repente, llegaba Paulina Rubio, y Tina María, la hermana de María Elena Salinas y manejadora de artistas en esos años.
“De nuevo, pude trabajar con gente de los medios como en México, y le hacía el pelo a María Elena Salinas cuando venía a Los Ángeles”.
Pero cuando su hijo falleció, dice entre lágrimas, que su mundo se le derrumbó.
“Mi familia se empezó a quebrar. Mis otros tres hijos se pusieron muy mal. Violeta entró en una depresión terrible, y le propuse separarnos. Yo ya no la estaba haciendo feliz”.
Recuperado un poco de la pérdida de su hijo mayor, profesionalmente de nuevo, le va bien. Se vuelve estilista de Lucia Méndez, le hace el pelo a Gloria Trevi, a Sheila, Fey, Maribel Guardia, y muchas personalidades mexicanas.
“En medio de todo esto, me vuelve la vanidad porque iba a empezar a trabajar en plataformas, y la imagen es muy importante. Por eso, me quise hacer una liposucción, y fue cuando me descubren el cáncer de colón, y se viene otro drama”.
Para entonces, dice que ya tenía 15 años sin papeles en Estados Unidos, y sin ver a sus padres.
“Empiezo a alejarme de todo mundo y se lo ocultó a mi familia y amigos. Ya no les contestó a las artistas que me llaman para hacerles el pelo. Tenían un salón en el Paseo de las Estrellas, un lugar emblemático de Los Ángeles. Ya estaba arriba, pero con el diagnóstico, se viene abajo todo”.
En ese proceso, lo transfieren con una psicóloga por el tema de que no quiere hablar del cáncer de colón con sus seres queridos.
“En las terapias de hipnosis, me desperté llorando porque me vi a los cuatro años, con una muñeca en los brazos. Llega mi papá, me arrastra, y me mete una friega con un cable. A partir de ahí, empiezan los golpes y el rechazo. Yo decía por qué mi papá no me quiere”.
Fue en esas terapias que se da cuenta que siempre había vivido ocultando las cosas, creando un personaje para sobrevivir con la familia y sus padres; y borró de su memoria el rechazo de la familia y la sociedad.
Sin embargo, dice que las sesiones con su psicólogo y su psiquiatra, lo ayudaron a los 45 años ha encontrar a esa mujer extraviada que llevaba dentro.
“Cuando le di a mi psicóloga la buena noticia de que estaba libre de cáncer, y le dije ‘estoy feliz. ¿Qué vas a hacer? Me respondió. No sé, le dije. Yo sí sé, vas a ir a tu casa, vas a tirar toda tu ropa de hombre, te vas a comprar tacones, vestidos, pelucas, lo que necesites porque eres una mujer, y te vas a entregar a tu nueva vida, y vas a salir a la calle sin miedos”.
Dice que la parte difícil fue explicarles a sus hijos. Con sus dos hijas mujeres no tuvo problemas pero guardaba sus dudas sobre la respuesta de su hijo Fabián.
“Mi hijo, me dijo, tu siempre nos cocinabas, nos hacía el desayuno, los tamales, siempre has sido mamá y papá; y me abrazó. Me dijo, si tú eres feliz, yo soy feliz y me bautiza como ‘MaPa’. Todos mis hijos me dicen MaPa ahora; y me dicen que se sienten muy orgullosos de mí”.
En diciembre pasado, Ángel se reencontró con su madre en México en una visita sorpresa y más que emotiva. Llevaban más de 20 años sin verse.
“Mi madre siempre ha sido mi inspiración por ser noble y fuerte. Y siempre hemos tenido comunicación”.
A través de los abogados de la organización El Santuario en San Francisco, hizo una petición para la residencia en Estados Unidos, con base en su estatus como mujer transexual, lo que le permitió salir de las sombras.
“Eres una mujer muy valiente. Bienvenida a Estados Unidos”, me dijo el juez cuando gané el caso en marzo de 2020.
Como se vino la pandemia, fue hasta el año pasado, que Ángel recibió su tarjeta de residencia.
Los gastos por el cáncer del colón y la pandemia le hicieron perder sus dos salones, pero hoy de nuevo se ha levantado, y este experta en cabello y belleza tienen su salón Angel’s hair en el 6242 Santa Monica Blvd., Hollywood, California, 90036.
“Hoy todo lo que quiero es trabajar para tener estabilidad en mi vejez. Ya no me importan los lujos ni nada superficial. Cuando sea mayor, a los 70 años, quiero arreglar el pelo por gusto, no porque no tenga para comer”, dice Ángel, satisfecha de hacer realidad su sueño de enfrentar la vida como una mujer transexual.