‘La deportación destruyó a mi familia’: María Luisa Cuin
15 años después de que el padre de sus hijos fue deportado, una inmigrante mexicana relata lo difícil que ha sido su vida
María Luisa Cuin apenas llevaba unos meses en San Diego cuando su esposo fue arrestado y deportado a México. La deportación de quien era su compañero y el padre de sus hijos cambió su vida y la de su familia para siempre.
“Lo más duro fue tener que estar sola en el momento de dar a luz a mi hija. A su papá lo deportaron cuando yo tenía tres meses de embarazo”, dice María Luisa.
Han pasado 15 años desde que Raúl Martínez, quien era el compañero y padre de sus hijos, fue deportado a México.
“Eso pasó entre marzo y abril de 2009. Al siguiente año, intentó regresar, y ya había cruzado y estaba en San Ysidro, cuando lo volvieron a agarrar y lo regresaron a México”.
María Luisa y Raúl son de Michoacán, México. Tenían pocos meses de haber emigrado a Estados Unidos cuando Raúl fue arrestado.
“Habíamos venido en busca de mejores oportunidades económicas. Nuestro hijo mayor tenía un año, ocho meses; y estaba embarazada de tres meses de la niña”.
Hoy en día, su hijo tiene 17 años y su hija 14 años.
Relata que en esos primeros meses que llegaron, se establecieron en la ciudad de Escondido en el condado de San Diego.
“Él trabajaba en un vivero, donde sembraban plantas; yo, a veces limpiaba casas”, recuerda.
Dice que el papá de sus hijos era responsable y buen proveedor.
“A él lo detuvo la policía entre marzo y abril de 2009. Era un fin de semana, por la tarde como a las seis o siete. Había salido a comprar unas cervezas. Cuando lo pararon, el oficial le revisó su récord, y tal vez encontró que debía alguna multa”.
Recuerda que su entonces compañero se equivocó al mentirle al oficial. Cuando le preguntó qué andaba haciendo, dijo que había salido a comprar pañales, pero cuando le revisó el carro, encontró las cervezas.
“Lo detuvo, le puso cargos; y una o dos semanas después, lo sacaron del país”.
Ese mismo año de la deportación, nació su hija que hoy tiene 14 años.
“Él intentó regresar al país un año después. Pedí un préstamo de $3,500 para ayudarlos a pagar porque lo pasaran, pero no se pudo”.
Cuando el hombre se dio por vencido en su intento por regresar al país, le pidió que ella se fuera con sus hijos a México.
“Le dije que no. Tomé la decisión de quedarme porque pensé que aquí mis hijos tendrían una vida mejor”.
Su entonces pareja y su suegra se enojaron y le reprocharon que haya preferido permanecer en Estados Unidos.
A los cinco u ocho meses, el padre de sus hijos se casó en México y formó una nueva vida.
“Me duele porque lo sentí como una traición, y siento que él debió haber seguido intentado cruzar; habría podido regresar”, dice María Luisa entristecida.
Así fue como la deportación puso punto final a su relación, y separó a la familia.
“En México habíamos vivido como tres años juntos; y aquí estuvimos como ocho meses antes de la deportación. Nunca nos casamos”.
Dice que al principio de la deportación, se le hizo muy difícil ser cabeza de familia.
“Yo dependía económicamente del papá de mis hijos. Cuando me quedé sola, me daba miedo salir a buscar trabajo y que no me aceptaran”.
También fue duro criar a sus hijos sola, y pagar por quien se los cuidara mientras ella trabajaba.
“He trabajado en empacadoras de frutas y verduras, luchando porque el cheque me alcance para la renta, la comida y la ropa”.
Hace varios meses, se cayó y se quebró el pie, la operaron de emergencia; y durante la recuperación tiene que usar muletas y no ha podido trabajar.
“Tuve que recurrir a los servicios sociales del condado de Los Ángeles. Ellos me han ayudado a pagar la renta y con comida”.
María Luisa paga $800 por un cuarto en una casa en el sur de Los Ángeles donde la dejan usar el baño y la cocina. El cuarto lo comparte con sus dos hijos.
“Mi hija nunca ha conocido a su padre. Para ella es un desconocido. Mi hijo no se acuerda de él”.
Definitivamente dice que la deportación destruyó su familia. Sus hijos prácticamente no tienen una relación con su padre.
“Los momentos más duros han sido cuando di a luz yo sola; o cuando tuve que ir al hospital a que me operaran el pie”.
Dice que todas esas experiencias han sido muy dolorosas, pero al mismo tiempo la han hecho más fuerte.
A los pocos meses de la deportación, decidió dejar San Diego y venir a vivir a Los Ángeles también deseando encontrar mejores oportunidades.
“Aquí tengo dos hermanos y una hermana, y me han apoyado mucho cuando ellos pueden”.
Su hijo mayor terminará la secundaria el año que entra y quiere hacer una carrera en tecnología, mientras que su hija quiere dedicarse a trabajar en la industria de la belleza.
¿No te preocupa el regreso de Trump como presidente?
“No me da miedo. Él hace su trabajo, y cumple con las leyes. Yo soy creyente de Dios y confío en que me va a proteger a mis hijos y a mí”.
Dice que aún con la vida difícil que ha llevado en Estados Unidos, no se arrepiente de haber emigrado y no regresar a México.
“No me arrepiento, y sí quiero regresar cuando mis hijos crezcan y se valgan por sí mismos. Mi sueño es hacer mi casa en México en un terreno que tengo en mi pueblo”.
Mientras tanto dice que tiene muchos proyectos.
“En dos meses, el doctor me ha dicho que ya podré caminar. Yo antes vendía ropa nueva y usada en las avenidas y me iba muy bien; también vendo comida y postres; y para distraerme, he estado haciendo bolsitas tejidas para teléfonos celulares que he puesto a la venta”.
Raúl Martínez fue deportado durante el primer año de gobierno del presidente Obama, considerado el presidente que más inmigrantes ha expulsado de Estados Unidos.
Entre 2009 y 2015 deportó más de 2.5 millones de personas. Tales números hicieron que las organizaciones proinmigrantes le llamaran “deportador en jefe”.