Estados Unidos está enfocado en tener fábricas de chips a cualquier costo
Estados Unidos quiere reducir la dependencia de procesadores fabricados en otro países y está dispuesta a hacerlo a cualquier costo
La industria de semiconductores se ha vuelto uno de los pilares estratégicos más importantes para Estados Unidos, especialmente en un contexto global donde las tensiones comerciales y la demanda de tecnologías avanzadas siguen en aumento. La administración Biden ha adoptado una postura agresiva para garantizar que el país vuelva a ser un líder en la producción de chips, un sector que se había desplazado en gran medida hacia Asia en las últimas décadas.
Incentivos fiscales para atraer la producción de chips
Uno de los movimientos más significativos ha sido la extensión del crédito fiscal del 25% a las obleas de chips, una medida que se enmarca dentro del Acta CHIPS y Ciencia, promulgada en 2022. Este crédito, destinado a las empresas que fabriquen semiconductores y equipos de fabricación de semiconductores, ahora se ha expandido para incluir también las obleas, los discos de silicio sobre los que se construyen los chips. Esta extensión representa una inyección de oxígeno para las compañías tecnológicas, ya que les permitirá ahorrar cientos de millones de dólares en costos de producción.
Con esta estrategia, Estados Unidos no solo pretende cubrir su demanda interna de semiconductores, sino también reducir su dependencia de mercados extranjeros como Taiwán y Corea del Sur. Esto es crucial para asegurar la estabilidad de sectores estratégicos como la defensa, la automoción, y el desarrollo de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial.
La guerra tecnológica y la necesidad de fabricar localmente
La creciente disputa tecnológica con China ha sido uno de los principales detonantes para que Estados Unidos adopte estas medidas de apoyo a la manufactura local de chips. Con la implementación de restricciones comerciales para limitar el acceso de China a chips avanzados y las continuas tensiones geopolíticas, la capacidad de fabricar semiconductores dentro de su propio territorio se ha vuelto esencial para la seguridad económica y nacional.
La administración Biden ha manifestado que los semiconductores son el “corazón de las tecnologías modernas”. En consecuencia, el país necesita construir una cadena de suministro sólida, resiliente y capaz de satisfacer tanto sus necesidades comerciales como de defensa. Este impulso es parte de una inversión de $52 mil millones para revitalizar la producción nacional de semiconductores y, además, se complementa con otros proyectos de ley destinados a apoyar la innovación tecnológica y la infraestructura digital.
Ahorros millonarios para las empresas
En términos prácticos, la extensión del crédito fiscal del 25% a las obleas de chips representa una oportunidad enorme para las compañías que decidan establecer o expandir sus operaciones en Estados Unidos. Firmas como Intel, que ya han iniciado proyectos multimillonarios en Ohio y Arizona, se encuentran entre las principales beneficiarias de este crédito. Intel, por ejemplo, espera obtener hasta $100 mil millones en créditos fiscales a medida que construye nuevas fábricas en suelo estadounidense.
Otros gigantes como TSMC y Samsung, que también tienen planes de inversión en Estados Unidos, se verán incentivados a acelerar sus proyectos gracias a este ahorro en sus gastos de capital. La capacidad de ahorrar cientos de millones en impuestos no solo mejora los márgenes de beneficio de estas empresas, sino que también les ofrece mayor flexibilidad para competir a nivel global, atraer talento y avanzar en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías.
A pesar de los beneficios a largo plazo, esta apuesta por los semiconductores tiene un costo elevado para las arcas públicas. El crédito fiscal del 25%, junto con las inversiones directas y las subvenciones federales, es una señal clara de que Estados Unidos está dispuesto a pagar lo que sea necesario para asegurar su autosuficiencia en semiconductores. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos, ya que la inversión masiva en fábricas y la dependencia de créditos fiscales podría impactar en otras áreas de la economía.
No obstante, el enfoque está claro: Estados Unidos busca reducir su vulnerabilidad ante interrupciones en la cadena de suministro global, especialmente en sectores críticos como el militar y el tecnológico. La demanda de semiconductores sigue creciendo de manera exponencial, y las tensiones internacionales hacen que depender de otros países para este suministro sea una apuesta demasiado arriesgada.
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