Detrás del cónclave: por qué los cardenales se aíslan para la votación del nuevo Papa

Los cardenales deben entregar sus dispositivos de comunicación para evitar contacto y filtración de información con el mundo exterior

Comenzó el cónclave para la elección del nuevo Papa.

Comenzó el cónclave para la elección del nuevo Papa. Crédito: Gregorio Borgia | AP

Los cardenales de la Iglesia Católica se reunieron este miércoles para comenzar el proceso de elección del sucesor del papa Francisco, quien falleció hace 17 días a los 88 años de edad, en una jornada bajo estrictas medidas de aislamiento y secretismo.

Los 133 cardenales, procedentes de 70 países, se encerraron en la Capilla Sixtina, para realizar el cónclave destinado a elegir al pontífice número 267, con un mínimo de 89 votos, es decir, 2 tercios de los votantes, todos ellos menores de 80 años.

Si después de algunos días no se alcanza el consenso, el proceso incluye pausas para la oración y la reflexión, seguidas de nuevas rondas de votación. En última instancia, si la elección sigue sin resolverse, se vota entre los 2 candidatos más apoyados en la última ronda, quienes quedan excluidos del voto.

Secretismo y aislamiento

Los 133 cardenales con derecho a voto deben alojarse en la casa de Santa Marta, donde hay 106 suites, 22 habitaciones simples y un apartamento, que se les asigna por sorteo. Durante los días previos al cónclave, pueden salir de allí, aunque con un toque de queda a las 22:30.

Al comenzar el cónclave, las medidas de asilamiento se intensifican, solo pueden salir a desplazarse a la Capilla Sixtina, de resto está prohibido, y únicamente lo pueden hacer a pie, o en un autobús que proporciona el Vaticano.

Los cardenales y trabajadores dentro del Cónclave firman un acuerdo de confidencialidad bajo pena de excomunión y se comprometen a una clausura total sin televisión, teléfono ni radio: ningún tipo de comunicación.

El control en cuanto a la alimentación no se queda atrás, se prohíben empanadas, pollos enteros o refrescos con envases opacos, con el fin de evitar que se cuele información o mensajes ocultos en su interior.

Las monjas de Santa Marta son las que están a cargo de la dieta de los cardenales, la cual es supervisada por la guardia suiza. Las mujeres se encargan de proporciona un desayuno, una comida con platos que aporten energía y una cena ligera, para que su concentración se mantenga únicamente en la votación.

Silencio e incomunicación

Al comenzar el cónclave, no existe un ápice de bulla en el Vaticano, solo se está a la espera de la famosa frase “Habemus Papam”, posterior a la fumata blanca. Desde el inicio del evento, el Vaticano queda completamente incomunicado.

Una vez se reunieron los cardenales y se dio inicio al cónclave, el Vaticano apaga todas las señales de telecomunicaciones móviles y de radio en todo el territorio, para evitar filtraciones de la información.

Asimismo, los cardenales deben entregar sus móviles y otros dispositivos de comunicación que tengan los funcionarios de gendarmería. Estos dispositivos se les devolverán solo si ya fue electo el nuevo Papa.

Para reforzar el aislamiento, se instalan inhibidores de frecuencia, en la Capilla Sixtina, en la Casa Santa Marta y el Colegio Etíope, donde se alojan los cardenales. Sumado a ello, también se utilizan compartimentos especiales, puertas provisionales y cierre de ventanas.

En caso que alguien incumpla las normas, promulgadas con el objetivo que el mundo lo menos posible de qué es lo que ocurre en el interior del Vaticano a través de la fumata, se enfrenta a la excomunión latae sententiae, es decir, automática, sin necesidad de intervención de un tribunal.

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