El impacto invisible en la salud mental

Hay una verdad poderosa de la que no hablamos lo suficiente: los desafíos de salud mental no solo afectan a quienes lo viven, sino también a sus familias

Muchas familias cargan con un dolor emocional que nunca logran reconocer plenamente.

Muchas familias cargan con un dolor emocional que nunca logran reconocer plenamente. Crédito: Illustration / Annie Ng | AP

Cada Mayo, durante el Mes de Concientización sobre la Salud Mental, se nos recuerda la importancia de la salud mental. Hablamos principalmente sobre concientización, autocuidado, la importancia de la terapia y la necesidad de reducir el estigma. Pero hay una verdad poderosa de la que no hablamos lo suficiente: los desafíos de salud mental no solo afectan a quienes lo viven, sino también a sus familias, amigos más cercanos, y a veces, ese impacto se extiende a lo largo de generaciones.

A esto lo llamamos trauma intergeneracional. Es un término técnico, pero la idea es simple: el dolor y los patrones pueden heredarse, incluso si nadie habla de ellos, porque estos legados invisibles moldean la forma en que nos vemos a nosotros mismos y nos relacionamos con los demás.

Como psicoterapeuta de salud mental, he visto cómo los desafíos no abordados (como el trauma, la ansiedad o la depresión) suelen transmitirse, no solo geneticamente, sino también a traves del silencio, el estrés y ciertos patrones de comportamiento. La realidad es que muchas familias cargan con un dolor emocional que nunca logran reconocer plenamente.

Esto no se trata de culpar a nadie. Se trata de hacer visible lo que ha estado oculto. Padres que no tuvieron la oportunidad de aprender a manejar sus propias emociones pueden, sin querer, criar hijos que también tienen dificultades para lidiar con el estrés. Un padre o madre que creció solo con frases como “aguántate si eres fuerte” y nunca habló ni reconoció sus emociones, podría criar hijos que también tienen dificultad para abrirse y que reprimen sus sentimientos. No es porque no les importe, sino porque nunca tuvieron el ejemplo de ser vulnerables. Estos patrones suelen pasar desapercibidos y se normalizan, hasta que alguien en la familia logra romper el ciclo.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Aquí te ofrezco algunos pasos básicos pero prácticos que puedes comenzar a implementar:

Primero, habla más abiertamente sobre las experiencias emocionales dentro de tu familia—no solo en momentos de crisis, sino como algo regular y rutinario. Es clave crear una cultura en la que sea normal hablar de cómo nos sentimos y por qué, y donde esos sentimientos sean reconocidos, no ignorados ni invalidados.

Segundo, mira la terapia como una herramienta proactiva, no solo como un último recurso. La terapia no es solo para cuando todo se está desmoronando. Tambien puede ser un espacio estratégico para aprender, sanar, desarrollar habilidades emocionales y comprendernos mejor.

Tercero, cambia tu forma de pensar de “¿Qué te pasa?” a “¿Qué te pasó? ¿Y qué pudo haberle pasado a las personas que te criaron?” Este pequeño pero significativo cambio de perspectiva puede abrir la puerta a una empatía más profunda, una mejor comprensión y sanación.

Puede que no seamos responsables de las heridas que heredamos, pero sí tenemos el poder y deber de decidir que hacemos con ellas. La buena noticia es que los ciclos pueden romperse. Cuanto más dispuestos y preparados estemos para romper ciclos perjudiciales, no solo sanamos nosotros mismos, sino también las vidas de nuestras futuras generaciones. Todo comienza con conciencia, honestidad y compasión: con nosotros mismos y con quienes nos precedieron. ¡Es hora de comenzar a escribir nuevas historias!

(*) Maria Alayza es Consejera Licenciada en Salud Mental (LMHC) y Terapeuta Licenciada en Matrimonios y Familia (LMFT) en Florida. Tiene una licenciatura en psicología de University of Vermont, una maestría en consejería de Barry University, y es candidata a doctorado en Counseling en Florida Atlantic University.

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