Algunos antidepresivos pueden aumentar la sensibilidad al dolor
Estudio en ratones sugiere que la fluoxetina en la adolescencia puede aumentar la sensibilidad al dolor y reducir el peso en la adultez

Los investigadores encontraron que los usuarios de Lexapro, Paxil y Cymbalta tenían entre un 10% y un 15% más de probabilidades de ganar al menos un 5% de su peso inicial. Crédito: marevgenna | Shutterstock
Un estudio reciente publicado en el Journal of Psychiatric Research abre un nuevo capítulo en la discusión sobre los posibles efectos duraderos del uso de antidepresivos durante la adolescencia. Esta vez, el foco está en la fluoxetina comúnmente conocida por su nombre comercial, Prozac, uno de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) más recetados en el mundo, especialmente entre adolescentes y mujeres jóvenes. La investigación, liderada por el profesor Sergio Iñiguez de la Universidad de Texas en El Paso, revela que las consecuencias de este medicamento podrían extenderse más allá de su propósito original de regular el estado de ánimo, generando alteraciones en el procesamiento del dolor y en el peso corporal durante la edad adulta.
El estudio utilizó un modelo experimental con ratones hembra C57BL/6, una cepa estándar en investigaciones biomédicas por sus características genéticas y conductuales bien documentadas. Los investigadores dividieron a los animales en dos grupos, uno recibió fluoxetina diluida en el agua potable durante 15 días en la adolescencia entre los días 35 y 49 de vida, mientras que el otro solo consumió agua. La dosis fue ajustada a los niveles metabólicos de los ratones jóvenes, simulando de forma precisa el efecto terapéutico observado en humanos.
Tres semanas después del cese del tratamiento, ya en la adultez, los ratones fueron sometidos a una prueba de sensibilidad al dolor térmico. La herramienta empleada, conocida como “placa caliente”, consistía en medir el tiempo que tardaban en reaccionar ante una superficie caliente. Los resultados fueron concluyentes, los ratones que habían recibido fluoxetina durante la adolescencia reaccionaron más rápido, lo que indica una mayor sensibilidad al dolor, una condición conocida como hiperalgesia. Este hallazgo sugiere que el fármaco podría provocar modificaciones persistentes en los circuitos cerebrales encargados de percibir el dolor.
Además de la sensibilidad, los científicos observaron una disminución significativa en el peso corporal de los ratones tratados con fluoxetina. Desde el segundo día del tratamiento se evidenció una menor ganancia de peso, efecto que se mantuvo semanas después de finalizar la exposición al medicamento. A pesar de que podría pensarse que un menor peso afectaría la percepción del dolor, los investigadores señalan que la fluoxetina no modifica significativamente la actividad locomotora, por lo que es poco probable que este factor haya alterado los resultados del test.
Estos descubrimientos se suman a una serie de investigaciones que alertan sobre los efectos a largo plazo de los antidepresivos en etapas sensibles del desarrollo como la adolescencia. Durante esta fase, el cerebro especialmente regiones como la corteza prefrontal y la amígdala atraviesa procesos de maduración fundamentales para la regulación emocional y sensorial. Alterar los niveles de serotonina en esta etapa crítica podría tener repercusiones duraderas no solo en el estado de ánimo, sino también en cómo el cuerpo percibe el dolor o regula funciones básicas como el apetito.
El profesor Iñiguez, autor principal del estudio, expresó su preocupación sobre el incremento de prescripciones de ISRS como la fluoxetina entre adolescentes, particularmente en niñas. Durante la pandemia de COVID-19, el acceso limitado a la atención psicológica presencial impulsó el uso de estos medicamentos como respuesta a la creciente demanda de atención en salud mental. Sin embargo, este estudio pone de relieve que los beneficios terapéuticos deben sopesarse cuidadosamente frente a posibles consecuencias no deseadas.
Aunque estos resultados provienen de un modelo animal y no pueden extrapolarse directamente a los seres humanos sin estudios adicionales, ofrecen una advertencia importante. Los investigadores planean analizar ahora los marcadores moleculares relacionados con el dolor en regiones específicas del cerebro, como el hipotálamo y la corteza prefrontal, con el fin de entender mejor cómo los ISRS pueden reconfigurar la actividad neuronal en etapas formativas. Mientras tanto, este estudio aporta un argumento más al debate sobre el uso extendido de antidepresivos en jóvenes, destacando la necesidad urgente de evaluar sus efectos a largo plazo desde una mirada integral.
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