¡No es que sean superhéroes! Conoce una enfermedad que padecen muy pocos y les impide tener miedo
La producción del miedo en el organismo humano comienza en el cerebro, específicamente en la amígdala. ¿Qué pasa si ya no las tenemos?
¿Riesgo, sin miedo o falta de amígdalas? Crédito: hpphtns | Shutterstock
No es que sea un superhéroe o sea más valiente que los demás, es una rara condición que adquirió Jordy Cernik tras ser sometido a una cirugía. Este británico se sometió a la eliminación de sus glándulas suprarrenales debido al síndrome de Cushing. Después del tratamiento experimentó una ausencia total de miedo.
Saltó en paracaídas desde un avión, se lanzó en tirolesa desde el puente Tyne en Newcastle, Inglaterra, y descendió en rapel por el edificio Shard en Londres, todo ello sin sentir la más mínima aceleración del pulso, apunta del caso BBC Mundo.
Aunque Cernik empezó a ser consciente de la situación que atravesaba en un viaje a Disneylandia en 2012, cuando se subió a una montaña rusa y no sintió nada de miedo.
Síndrome de Cushing y sus efectos
El síndrome de Cushing provoca un exceso de cortisol en el cuerpo, induciendo ansiedad. La extirpación de las glándulas suprarrenales en Cernik redujo drásticamente su ansiedad; sin embargo, también afectó su capacidad para sentir miedo, lo cual plantea importantes cuestiones sobre la conexión del cortisol y la emoción del miedo.
La experiencia de Cernik es poco común, pero no única, reseñan.
Quizás le resulte familiar a quienes viven con la enfermedad de Urbach-Wiethe (también conocida como proteinosis lipoidea), un trastorno genético tan rara que solo unas 400 personas han sido diagnosticadas.
Enfermedad de Urbach-Wiethe
Este trastorno genético, que afecta a una pequeña población, provoca la destrucción de la amígdala, el área del cerebro asociada con el miedo. La enfermedad de Urbach-Wiethe está causada por una única mutación en el gen ECM1, que se encuentra en el cromosoma 1.
El ECM1 es una de las muchas proteínas cruciales para el mantenimiento de la matriz extracelular (ECM en sus siglas en inglés), una red de soporte que mantiene las células y los tejidos en su lugar. Cuando el ECM1 se daña, el calcio y el colágeno comienzan a acumularse, causando la muerte celular, advierten.
Y una parte del cuerpo que parece ser particularmente vulnerable a este proceso es la amígdala, una región del cerebro con forma de almendra que desde hace tiempo se cree que desempeña un papel en el procesamiento del miedo.
Un caso notable es el de “SM”, sometida a investigaciones científicas en la Universidad de Iowa desde mediados de la década de 1980. Participó en numerosos estudios que confirmaron la relación entre la amígdala y la percepción del peligro, reflejando similitudes en la experiencia de Cernik.
Cuenta Justin Feinstein que, principios de la década de 2000, cuando era estudiante de posgrado se unió al equipo y comenzó a buscar maneras de asustar a SM.
“Le mostramos todas las películas de terror que pudimos encontrar”, recordó Feinstein, ahora neuropsicólogo clínico en el Colectivo de Investigación de Flotación, que promueve la Terapia de Estimulación Ambiental Reducida por Flotación como tratamiento para el dolor, el estrés, la ansiedad y afecciones relacionadas.
Pero ni “El proyecto de la bruja de Blair” ni “Aracnofobia” ni El Resplandor” ni “El silencio de los inocentes” le provocaron miedo. Ni siquiera una visita al Sanatorio de Waverley Hills, una espeluznante casa embrujada, surtió efectos, recoge BBC el relato.
“La expusimos a amenazas reales como serpientes y arañas. Pero no solo mostró una marcada falta de miedo, sino que no pudo evitar acercarse a ellas”, explica Feinstein.
Comprensión del miedo
Los hallazgos de la investigación sobre ambos casos sugieren que no todos los miedos son procesados de la misma manera en el cerebro.
La producción del miedo en el organismo humano comienza en el cerebro, específicamente en la amígdala, una estructura del sistema límbico fundamental para reconocer amenazas y procesar las emociones. Cuando esta percibe una amenaza, envía una señal al hipotálamo, que activa el sistema nervioso y endocrino para liberar hormonas y neurotransmisores como cortisol, adrenalina y noradrenalina.
Estas sustancias preparan al cuerpo para una respuesta rápida, acelerando la respiración y el ritmo cardiaco para suministrar más oxígeno a los músculos y órganos vitales, lo que se conoce como la respuesta de lucha o huida.
El miedo también implica otras áreas cerebrales, como el hipocampo, que almacena memorias relacionadas con experiencias de miedo, y la corteza cerebral, que regula conscientemente la respuesta emocional.
Además, hay una base molecular y genética, donde ciertas proteínas y genes influyen en la intensidad y regulación del miedo y la ansiedad.
En conjunto, este proceso es una respuesta automática diseñada para la supervivencia, aunque en ocasiones puede generar trastornos como el estrés postraumático si se activa sin una amenaza real.
Implicaciones evolutivas
La historia de Cernik y la investigación sobre SM invitan a reflexionar sobre la función del miedo en la evolución humana. Si bien el miedo es fundamental para la supervivencia, su ausencia en ciertas circunstancias presenta un caso para discutir la necesidad del miedo en la vida moderna, especialmente en sociedades donde los peligros físicos son menores.
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