Enemigos de EEUU
Todos los esfuerzos del presidente Obama para revitalizar la alicaída economía nacional parecen estar destinados al fracaso. Y no sólo porque los republicanos están empeñados en ponerle todo tipo de obstáculos al mandatario, sino porque dentro del mismo Partido Demócrata hay legisladores que, con tal de asegurar su reelección, se han pasado del otro bando, como ocurrió en la reciente votación del Senado sobre el plan de la Casa Blanca para crear empleos.
La propuesta de Obama, anunciada con bombos y platillos el mes pasado, obtuvo solamente 50 votos, diez menos de los 60 que necesitaba para ser aprobada.
Entre quienes le negaron su voto están los senadores demócratas Ben Nelson, de Nebraska, Jon Tester, de Montana e incluso el líder de la mayoría, Harry Reid, de Nevada. Todos argumentaron que su decisión obedeció a que no desean arriesgar sus escaños, puesto que el plan de Obama ha sido objeto de severos ataques, por parte de quienes piensan que el papel del gobierno se debe reducir al máximo.
A grandes rasgos, la propuesta consiste en incrementar el gasto público en 175 mil millones de dólares para crear obras de infraestructura y ayudar así a la generación de empleos. El plan ofrece también 272 mil millones de dólares en recortes de impuestos para individuos y negocios.
Aunque muchos legisladores de ambos partidos habían manifestado que apoyarían la propuesta, finalmente las razones políticas se impusieron. En el caso de los republicanos, pesó más el hecho de que estamos a sólo 13 meses de la elección presidencial y no quieren que Obama se vea bien. Piensan, seguramente, que si la economía mejora, las posibilidades de que el mandatario se reelija aumentarán. Poco les importa la recuperación económica o el hecho de que más de 14 millones de estadounidenses estén desempleados y que la otrora clase media vea cada vez más lejos la esperanza de recuperar el estatus que alguna vez tuvo.
La misma indiferencia se aplica a los demócratas que hicieron a un lado sus supuestos principios con tal de salvar sus cargos.
Pese a que el presidente ha subrayado que no se dará por vencido y que en las próximas semanas continuarán las negociaciones, la gente empieza a perder la paciencia.
En este sentido, el movimiento de los indignados que empezó en Nueva York podría cobrar mayor importancia si quienes participan en él superan los ataques de quienes los califican de antipatriotas y logran despertar la conciencia sobre la urgencia de un cambio, no sólo en Wall Street sino entre la clase política.
Hasta ahora, las manifestaciones de protesta han tenido éxito en enfatizar que la crisis del país tiene su origen en la avaricia ilimitada de los banqueros.
Pero deben señalar, igualmente, que gran parte de la responsabilidad está en Washington, donde abundan los políticos que, por defender sus intereses, han permitido los abusos de unos cuantos en detrimento de las mayorías. Ellos, junto con la mayoría de las corporaciones, son los verdaderos enemigos del país.