Residentes y ciudadanos de EEUU varados en Perú y sin saber cuándo regresarán
El gobierno estadounidense no les ha dado ningún apoyo para repatriarlos, solo viajar en costosos vuelos privados
Cuando a principios de marzo, Libia Alfaro Sánchez abordó el avión en el aeropuerto de Los Ángeles con destino a Perú, no imaginaba que se iba a quedar varada en su país de origen por tiempo indefinido a causa de la epidemia del coronavirus.
“Me siento muy frustrada. Nosotros esperábamos más ayuda de la Embajada de Estados Unidos y de nuestro mismo consulado a través de vuelos humanitarios, pero no hemos visto acción”, dice.
Es mucha la gente de California y otros estados norteamericanos – dice – los que están varados en Perú, sin saber cuándo regresarán.
Es tanta la desesperación que se creó un grupo en Facebook llamado Americans Stuck in Perú que ya tiene 5,700 miembros con personas atrapadas en el país andino. En ese foro, los varados se desahogan, piden consejo y se apoyan unos a otros.
Vuelos imposibles de pagar
La única opción que le dio a Libia la embajada de EEUU en Lima, Perú, fue tomar un vuelo privado con otros pasajeros hasta Miami por un costo de $2,400 dólares por persona.
“Imposible pagar ese dinero. Esa no es ninguna ayuda”, dice.
Libia vive en la ciudad de Los Ángeles desde hace 25 años. Es una residente permanente de EEUU que se dedica al cuidado de personas en el hogar.
Cuando le avisaron que su padre iba a tener una cirugía de emergencia en Perú, no la pensó dos veces y se montó en un avión el 3 de marzo. “Mi familia pensaba que mi papá no iba a sobrevivir porque tiene diabetes y alta presión”, explica.
En ese momento, el coronavirus no era una amenaza pública en Estados Unidos.
Libia pasó las dos primeras semanas de marzo, llevando a su papá a sus citas médicas y ayudándolo en su recuperación.
Pero la vida le cambió de un día para otro, cuando se anunció el primer caso de coronavirus en Perú; y el 13 de marzo, el presidente Martín Vizcarra anunció que los extranjeros tenían dos días para salir del país.
“El aeropuerto se volvió un caos. Se cerraron fronteras y se canceló todo tipo de transportación aérea, marítima y por tierra”, dice Libia.
Se estableció además un toque de queda por 15 días.
“Yo estaba toda asustada, más cuando después de los primeros 15 días de cierre, vinieron otros 15 días más, y luego se extendieron a 15 más. Ya llevamos 55 días en estado de emergencia”.
Sin trabajo
Libia tenía su boleto de regreso a Los Ángeles para el 25 de marzo. Pero al cancelarse los viajes, la compañía Copa Airlines le mandó un comunicado, avisándole que podía usar su boleto hasta finales de diciembre del año 2021.
Sin embargo, ella ya quiere regresar a EEUU: “Mi vida está hecha en Los Ángeles. Yo vine aquí con un presupuesto por un mes, y con algo extra para una emergencia. Ya he estirado la liga hasta lo más mínimo. El 3 de junio voy a cumplir tres meses en Perú”.
Y está preocupada por su trabajo. “Tengo una persona que me está esperando para cuidarla en Los Ángeles, pero no sé cuánto tiempo más voy a estar aquí. No sé qué va a a pasar”.
Como consecuencia de no tener ingresos, ya no pudo pagar su renta de abril y mayo, ni podrá dar el alquiler de junio del departamento que alquila en Los Ángeles. “Le he explicado al rentero. Por dicha, ha decidido esperarme con los pagos porque siempre he sido puntual, y no es que no le quiera pagar”, dice.
En Perú, el coronavirus ha golpeado a su familia. “Mi abuelito materno de 92 años se contagió y murió el 5 de mayo”.
Pero también enfermaron de la pandemia su mamá, su hermano, una prima y hermana. Todos viven juntos, y con ellos el abuelo fallecido.
A su padre que operaron en marzo, tiene más de un mes que no lo ve. “Solo nos vemos por videollamada. Antes, semanalmente, yo iba a llevarle víveres. Cuando mi abuelito materno enfermo de coronavirus ya no pude ir, para no exponerlo”, dice.
“Es triste”, dice, “estoy cerca de mi familia y a la vez lejos”.
No faltó quien dijera que ella había llevado el COVID-19 a su familia al viajar de EEUU a Perú. “A mi me hicieron la prueba, y salí negativa al virus”.
No se expongan
Debido a que la casa de su madre es muy pequeña y viven muchas personas ahí, ella rentó un departamento en Lima para las tres semanas que iba a pasar allá.
“Uno hace sus planes, pero ahora sí que con esta experiencia se confirma la frase, si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.
Libia, quien vio de cerca como el coronavirus mató a su abuelo, dice que el COVID-19 es una enfermedad muy fea: “Te pega una agitación en los pulmones que en mis años de trabajar con ancianos que sufren de obstrucción pulmonar crónica, nunca había visto”.
Así que pide a los angelinos, que se queden en su casa, y si no necesitan salir, no lo hagan. “Sin salud no tienes nada. A nadie le deseo tener el coronavirus. Es indescriptible”, agrega.
Libia solicitó ayuda al gobierno norteamericano para regresar a Estados Unidos. “Somos muchos ciudadanos y residentes varados en Perú que pagamos impuestos y necesitamos ayuda. ¿Por qué no utilizan los aviones militares para llevarnos de regreso? Estamos hablando de una gran potencia”.
Su única esperanza para regresar está cifrada en que la epidemia ya llegó al pico del contagio en Perú, y se ha anunciado que el cierre de emergencia termina el 24 de mayo.
“Acá las medidas contra el coronavirus fueron más estrictas que en Estados Unidos. Solo se permitió la apertura de farmacias, bancos, supermercados y mercado regulares. Recién el lunes se empezaron a abrir los restaurantes, pero únicamente para comprar comida para llevar”, señala.
Pero a pesar del proceso gradual de reapertura, Libia se siente muy estresada: “Estamos en el limbo. No sabemos qué va a pasar y cuándo podré regresar a Los Ángeles”.
Planes arruinados
José Paredes, un peruano radicado en Nueva Jersey, viajó el 5 de marzo a Lima para tomarse unas vacaciones por casi un mes y visitar a su familia.
Pensaba viajar a la ciudad de Trujillo donde nació, ir a ver a su abuela en San Jacinto, pero sus planes fueron arruinados por la pandemia.
Jamás pensó que se quedaría atrapado en Perú, y peor aún que su padre iba a morir inesperadamente de coronavirus, sin que él pudiera asistir a sus funerales en EEUU.
“Mi papá tenía 69 años. Era mecánico de máquinas industriales de limpieza. Estaba saludable y activo cuando adquirió el virus y lo perdimos”, dice.
Quiso regresar de inmediato para despedir a su padre, pero el alto costo de un vuelo privado se lo impidió.
Pero no todo quedó ahí, su padre contagió a su madre y a su único hijo de 13 años. Por fortuna, ellos se están recuperando de la enfermedad.
“La muerte de mi papá me afectó bastante. He tenido mis momentos de debilidad en este encierro, solo a la distancia”.
José, de 42 años de edad, es un veterano de la Guerra de Irak. Fue parte del Cuerpo de Marines de EEUU por diez años.
Él viajó a Perú a través de la compañía United Airlines. “Me han estado llamando para modificarme la fecha de regreso. Originalmente mi salida era para el 31 de marzo. Me lo cambiaron para el 4 de mayo, y después para el 7 de julio. También me dijeron que me van a dar un reembolso”.
Cuenta que su experiencia como militar le ha ayudado a soportar la cuarentena y a lidiar con su problema de ansiedad y el trauma de la postguerra.
“Me pongo a escuchar música, ver televisión, salgo al balcón y junto con mi prima, cantamos y aplaudimos”, revela.
Pero dice que ya le empieza a afectar la falta de sus medicamentos. “No puedo estar quieto, tengo que estar caminando”.
Frustración y enojo
Jorge Seminario, un peruano naturalizado ciudadano estadounidense, jubilado del Departamento del Sheriff del condado de Los Ángeles se encuentra atrapado junto con su esposa y su cuñada en Lima, Perú.
“Estamos aquí desde el 11 de marzo y nuestra fecha de regreso era el 12 de abril”, dice Jorge quien reside en la ciudad de Thousand Oaks en el condado de Ventura, y viajó a su país natal para pasear.
“Pensamos que el cierre de aeropuertos se tomaría un par de semanas, pero esto se prolongó; y la línea aérea LATAM (de Chile) nos canceló el vuelo de regreso dos veces”.
Ahora – dice – han anunciado que el aeropuerto lo abrirán a vuelos internacionales la tercera o cuarta semana de julio.
Jorge se siente frustrado por dos cosas: LATAM ofreció darle un reembolso por la cancelación de su vuelo, que terminó siendo solo 34 dólares. “Tenemos que pagar la diferencia de lo que me cueste el vuelo”.
Pero su mayor frustración es que el gobierno de EEUU no ha permitido que los vuelos humanitarios sin costo alguno de la organización no lucrativa Warrior Angels Rescue aterricen en EEUU. “La única opción que nos dan es que paguemos un vuelo de 2,049 dólares hasta Miami por persona”.