Ambiente festivo y de defensa patria
Delegaciones estatales exhiben sus particularidades en medio del trabajo político
TAMPA, Florida.- Los delegados se van congregando en el piso de la convención con sus trajes estrafalarios, sombreros con los colores de la bandera, adornados con calcomanías, collares y botones políticos desde un par de horas antes del comienzo de la sesión oficial.
Algunas delegaciones son fáciles de identificar.
La de Texas, por ejemplo, viste un emblemático uniforme: pantalón kaqui, camisa azul, sombrero tejano blanco, todo adornado con grandes hebillas y otra joyería de plata.
Los de Puerto Rico, que han logrado un buen puesto a la derecha del escenario, y que eligen al nominado, aunque los residentes en la isla no votan en la elección presidencial allá, van trajeados como ejecutivos y son los únicos que hablan libremente español. Los veteranos, con sus medallas y sombreros militares, son fáciles de identificar y llevan siempre sus mejores galones.
Son cerca de 5,000 delegados de los 50 estados, en su mayoría elegidos a lo largo de largos meses de elecciones primarias. Algunos son activistas del partido a nivel local y otros son políticos electos, consultores, empresarios.
Cuando llegan aquí, con pocas excepciones como algunos delegados del excandidato Ron Paul que se salieron ayer del piso en protesta por reglas con las que no estaban de acuerdo, están unidos en torno al candidato que van a confirmar. Estar aquí es una recompensa a su trabajo partidario y una forma de generar emoción entre la base para que se trabaje en pos de la elección de su candidato. “Estamos aquí, unidos para un cambio que el país ocupa. Para enfrentar la crisis económica que tenemos..aquí se siente la electricidad, estamos todos contentos porque de aquí salimos sabiendo lo que tenemos que hacer en estos 69 días que faltan para el 6 de noviembre y para elegir a Mitt Romney presidente”, dijo Luis Alvarado, delegado por California y residente de Pico Rivera.
Cuando se acerca la hora de iniciar la sesión los delegados corren a sus asientos. Al escenario marcha un pequeño contingente de veteranos amputados cargando banderas. El suelo de la convención se paraliza mientras se escucha con reverencia el himno nacional y se recita la promesa de fidelidad (pledge of allegiance).
En la Mezzanina, los delegados comen hot dogs, hamburguesas, ensaladas y compran cantidades inagotables de camisetas con eslogans políticos y los nombres de los candidatos, gorritos con un dibujo rojo del elefante símbolo republicano- , calcomanías y botones con un guante de beisbol “mitt”, que en inglés es el nombre de Romney. “Estamos vendiendo sin parar”, comentó Caroline, quien trabaja la caja. “Botones, camisetas, toallas de playa y hasta forros para teléfonos”.
Miles de periodistas pululan por los pasillos, buscando historias humanas, políticas o de color. En el Centro de Convenciones, adyacente al Tampa Bay Forum donde son los discursos, miles de reporteros tienen su espacio de trabajo, divididos en grandes salones, dependiendo de para quien trabajen o de donde vienen.
En el Centro para la Prensa Extranjera, en el tercer piso, están los corresponsales de los medios mexicanos, italianos, españoles, argentinos, japoneses. Es uno de los pocos grupos que tienen oradores a diario. En una sesión memorable, el sheriff de Arizona, Joe Arpaio, habló durante alrededor de media hora, de su gran carrera como agente de la DEA en América Latina: otra vida, cuando era policía de verdad, comentaba luego entre colegas el corresponsal de Proceso, Jesús Esquivel.
Entre los reporteros mexicanos, que son los que más lo interrogan, y Arpaio, corre un chiste. “Aquí todos son de México”, dice Arpaio. “Somos legales”, dice uno de ellos. “Ja, Ja. No se preocupen si son ilegales, no les voy a hacer nada”. Arpaio ama a los medios, que lo han hecho famoso.
La fiesta sigue, las sesiones son largas e interminables. Al salir, hay reuniones en los bares y la fiesta sigue hasta el amanecer.