Camiones: el dolor de cabeza de los vecinos de Wilmington
El cierre de una vía para este transporte, envía a los pesados vehículos cerca de viviendas, donde los vecinos hoy se quejan de extremo ruido y contaminación

La avenida Drumm y el bulevar Lomita, en Wilmington, son dos de las vías más transitadas por los camiones de carga. / FOTOS: Jorge Luis Macías. Crédito: Impremedia
Los camiones de carga pasan y pasan sin parar en una calle estrecha de Wilmington. No importa que sea lunes o sábado, temprano o tarde, los inmensos vehículos de 18 ruedas transitan haciendo ruido y alzando polvo. Los residentes de dicha zona al sur de Los Ángeles dicen ya estar hartos de esta situación.
Todo esto sucede sobre la avenida Drumm, una calle de menos de media milla, donde desde 2019 los camiones empezaron a transitar luego del cierre de la ruta que solían tomar.
“[Con el cambio] de pronto se vino un troquerío en nuestra calle”, comentó a La Opinión la señora Nancy González, quien vive en la intersección de la avenida Drumm y Colon.
“Los camioneros le han chocado dos veces sus carros a mis vecinos; los tienen bien parchados de tanto golpe”.
Cuenta que la congestión se ha agravado a tal punto que tiene temor que un camión vaya a causar un accidente al autobús que transporta a su hijo, Juan Monsiváis González de 22 años y quien tiene síndrome de Down.
“En la banqueta no hay ni una rampa para personas con necesidades especiales”, dijo.
“Cada mañana que viene el chofer para llevar a mi hijo al programa donde lo entrenan para que tenga un trabajo, los camioneros le suenan el claxon para que se mueva rápido y ponen en peligro su vida y la de los demás niños que viajan en ese autobús”.
Su madre dice que Juan también sufre de debilidad en ambos pies; los tiene chuecos. Y como no usa silla de ruedas, a su madre y a su padre, José Rivera, de Huanímaro, Guanajuato, les cuesta mucho tiempo y esfuerzo bajarlo del autobús y llevarlo con seguridad a la casa donde han vivido por 15 años.
González dice que durante la pandemia, la presencia de los pesados vehículos era ocasional sobre la avenida Drumm pero, en la actualidad, el tránsito de los camiones se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para todos los residentes.

¿Cómo empezó este problema?
El barrio aledaño a la avenida Drumm solía ser un lugar tranquilo; no obstante, los vecinos sufren hoy las consecuencias del cierre de un cruce ferroviario privado, que pertenece a Burlington Northern & Santa Fe Railway (BNSF) y que se había usado por más de un siglo.
El 28 de marzo de 2016, una de sus locomotoras chocó con un camión y un remolque que se habían detenido en un cruce. Cuatro meses después, un tren de carga con 11 vagones chocó con otro camión grande que se detuvo en el mismo lugar.
Cabe resaltar que donde termina la avenida Drumm, hay una pequeña colina que colinda con el bulevard Lomita, una de las principales vías de Chandler’s Sand and Gravel Co., que alquila la propiedad a ITS ConGlobal —una empresa con sede en Illinois que mantiene y almacena contenedores de envío.
Luego de los choques, se alega que BNSF pidió la intervención de la Comisión de Servicios Públicos de California (CPUC) y que el cierre del cruce fue aprobado por uno de sus miembros.
La oficina del concejal Joe Buscaino quien representa al Distrito 15, que incluye la zona de Wilmingtona afirmó: “Nosotros le pedimos y le rogamos que no cerrara el cruce; sabíamos del impacto podría ser negativo”, dijo Branimir Kvartuc, director de comunicaciones y asesor del representante Joe Buscaino, del Distrito 15 de la ciudad de Los ángeles, que incluye a Wilmington. “Desde hace cuatro años tratamos de evitar el cierre”.
Se alega también que la CPUC decidió que la única solución era reducir el tráfico en el bulevar Lomita. Así que se movieron para convertir el camino y evitar que los camiones cruzaran una serie de vías de tren en la calle Alameda.
La opción a la que nadie se opuso fue la rampa de salida desde ITS ConGlobal, directamente hacia la avenida Drumm.
Un artículo de Los Angeles Times sobre este tema, señala que el cambio en la ruta de los camiones se dio por una serie de decisiones de agencias estatales, federales y por empresas privadas.
“Luego de que una subvención de transporte fuera negada y de que una ruta de camiones fuera cerrada, se construyó un camino de entrada, pensando que iba a tener solo un pequeño efecto pero no fue así”, indica el texto.
Wilmington es un vecindario que se ubica en la región del puerto de Los Ángeles, que cubre 9.14 millas cuadradas. Tiene una gran concentración de industrias y el tercer campo petrolero más grande de EE.UU.
La ciudad de 52,906 personas, donde el 90% es hispano —particularmente de origen mexicano y guatemalteco— 5.05% es anglosajón, 2.09% es asiático y 1.56% es afroamericano, comparte límites con Carson al norte, Long Beach al este, San Pedro al sur y oeste, y al noroeste con Harbor City.

Problemas a la salud
Con el constante paso de los camiones, “el exceso de polvo [que levantan] me causa alergias”, dijo Carmen, una mujer retirada de 70 años quien prefirió mantener en reserva su apellido. La mujer, que vive entre la calle O y la avenida Drumm, dice: “Este problema que estamos viviendo es fuerte y muy molesto”.
El día de la entrevista, a la venta de garaje de la señora Carmen se acercó poca gente. Además, se pudo percibir la pestilencia del diésel quemado que flota en el aire y el polvo que levantan los camiones, que cae y se acumula sobre los autos, jardines, puertas y ventanas de las casas alrededor, donde viven familias de clase trabajadora.

“Yo antes iba al lavado de autos, pero ahora ni pensarlo”, declaró Carmen, quien ha vivido durante 40 años en ese vecindario. “Lo limpio por completo y en pocas horas ya está completamente sucio”.
En efecto, la totalidad de los automóviles estacionados a media milla a la redonda de donde se encuentra la compañía de carga de contenedores, ITS ConGlobal Industries Inc., ubicada en el 1711 Alameda St., , están cubiertos de polvo. Y es que el acceso norte por la avenida Blinn en dirección al bulevar Lomita no está pavimentado.
“Mi garganta se reseca mucho; a veces me duele de tanto toser”, se quejó la septuagenaria nacida en Michoacán, México. “Los camiones levantan demasiado polvo todos los días y cuando llueve crean un lodazal increíble”.
Ningún representante de la compañía de carga respondió a una solicitud de entrevista por parte de este diario.
“La contaminación que afecta a las vías respiratorias es lo más cercano que se relaciona con el cáncer, otras complicaciones y otras enfermedades”, dijo a La Opinión el doctor Ilan Shapiro, oficial de asuntos médicos de Altamed. “Sabemos que las comunidades que viven alrededor de carreteras o cerca de lugares donde la calidad del aire es pésima, tienen más riesgos”.
Por lo anterior —dijo—se debería tratar de evitar el contacto con estas formas de contaminación ambiental, cerrando ventanas y asegurarse de tener en casa filtros de aire adecuados y limitar actividades en el exterior.
“Ojalá que un futuro no muy lejano tengamos camiones de transporte de gas natural o eléctricos”, expresó Shapiro.

¿Cuáles son las posibles soluciones?
Los residentes creen que la solución más rápida es que el bulevard Lomita reabra a la calle Alameda. No obstante, un estudio no lo recomienda por el embotellamiento que habría además de un alto riesgo de choques.
Por otro lado, la compañía de contenedores solicitó —por ley— una salida a sus camiones de carga hacia una vía pública para el transporte de mercancías provenientes del Puerto de Los Ángeles.
La respuesta del Departamento de Ingeniería de la ciudad de Los Ángeles fue aprobar que el pesado tránsito vehicular circulara directamente hacia la avenida Drumm.
En esta decisión ni siquiera pudo intervenir la oficina del concejal Buscaino. Y los residentes de Wilmington dicen que tampoco fueron consultados.
“La decisión no contó con nuestra bendición; no es que no se haya tomado en consideración [a la gente]. No había ninguna otra opción para resolver el problema; la ciudad podía haber enfrentado demandas”, dijo la oficina del concejal Buscaino.
“Cuando construyeron [la rampa] la ciudad estaba enfocada en otras prioridades, pero al final, fue el estado el que cometió el error”.
¿La solución?, se preguntó a la oficina de Buscaino.
“Construir un puente sobre las vías del tren en el bulevar, que tendrá un costo de $350 millones.
¿Y quién pagara por los gastos médicos de las personas cuando se enfermen?, cuestionó La Opinión.
Para eso no nadie parece tener respuesta.