Rice, una diplomática atípica marcada por Libia y Ruanda
Susan Rice, quien renunció hoy a ser considerada para el cargo de secretaria de Estado de EE.UU., es una diplomática atípica con un carácter firme y una carrera marcada por el genocidio en Ruanda y herida por la polémica sobre Libia.
Washington.- Después de más de dos meses de tensas acusaciones de congresistas republicanos, Rice, de 48 años, comunicó hoy al presidente estadounidense, Barack Obama, que no aspirará a reemplazar a Hillary Clinton al frente del Departamento de Estado.
Obama aceptó su decisión, elogió su trabajo, anunció que la mantendrá en su cargo actual, como embajadora de EE.UU. ante la ONU, durante su segundo mandato y lamentó los ataques “injustos y engañosos” que ha sufrido en las últimas semanas.
El atentado del pasado 11 de septiembre al consulado de EE.UU. en Bengasi (Libia), en el que murieron cuatro estadounidenses, se ha convertido en el talón de Aquiles de esta experta en África que comenzó su carrera política en la administración de Bill Clinton (1993-2001).
Su aparición en varias cadenas de televisión días después del ataque para defender una versión de los hechos que más tarde resultó incorrecta la ha convertido en cabeza de turco de la bancada republicana, insatisfecha con la explicación oficial del Gobierno.
“Ni yo ni nadie más en la administración trató de engañar al pueblo estadounidense en ninguna etapa de este proceso”, aseguró Rice a finales de noviembre, cuando se reunió con varios senadores para ofrecer unas explicaciones que no disiparon las críticas.
Las dificultades de Rice para convencer a los legisladores han sorprendido a su círculo cercano, que conoce bien su carácter firme y tajante, el mismo que la lleva a querer dominar los debates en la ONU y que le ha valido cierta fama de brusca e incluso mandona.
“No es una diplomática típica. No tiene mucha paciencia con las estupideces, y no veo por qué debería tenerla”, dijo a The Washington Post Ed Luck, un exasesor del secretario general de la ONU.
Ese carácter de “profesora de colegio”, como lo definió un diplomático del Consejo de Seguridad delante de ella en una ocasión, de acuerdo con el diario, se compensa según sus asesores con una eficaz y apasionada defensa de sus posiciones y un lado sonriente y cercano que despliega con quienes la conocen bien.
Su temple no ha impedido que EE.UU. viera rechazados una y otra vez sus intentos de aprobar resoluciones sobre Siria en el Consejo de Seguridad, aunque sí fue clave, según el Gobierno de Obama, para aprobar la resolución de ese órgano que permitió ataques aéreos en Libia durante las revueltas contra Muamar el Gadafi en 2011.
“Eso no habría ocurrido si esa caricatura que han pintado de ella fuera verdad”, indicó al Post la exjefa de personal de Rice Brooke Anderson.
De haberse convertido en secretaria de Estado, Rice habría seguido los pasos de su mentora, Madeleine Albright, que fue embajadora ante la ONU antes de pasar en 1997 a dirigir la diplomacia estadounidense.
Precisamente gracias al apoyo de Albright, muy amiga de su madre, Rice se convirtió en secretaria de Estado adjunta para África cuando sólo tenía 32 años.
Aún era más joven cuando trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca de Bill Clinton, en un cargo que le permitió en 1994 conocer los horrores del genocidio en una visita a Ruanda, fracturada entre hutus y tutsis ante la impasibilidad occidental.
“Me juré a mí misma que si alguna vez me enfrentaba a una crisis como esa de nuevo, me pondría del lado de tomar medidas drásticas, con el uso de toda la fuerza si fuera necesario”, señaló Rice en una entrevista con The Atlantic Monthly en 2000.
Su empatía con la miseria en Ruanda y Sudán contrasta con el ambiente adinerado en el que creció, hija de un miembro del consejo de gobernadores de la Reserva Federal y una experta en educación.
Estudió en el prestigioso instituto National Cathedral School de Washington, el mismo de las hijas de Albright, y más tarde en la Universidad de Stanford, donde conoció a su esposo, el productor de televisión canadiense Ian Cameron, con el que tiene dos hijos.
Tras la licenciatura recibió la afamada Beca Rhodes, con la que estudió un máster y un doctorado en la Universidad de Oxford, para después entrar casi directamente en el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, en 1993.
Tenía una fortuna de entre 23 y 43 millones de dólares en 2009, según la última estimación del Center for Responsive Politics, una entidad sin ánimo de lucro que recopila datos económicos oficiales.