Se dirigía a un concierto y terminó en estado vegetal en un hospital
Una madre latina fue víctima inocente de una persecución policíaca. La hija mayor se ha convertido en padre y madre para sus dos hermanos menores; la familia pide apoyo
Yolanda Reyna Mercado, una madre de tres hijos nunca llegó al concierto de Los Temerarios al que se dirigía; fue víctima inocente de una persecución policial a alta velocidad
La madre de familia lleva mes y medio en estado de coma, y su hija mayor, que ha quedado a cargo de sus dos hermanos pide ayuda urgente para solventar los gastos médicos.
Desde el 16 de febrero, Yolanda, de 43 años y originaria de Aguascalientes, México, está recluida en una cama del hospital de Studio City. Su hija Julisa pide ayuda económica, a través de una cuenta de GoFundMe.
El automóvil Sion de Yolanda fue embestido brutalmente por el lado donde ella manejaba entre las avenidas San Pedro y Gage, en el sur centro de Los Ángeles. Agentes de la estación 77 del LAPD perseguían a toda velocidad a un sospechoso del robo de una camioneta GMC negra.
Como parte de su investigación, el LAPD publicó un video del violento accidente.
La policía recibió un reporte de LoJack, que es un sistema de recuperación de vehículos robados que funciona con batería y que ayuda a las fuerzas del orden público a rastrear y recuperar vehículos robados. La camioneta robada estaba en una base de datos de las autoridades.
La persecución que comenzó entre la calle Main y la avenida Florence duró poco más de un minuto.
Alrededor de las 7:40 de la noche, en un momento, el sospechoso Dashawn Sutton, de 43 años de edad, pretendió detenerse, pero enseguida aceleró y se alejó a toda velocidad.
En cuestión de segundos comenzó la cacería a alta velocidad y después de pasarse un semáforo en rojo, Sutton chocó con el automóvil de Yolanda, el cual, como consecuencia del fuerte impacto se estampó en un poste.
La camioneta robada quedó inutilizada, el sospechoso saltó e intentó huir a pie, pero posteriormente fue arrestado y se le presentaron cargos de manejar bajo la influencia del alcohol o drogas (DUI), evasión criminal y delito grave de atropellamiento y fuga.
Aquel accidente era la segunda vez en menos de 24 horas que una persecución de agentes del LAPD terminó con una persona herida o muerta.
En Northridge
Erick Barbosa-Guardado, estudiante de Cal State Northridge, de 19 años, murió cuando un conductor armado era perseguido por los agentes de la policía de Los Ángeles.
El accidente sucedió justo cuando el sospechoso se pasó un semáforo en rojo y golpeó el automóvil del joven estudiante.
En Panorama City
A finales del mes de enero, dos personas en un sedán murieron en Panorama City luego de ser atropelladas por el conductor de una camioneta durante otra persecución de LAPD.
En estado vegetativo
Julisa Mercado, hija mayor de Yolanda, dijo a La Opinión que aquel trágico día del accidente ella había ido a una tienda Target a realizar unas compras, y cuando regresaba a casa, Hilda, la comadre de su mamá le llamó porque no había llegado a la cita que tenían para ir al concierto musical.
“Eran como las 8:10 de la noche; mi mamá iba en camino, pero desde donde vivimos se hacen como 15 minutos hasta la casa de la comadre”, recuerda Julisa.
Decidió salir y llamó a su hermano, quien, por casualidad, había pasado por la zona de la calle Gage y San Pedro.
“Mi instinto me dijo que manejara para allá y cuando vi los listones amarillos, reconocí el carro de mi mamá”, recordó.
“Revisé la aplicación Citizen y así me enteré, porque la gente sube videos; algunos comentarios decían que la persona del carro había fallecido y mi mente estaba confundida porque ahí iba mi mamá”.
Yolanda Reyna había sido transportada a un hospital local. Los doctores le dijeron a Julisa que se fueran preparando “porque su cerebro, que es como una computadora, algunos cables se le habían movido”.
Julisa informó que, desde que su madre ingresó al hospital, “lo peor ya había pasado”.
Sin embargo, Yolanda permanece en estado vegetativo, un estado de inconsciencia completa donde puede suceder cierta apertura de ojos y periodos de vigilia y sueño profundo.
Huyeron de la pobreza
Yolanda, la joven madre, emigró a Estados Unidos en 1997. En sus brazos traía a Julisa, quien tenía apenas un año y medio. Huyó de una vida de pobreza y violencia doméstica. En Los Ángeles nacieron César, de 22 años y Anthony, de 12.
“Allá, en México, lo único que comíamos era huevo y tortillas’, dijo Julisa.
Pero, un día antes del choque del 16 de febrero, en la casa de los Mercado todo era felicidad: César estaba cumpliendo años.
Tras la persecución policíaca, ahora el panorama es totalmente distinto.
“Mi mamá no se ha levantado, pero mueve ciertas partes de su cuerpo”, cuenta Julisa, a La Opinión. “Solamente estuvo cinco días en coma inducido; ya le quitaron todos los medicamentos y ella solita está respirando”.
Una vida de golpes
Julisa se ha convertido en “madre y padre” para sus hermanos. No le quedó otro remedio, pues su padre biológico fue deportado a México y su madre no se ha recuperado.
Ambas fueron víctimas de violencia doméstica.
“Mi papá batallaba con sustancias [droga] y la mera verdad, de chiquita yo no entendía lo que pasaba. Cuando yo tenía 12 años me pegó y me fui a la escuela con un ojo morado”, narró.
Ella iba a L.A. Academy, desde donde llamaron a la policía para arrestar a su papá.
La niña trató de defenderlo porque no asimilaba la realidad en la cual estaba desarrollándose.
“Cuando mi papá se drogaba, era muy agresivo”, recordó. “La policía lo recogió a las 9:00 de la noche y después lo deportaron; además también había secuestrado a mi hermanito, pero llegó el día en que mi mamá dijo alto”.
Todo sucedió muy rápido. Yolanda entabló una demanda de divorcio y aquel hombre golpeador fue repatriado a México.
Luchando a contracorriente y con ayuda de su hermano César, Julisa está haciéndose cargo del pequeño Anthony.
Julisa antes vendía comida callejera por su cuenta para ayudar a su mamá con los gastos de la casa. Juntas compartían los pagos del alquiler y la comida para todos. Ahora no trabaja, pero cree que un milagro puede darse.
“Yo tengo mucha fe en que mi mamá se va a levantar porque ella es una guerrera brillante; es una mujer que trabaja muy duro, y aunque vivimos en un apartamento de una sola recámara y no tenemos mucho espacio, nunca le cierra las puertas de su hogar a nadie”, dijo Julisa.
“Lo que más extraño es poder hablar con ella, escuchar su voz y sus consejos”.
En torno a las persecuciones policiacas como la que casi le arrebata la vida a su madre, afirmó: “Ellos [los policías] tienen que pagar por su crimen… No pienso que lo que hicieron fue correcto y, en verdad creo que deberían tener mejor entrenamiento para que ya no sigan causando heridos y muertes”.
“Persecuciones que matan”, una serie de tres entregas donde se abordan las consecuencias mortales de una persecución y la impunidad de las autoridades. Mañana jueves publicaremos la tercera y última parte: “Impunidad policíaca”. Nada ha cambiado desde que falló la Ley Kristie. Hoy es casi imposible ganar una demanda civil por persecuciones con heridos y muertes.
1ra parte: Persecuciones policíacas que matan, atropellan y afectan a gente inocente
3ra parte: Inmunidad e impunidad para las autoridades en los accidentes generados por una persecución