3 intensas disputas por nombres geográficos en el mundo más allá del Golfo de México
Los conflictos entre países sobre el nombre de un mar o un golfo suelen tener implicaciones que van más allá del simbolismo y el orgullo nacional

La disputa entre China y Filipinas por el nombre de una parte del Mar del Sur de China va mucho más allá de lo simbólico. Crédito: Getty Images
¿Qué hay detrás de la disputa por un nombre geográfico, más allá del simbolismo y el orgullo nacional de los países contendientes?
La controversia en torno al Golfo de México, rebautizado en Estados Unidos como “Golfo de América” por orden de Donald Trump, es el ejemplo más reciente de cómo un nombre puede encender tensiones entre vecinos.
México rechaza el cambio y amenaza con demandar a Google por aplicarlo en sus mapas en EE.UU., mientras la administración Trump llegó a vetar a la agencia de noticias AP por no adoptar la nueva nomenclatura.
El caso del Golfo de México no es aislado: mares y golfos de todo el mundo escenifican conflictos similares.
“Las disputas sobre nombres en mapas oficiales pueden parecer simbólicas, pero tienen profundas consecuencias económicas, políticas y legales”, indica a BBC Mundo el jurista experto en derecho internacional Karim A. Youssef, considerado una de las principales voces en arbitraje global y resolución de conflictos geográficos.
Analizamos tres de los principales contenciosos en la actualidad y sus implicaciones.
1. Mar de Japón o Mar del Este (Japón vs. Corea)
“La disputa del Mar de Japón / Mar del Este es un claro ejemplo de agravios históricos que influyen en la geopolítica actual”, afirma Youssef.
La controversia comenzó en 1992, cuando las dos Coreas argumentaron frente a Naciones Unidas que el término Mar de Japón se popularizó durante el período en que Corea estaba bajo el dominio colonial japonés (1910-1945), pero documentos históricos lo denominan también Mar del Este (Donghae en coreano) o Mar de Corea.
Seúl alega que el principio de equidad en la cartografía internacional justifica reconocer más de un nombre en casos de disputa, como ocurre con el canal de la Mancha (La Mancha/Canal Inglés), por lo que aspira a que los mapas oficiales incluyan ambas denominaciones.
Tokio, por su parte, defiende el uso exclusivo de Mar de Japón.
Alega que el término se consolidó internacionalmente en el siglo XIX, antes de la anexión de Corea, y desde entonces aparece en casi todos los mapas y documentos históricos.
En las últimas tres décadas Corea del Sur y Corea del Norte han instado a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Normalización de Nombres Geográficos (UNCSGN) a adoptar el uso dual de “Mar del Este/Mar de Japón”, pero la respuesta de este organismo es que ambos países resuelvan su conflicto de forma bilateral con Japón.
Por su parte, la Organización Hidrográfica Internacional (OHI) concluyó en 2012 que no podía actualizar su versión de 1953 en la que solo aparece “Mar de Japón”, término que Estados Unidos también usa de forma exclusiva en mapas oficiales.

Esta disputa expone, en todo caso, las profundas cicatrices históricas entre Japón y Corea del Sur en torno a la ocupación nipona de la península coreana en el siglo XX.
Y su impacto no solo es simbólico: el desenlace del conflicto podría sentar un precedente para otros conflictos históricos entre los dos vecinos, desde la disputa territorial de las islas Dokdo (controladas de facto por Seúl y que Tokio reclama como Takeshima) hasta los resarcimientos por la explotación laboral y sexual del Imperio Japonés en Corea durante la II Guerra Mundial.
2. Golfo Pérsico o Golfo Arábigo (Irán vs. Estados árabes)
“Esta disputa es muy sensible y simboliza tensiones geopolíticas más amplias, especialmente en el contexto de las rivalidades sobre seguridad, dominio energético y alianzas regionales”, explica a BBC Mundo la analista geopolítica Irina Tsukerman, directiva del Washington Outsider Center for Information Warfare.
Llamado “Mar Amargo” por los asirios en tiempos más remotos, el cuerpo de agua que separa Irán de la Península Arábiga se denomina Golfo Pérsico desde hace más de 2,500 años con referencias en fuentes griegas, romanas e islámicas.
Mapas, documentos históricos y registros oficiales lo llamaban así en exclusiva hasta la segunda mitad del siglo XX.
Pero en las décadas de 1950 y 1960 los movimientos nacionalistas árabes, liderados por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, comenzaron a promover el nombre Golfo Arábigo como parte de un esfuerzo más amplio para afirmar su identidad y contrarrestar la influencia iraní en la región.
Y, tras la retirada británica del Golfo en 1971, los recién independizados Estados árabes impulsaron este reclamo en oposición a Irán en medio de disputas territoriales y tensiones geopolíticas.
Según Tsukerman, el nombre Golfo Arábigo es para Irán “un intento políticamente motivado de borrar los lazos históricos y culturales persas”.
Los miembros del Consejo de Cooperación de los Estados Árabes del Golfo o CCG (Arabia Saudita, EAU, Catar, Bahréin, Kuwait y Omán) y algunos sectores árabes dentro de Irán argumentan que “la cultura persa ha sido fuertemente influenciada por las conquistas árabes y la cultura árabe” y acusan a Teherán de tratar de “apropiarse culturalmente de la región” al promover el término Golfo Pérsico.
Por lo general estos países, y en particular Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, usan Golfo Arábigo en medios de comunicación, mapas y discursos oficiales.
Sin embargo, Naciones Unidas y otros organismos internacionales solo reconocen el nombre de Golfo Pérsico.

Irina Tsukerman define esta disputa como “mucho más que un simple debate histórico: es una extensión de la rivalidad persa-árabe en la era moderna” con diversas implicaciones en los ámbitos militar y diplomático.
Irán realiza con frecuencia maniobras militares en el Golfo para demostrar su control, mientras los Estados del CCG, respaldados por EE.UU. y parte de Occidente, refuerzan su presencia en la región.
Tsukerman explica que “en este contexto, la cuestión del nombre afecta la diplomacia internacional, las narrativas mediáticas y las políticas educativas, donde Irán presiona para evitar el uso de ‘Golfo Arábigo’ en publicaciones occidentales”.
“Mientras Irán y el CCG sigan compitiendo por el dominio regional, la disputa continuará siendo un frente activo en su rivalidad estratégica en lugar de un asunto resoluble mediante arbitraje o compromiso diplomático”, sentencia la experta.
3. Mar del Sur de China / Mar de Filipinas Occidental (China vs. Filipinas)
“Es la disputa más conflictiva ya que, a diferencia de la del Mar de Japón, en la que prima el componente histórico, está directamente ligada a la estrategia militar, el control de recursos y la hegemonía regional”, afirma el experto en derecho internacional Karim A. Youssef.

Mar del Sur de China o Mar de China Meridional es el nombre que desde tiempos remotos se atribuye al cuerpo de agua que separa la costa oriental asiática de territorios insulares de Malasia, Filipinas y Taiwán.
Aunque Vietnam lo denomina históricamente Mar del Este, el nombre Mar del Sur de China se usa de forma casi universal.
Sin embargo, el gobierno filipino considera que las aguas orientales de este mar situadas dentro de su zona económica exclusiva deben denominarse Mar de Filipinas Occidental.
El Mar de China Meridional es una de las zonas más estratégicas del mundo: por sus aguas transita aproximadamente un tercio del comercio marítimo global y alberga reservas de petróleo, gas y recursos pesqueros.
Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunéi e Indonesia reclaman la soberanía sobre algunas de sus partes, mientras China lo reivindica casi por completo bajo su unilateral “línea de nueve trazos” que invadiría aguas filipinas.
En un intento de reafirmar su soberanía sobre áreas disputadas, Manila denominó en 2011 Mar de Filipinas Occidental a las aguas dentro de su zona económica exclusiva de 200 millas náuticas, en específico el Bajo de Masinloc o Scarborough y parte de las Islas Spratly, territorios reclamados por China y en algunos casos ocupados por fuerzas de Pekín.
Filipinas presentó una demanda ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, que en 2016 falló a su favor declarando ilegales las reclamaciones territoriales de China, pero la superpotencia asiática rechazó la sentencia y siguió militarizando la región con islas artificiales, pistas de aterrizaje, radares y misiles en arrecifes disputados.

Según Youssef, en la región “hay en juego vastas reservas de petróleo y gas, por lo que la elección entre llamarlo Mar del Sur de China o Mar de Filipinas Occidental puede reforzar reclamaciones de soberanía y afectar decisiones de inversión extranjera”.
Además, puntualiza que “las aguas en disputa impactan el comercio, ya que el control sobre rutas marítimas clave determina los derechos de navegación y pesca, influyendo en miles de millones de dólares del comercio global”.
Solución difícil pero no imposible
“Las disputas sobre nombres persisten porque están profundamente ligadas a la soberanía, la identidad nacional y el poder geopolítico, lo que las hace resistentes a resoluciones diplomáticas tradicionales”, explica Karim A. Youssef.

El rechazo de China a cumplir con lo estipulado por La Haya tras su laudo con Filipinas pone de manifiesto los límites de las leyes internacionales para resolver este tipo de conflictos.
En otras palabras, “el arbitraje solo funciona cuando los Estados están dispuestos a acatar las decisiones”, tal y como apunta Youssef.
Esto ocurre tanto con reclamaciones territoriales, como es el caso del contencioso entre Pekín y Manila, como con disputas más centradas en la terminología, como la de las Coreas y Japón, a quienes la ONU instó a buscar una solución de forma bilateral.
El experto asegura que “las disputas sobre nombres persisten porque están profundamente ligadas a la soberanía, la identidad nacional y el poder geopolítico, lo que las hace resistentes a resoluciones diplomáticas tradicionales”.
Y, pese a que en ocasiones se alcanzan pactos tácitos o formales que parecen poner fin a los conflictos, “los cambios geopolíticos y los agravios históricos llevan a los Estados a desafiar acuerdos previos, ya que ceder un nombre puede percibirse como una renuncia de soberanía”, subraya.
Ante este dilema, la Organización Hidrográfica Internacional ha adoptado un enfoque diferente, reemplazando nombres disputados con designaciones numéricas en sus cartas marítimas globales.
En todo caso, también hay algunos ejemplos de éxito en la resolución de disputas sobre nombres, como es el caso del término Canal de la Mancha o Canal Inglés, en el que ambos nombres acabaron siendo aceptados con el beneplácito de Francia y Reino Unido.
Esta solución, apunta Youssef, “evitó tensiones geopolíticas innecesarias y demostró que aceptar múltiples nombres no necesariamente debilita la identidad nacional”.

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