Usualmente, la noticia de un embarazo provoca gran felicidad en la futura madre y en su entorno. Pero lamentablemente un tercio de ellas sufre un aborto espontáneo durante las primeras semanas.
Aquí compartimos el testimonio de dos mujeres que vivieron esa dolorosa y traumática experiencia.
Irene Sanz soñaba con ser mamá y a los 25 años pensó que estaba a solo meses de lograrlo ya que después de realizarse dos pruebas, confirmó que esperaba a su primer hijo.
Cuenta que sintió una felicidad enorme y que el inicio de su embarazo fue muy placentero. “Nunca vomité, ni me sentí mal, ni tuve mareos. Me sentía muy bien”, explicó.
Todo iba perfecto hasta que un día, a las diez semanas de gestación, fue al baño y se dio cuenta que había sangrado. Dice que trató de no preocuparse demasiado pues había leído que eso podía ser normal durante los primeros meses y quiso convencerse de que todo seguía bien.
“Pensé que podía haber sido porque había cargado unas bolsas del supermercado el día anterior. No sé, uno trata de buscar una explicación, un motivo para estar tranquila”, explicó.
Sin embargo, el problema continuó por lo que acudió al hospital, donde tuvo que afrontar una dura realidad: su bebé había dejado de existir hacía tres semanas.
“Fue una sensación horrible. Después de sentirme tan en paz y tan feliz, me sentí completamente vacía”, enfatiza.
Desde ese triste momento ha transcurrido poco más de un mes e Irene lo resume así: “Hay días en que no tengo ganas ni de vestirme ni de maquillarme, pero sé que debo salir adelante, por mí, por mi pareja y porque la vida continúa”.
Sin embargo y pese a esa inesperada experiencia pretende ser mamá en un corto plazo pues para ella “las mujeres estamos hechas para ser madres”.
Cuando su hija Emily tenía dos años, Marcela Bacon quedó esperando a su segundo bebé pero tras 12 semanas de gestación supo que había sufrido un aborto espontáneo.
“Fue una experiencia devastadora, porque si bien no había pasado tanto tiempo, ese bebé ya formaba parte de mi vida”, asegura y recuerda que su angustia fue tan grande que “sentía la necesidad de estar triste, no quería reírme ni estar feliz. Para mí fue un duelo pues sentí que no pude proteger a mi hijo de que le pasara esto”.
Tras un tiempo de recuperación y de volver a intentarlo, Marcela sorprendió a su esposo en su aniversario de matrimonio al contarle que un nuevo hijo venía en camino.
Recuerda que estaban demasiado felices, pero por segunda vez el destino decidió otra cosa y a las 11 semanas tuvo que soportar otra pérdida.
“Cuando lo supe se me vino el mundo encima. Sentí como que estaba congelada por el dolor tan profundo que tenía”, relata Marcela.
Para sanarse y dejar atrás esos duros sucesos se fue de viaje a Chile, su país natal. Al regresar a Estados Unidos quedó embarazada por tercera vez, aunque ya no quiso ilusionarse como antes.
Recuerda que esa gestación fue extremadamente complicada, sobre todo por la parte emocional. “Cada día pensaba si al día siguiente seguiría embarazada. De hecho me esforcé por no sentir cosas lindas, no quería ni tocarme la barriga para no establecer lazos emocionales con mi bebé por el temor de que algo malo pasara. Recién a los siete meses me ‘autoricé’ a sentir emoción”, aseguró.
Afortunadamente, esta vez todo resultó bien y su hijita Josephine llegó a este mundo hace poco más de dos años y hoy Marcela revive ese momento. “Hasta que ella no nació, no tenía la certeza de si iba a tener un segundo hijo. Pero cuando nació lloré y lloré. Por fin mi bebita estaba aquí para quedarse y nadie me la iba a quitar. Fue una felicidad indescriptible”, recuerda con emoción.
La ginecóloga Elizabeth González explica que un aborto espontáneo puede ocurrir durante las primeras 20 semanas de gestación y se define como “una pérdida del embarazo antes de que la criatura tenga la capacidad de sobrevivir fuera del vientre de su madre” y agrega que “aproximadamente un 30% de los embarazos que han sido diagnosticados por medio de tests o ultrasonidos, fallan”.
Las razones por las que esto ocurre son variadas, pero generalmente corresponden a un trastorno genético, como la falta o exceso de un cromosoma.
Si bien la experiencia de un aborto espontáneo es muy difícil de superar, lo cierto es que la mayoría de las veces esto corresponde únicamente a una situación aislada.
De hecho, según la Asociación Americana de Embarazo, el 85% de las mujeres que han sufrido una pérdida y el 75% de las que han tenido dos o más, tendrán un embarazo exitoso la siguiente vez que lo intenten. Pero es fundamental también darse el tiempo para recuperarse anímicamente, pues tal como afirma la doctora esto “sigue siendo una pérdida, la cual se le debe permitir a la familia sentir, llorar y lamentar porque el proceso de duelo tiene que vivirse aunque sea por una criatura que nunca haya logrado ser”.