Empleos
La oposición republicana bloqueó en el Senado el plan de creación de empleo del gobierno valorado en 447,000 millones de dólares, pero, Obama, que ha hecho de la defensa de esta ley su mejor argumento electoral (apenas sobrepasa el 40% de respaldo en los sondeos), se plantea trocear la propuesta para volver a presentar las medidas, una a una, ante las dos cámaras legislativas.
El plan laboral fue lanzado el 8 de septiembre para combatir la tasa de desempleo cercana a los dos dígitos y para impulsar la lenta economía.
Bautizado como el American Jobs Act (Iniciativa para el empleo en EEUU), el plan combina la inversión en la infraestructura del país, creación de empleos en el área de docencia escolar y trabajos para veteranos, con estímulos fiscales, créditos impositivos a empresas que contraten nuevos empleados y reformas al sistema de Salud (Medicare).
Obama ha tratado de satisfacer las exigencias republicanas de reducción del gasto público con la promesa de que todo estará completamente pagado, al contrario del plan de estímulo económico aprobado en 2008, cuya financiación agravó el déficit del país.
Pero como los republicanos se oponen a gran parte del plan y a aumentar impuestos, ni siquiera a los millonarios, el proyecto no pasó
Eso ocurre en un ambiente en el que los grandes estímulos fiscales aplicados por el gobierno de Obama se agotan y cuando en el campo político han surgido disputas frontales con respecto a la intervención pública, sobre todo por la vía del gasto y sus efectos en el aumento del déficit fiscal.
“Compramos la basura republicana sobre la austeridad sin que nadie defienda los puntos de vista demócratas”, se ha quejado James Carville, el director de la campaña de Bill Clinton y autor de la famosa frase “Es la economía, estúpido”.
Lo que hace falta es más estímulo y no austeridad -incluso para equilibrar el presupuesto-. El mejor remedio sería que EE UU vuelva al trabajo. De ahí la necesidad de gastar mucho dinero público, con el objetivo de crear empleo, afirmó Carville.
En su discurso inaugural, Obama ya había enfatizado que “el estado actual de la economía exige una intervención pública clara y ambiciosa no sólo para crear empleo sino también para establecer las bases de un nuevo tipo de crecimiento, basado en inversiones físicas y en inversiones sociales”. Y una de las medidas más urgentes que propuso fue el programa de estímulo económico, con el compromiso de gastar 814,000 millones de dólares en las mayores inversiones en infraestructuras y sociales que el país había visto desde la II Guerra Mundial.
Ahora bien, por muy grande que parezca esta cantidad, el hecho es que era insuficiente, pues el agujero creado en el PIB por el estallido de la burbuja inmobiliaria era tres veces mayor.
Es más, un defecto de tal estímulo fue que dos terceras partes de esta cantidad se utilizaron, no en la producción de empleo directamente por parte del Estado, sino en la rebaja de impuestos que indirectamente debían estimular la economía, lo cual se suponía que crearía empleo.
Una situación semejante ocurre ahora. Por muy elevada que parezca esta cantidad de 447,000 millones de dólares, es muy insuficiente para resolver el enorme problema del paro, señaló el español Vicenc Navarro.
En realidad, los sindicatos (AFL-CIO) han calculado que se necesitan unos 2,500,000 millones de dólares para reparar la estructura física y social del país, y otros 2, 000,000 millones para desarrollar la nueva estructura energética que requiere el país, creándose con estas inversiones 25 millones de nuevos puestos de trabajo, que es el número de puestos de trabajo que se necesitan para proveer empleo a todos los estadounidenses que lo desean. El Plan Obama creará sólo dos millones.
Pero el otro problema es que de los 447,000 millones de dólares, 300,000 millones son recortes de impuestos, que tendrán poco impacto en crear empleo. Es cierto que al tener los ciudadanos más dinero en sus bolsillos, gastan más, dice Navarro, pero las reducciones de impuestos benefician, sobre todo, a las rentas superiores, que consumen menos (y por lo tanto, tienen menor nivel de demanda) que las clases populares. De ahí que su impacto en estimular la demanda y en crear empleo sea relativamente menor.
Es necesaria una reforma fiscal muy profunda. La fiscalidad de los más ricos debe estar en los niveles de los años 50 y 60 del siglo pasado. En EEUU la fiscalidad de las grandes fortunas estaba en el 80% en esas fechas y en la administración Eisenhower llegó al 91%.
Cuando Obama entró en la Casa Blanca, en enero de 2009, la tasa de desocupación en el país estaba por remontar 8%, cuando un año antes fue de 5%. De entonces a la fecha no se ha recuperado y ahora anda alrededor de 9.1%. Es probable que de aquí a la elección presidencial de noviembre del año próximo Obama sea perseguido por la frase “recuperación sin empleos”, y eso si la recuperación no recae en una recesión con aún menos empleos.