Ni violetazo ni egiptazo

La oposición antisandinista en Nicaragua que encabeza Fabio Gadea, sueña con una arrolladora y sorprendente victoria para las elecciones del domingo 6 de noviembre. No existe sin embargo un solo indicio objetivo que confirme tal fantasía. Alternativamente, Gadea ya tienen su plan B, el “Egiptazo.”

En declaraciones al canal 51, de la cadena Telemundo de Miami, Gadea hizo dos graves advertencias que la prensa local se cuidó muy bien en no enfatizar, ya que resultó un completo fiasco de relaciones públicas.

La primera advertencia fue que su elección será “un violetazo”, en alusión a la sorpresiva victoria de Violeta Chamorro en 1990, cuando todas las encuestas decían lo contrario. La segunda y gravísima premonición fue que “va a haber violencia en Nicaragua y no la voy a hacer yo, la van a hacer una serie de organizaciones que existen actualmente y que están violentándose frente al poder electoral.”

La “primavera árabe” o “la primera revolución de Facebook” en Egipto, revuelta de miles de jóvenes, provocó un cambio de régimen. La prensa mundial jamás dijo que fue una “revolución” mediatizada por Estados Unidos. Esta “revolución” fue un “Mubarakismo sin Mubarak”.

Los antisandinistas quienes van de rodada y cuesta abajo en las encuestas, se consuelan con la ilusión que Gadea repetirá la sorpresa del 90, aunque el contexto sea diametralmente distinto. Tanto la economía como el contexto internacional son favorables a Ortega.

El violetazo es categóricamente una imposibilidad política. En 1990 el país estaba en guerra, hoy está en paz. Semanalmente centenares de jóvenes retornaban en ataudes de los frentes de guerra. Tal cosa no sucede hoy. En 1990 la inflación era del 36 mil %, gracias al bloqueo condenado por la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Hoy es del 9%.

En 1990, la oposición iba unida en un solo bloque. Hoy van en cuatro alianzas. En 1990 el gobierno difícilmente lograba pagarle a los empleados públicos. Hoy existe sobre recaudación impositiva. En 1990 la economía estaba en estado de coma, hoy experimenta una pujante bonanza, confirmada por organismos internacionales.

La derecha intensifica sus denuncias sobre supuestos actos de corrupción, mientras la población se desplaza en flamantes y relucientes buses nuevos sin que el pasaje haya subido un centavo desde que Ortega asumió la presidencia.

Los derechistas ven desesperanzados que ni la embajada de Estados Unidos ni la empresa privada los apadrinan, mientras el presidente Ortega recorre el país entregando títulos de propiedad a mas de 150 mil familias y la población compra pollo importado a precios rebajados, neutralizando la zancadilla inflacionaria electorera que pretendían ciertos empresarios.

Mientras la derecha se despedaza mutuamente por el segundo lugar, sabedores que el primer lugar lo perdieron durante los 17 años de su ridícula “economía social de mercado” que generó la estampida migratoria más grande de nuestra historia, luego que millón y medio de nicaragüenses abandonó el país, Ortega inaugura carreteras en el atlántico nicaragüense.

La derecha intenta reeditar en Nicaragua la ansiada “primavera árabe” que por medio de Facebook, revuelta mediática tuvo tanto éxito en Egipto y desde ya calienta motores con pequeñas revueltas de una minoría ínfima de jóvenes al calor del ron Plata, ante la indiferencia de la población.

La oposición lleva años intentando sin éxito sentar en el banquillo de los acusados al presidente Ortega en la Corte de Derechos Humanos de la OEA o en su Consejo Político en Washington. Las posibilidades que la comunidad internacional desconozca los resultados de las elecciones son remotas dado que el escenario es la Organización de Estados Americanos, OEA.

La fuerte influencia política del ALBA quedó evidenciada por el aislamiento de los golpistas de Honduras, luego del derrocamiento del presidente constitucional Manuel Zelaya, resultando en la expulsión de Honduras de la OEA. Costa Rica intentó también sentar a Ortega en el banquillo, pero fracasó estrepitosamente quedando en ridículo en los foros internacionales.

La oligarquía antisandinista nunca pudo superar la amargura de su virulento discurso antiDaniel. Jamás logró articular una propuesta atractiva para las mayorías empobrecidas. Enredados en su propia madeja de ataques despiadados terminaron, huérfanos de imaginación, haciendo la misma oferta del gobierno, “pero mejor.” Su incoherente y contradictorio discurso, jamás caló en la población.

La única opción que le queda a una oposición que sobrevivió el naufragio de 1979, pero perdió la brújula, es aceptar su papel de oposición fallida, condenada por la historia a la irrelevancia. Todo parece indicar que la oligarquía marcha rumbo a su propio funeral el 6 de noviembre.

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