Ocupar las urnas
Hay muchos motivos para protestar en contra del actual orden económico. Las políticas impositivas favorecen al 1% más acaudalado del país, mientras que el poder adquisitivo real del trabajador y la clase media sigue reduciéndose. Al mismo tiempo, crece el sentimiento de impotencia y frustración ante un sistema político que, en este tiempo de crisis económica, protege más el interés corporativo y financiero que el de la gente común.
Por eso no debe ser sorpresa que la expresión pública de este descontento esté ganando adeptos alrededor del país, a partir de la protesta de Occupy Wall Street iniciada hace más de tres semanas en Nueva York. Todavía es prematuro hacer un balance de este fenómeno que agrupa estudiantes, activistas, jubilados y el sector laboral, entre otros, que además de lo económico traen también sus causas propias.
No obstante, tiene el potencial para que el movimiento llegue a convertirse en una fuerza significativa para los progresistas y liberales, como lo ha sido el Tea Party para los conservadores. Todo depende de su capacidad de ampliar y diversificar la participación en las manifestaciones y de su posibilidad para centrar su mensaje en algunos puntos comunes sólidos .
Al fin y al cabo, el establishment de Washington es el blanco, tanto del Tea Party como de Occupy, aunque se ubiquen en los extremos opuestos con sus críticas. Hay un un espacio político válido para llenar, por eso estos esfuerzos merecen ser respetados.
Creemos que la meta final de Occupy debería ser influir en el proceso político y ser capaz de movilizar a un sector de votantes para que apoyen a candidatos con políticas más progresistas. Ocupar las urnas con la participación electoral, y no desligarse del proceso político después de votar, es la manera más eficaz de producir el cambio.