Una mala lección

Hay muchas maneras de prevenir el pandillerismo entre los jóvenes. El ingreso de la policía a la escuela, la selección de alumnos según su perfil racial -aunque no sean sospechosos de haber cometido falta alguna-, la intimidación y la colección de información personal de los mismos no es una de ellas.

Sin embargo, eso es lo que ocurrió en septiembre del 2010 la secundaria Hoover, de Glendale, donde 55 alumnos de origen latino -supuestamente el alumno no latino que estaba con ellos fue separado del grupo- fueron llevados a un aula por agentes de los departamentos de policía de Los Ángeles y de Glendale, en donde se les intimidó verbalmente, fueron interrogados sobre tatuajes y otros aspectos personales, fotografiados y fichados como si fueran pandilleros.

La escuela dice que este es un ejercicio educativo cuyo fin es evitar -a través de esa experiencia- que entren en pandillas los alumnos que la autoridad escolar cree que están en peligro de hacerlo. Creemos que esto de didáctico tiene muy poco y la lección que se aprende es la equivocada.

Primero la escuela es un sitio que debe dar un sentido de confianza y protección, no de arbitrariedad para que la policía intimide a un grupo de alumnos libre de sospecha de haber cometido delito alguno. Segundo, la selección del grupo integrado exclusivamente por latinos es desatinada ya que deja una mala impresión de estar utilizando un perfil racial para los participantes de esta acción. Tercero, los padres tienen derecho a saber con antelación los planes que tiene la escuelas con sus hijos.

Para peor, cuando los padres tuvieron conocimiento de lo ocurrido solicitaron a las autoridades policiales que se les garantizara que la información personal obtenida en la supuesta acción educativa sería desechada. A lo cual las agencias policiales se negaron.

Ante esto, padres y alumnos, recurrieron a una demanda judicial con el respaldo de la Unión Americana de Libertades Civiles para que, entre otros, se destruya la información obtenida por la policía en la escuela.

Si este es un ejercicio educativo la policía no debe mantener la información personal de estos jóvenes porque no son sospechosos de haber cometido delito alguno. Si la información queda en los archivos, es inadmisible que una escuela se preste a acciones policiales preventivas de este tipo.

Los alumnos de la secundaria Hoover aprendieron con esta experiencia que la policía puede entrar en cualquier momento a intimidar y fichar a alumnos inocentes -seleccionados por su grupo étnico- a espaldas de sus padres y con el beneplácito de las autoridades escolares. ¡Que mala lección!

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