¿Veintiún por ciento?
Lleva ya un tiempo zumbando por los centros mediáticos la distribución oficial de “veintiún” y “veintiuno”. El desajuste alcanza al “veintiún por ciento” del título. En la práctica, la solución al conflicto debe poder aplicarse a todo numeral que contenga “un, uno”: treinta y uno, ciento uno, o cincuenta y un mil.
Los comentarios sobre el asunto corroboran que a la hora de hablar de la lengua hay poca iniciativa y un monopolio gramatical encubierto: no se cansan unos y otros de calcar el Diccionario panhispánico de dudas (DPD) o la información de la RAE. Se declama a coro: “‘un’ es reducción de “uno” cuando antecede a sustantivos masculinos”. Sobre el ejemplo del encabezado del artículo se puntualiza: “es incorrecta la apócope cuando no precede el numeral a un sustantivo”. Así, “por ciento”, al no serlo, precisa de “veintiuno”. El asunto se enreda con el uso de “un” ante sustantivos femeninos que empiezan con [á] tónica: un ancla, treinta y un amas de casa.
No basta con señalar que el comentario oficial es impreciso y educa poco; si no se va con tiento, con la calidad de la receta se pueda llegar a quemar el guiso. Veamos: en la receta del “uno por ciento” se nos insiste en que la apócope es inaplicable cuando el numeral está ante una categoría gramatical que no es un sustantivo. Nos preguntamos entonces, ¿por qué decimos “un viejo baúl” si “un” está ante un adjetivo? Esto no es peccata minuta pues comparado con el “un” femenino de “un agua cristalina” ocurre justo lo contrario: al intercalarse un adjetivo no hay apócope: tenemos “una buena agua” y no “un buena agua”.
El decantarse por “veintiún” o “veintiuno” abre un frente imprevisto, el de la morfología. Por ejemplo, en los numerales fraccionarios se dice “un veintiunavo”, que compite con el asimismo documentado “un veintiunoavo”. Un comentario global sería de agradecer.
Los numerales complejos son de otra pasta. Hablamos del caso de “veintiún mil”. De acuerdo con la RAE, se esperaría que precedieran tanto a sustantivos masculinos como femeninos: “veintiún mil platos”, “veintiún mil hogazas de pan”. Sin embargo, en el caso femenino se tiende hoy a decir “veintiuna mil hogazas”. Nos dicen que por influjo de los cientos: en “trescientas hogazas” hay obligada concordancia femenina. El comentario académico parece difusamente querer asociar este “mil” invariable con que partitivamente se diga “los miles de amigas”, y no “las miles de amigas”. Sería hechura algo descarriada para lo que aparenta solo ser un contagio casual a partir de “los millares”.
En cuanto al rechazo de “un” con sustantivos femeninos -el caso de “veintiún amigas”-, se nos presenta como dogma de fe sin atender a la posible variación lingüística. Si tomamos el femenino “vez”, ejemplo de conveniencia, y se cuentan las apariciones de los términos “veintiún veces” y “veintiuna veces” en los caladeros guguelianos, se obtiene una pesca de 2,350 apariciones del primero por 4,440 del segundo: proporción que invita más a la reflexión que al desahucio. No hay peor remedio que negar la realidad con un frío “se considera incorrecto”. Sin pretenderlo, se puede inocular desconfianza en las propias capacidades del hablante, que es, a fin de cuentas, el que hace y deshace la lengua.
La Nueva gramática de la lengua española pone algo de luz a los espinosos tramos del camino. No a todos.