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Los aspirantes a la candidatura presidencial por el Partido Republicano en los comicios de noviembre de 2012 son ocho, pero Mitt Romney, exgobernador de Massachusetts, y el gobernador de Texas, Rick Perry, son los mejor posicionados –por ahora– en las encuestas.

Esa nominación se obtiene mediante la acumulación de votos en las primarias del partido en distintos estados y culmina en una convención nacional del partido. Se han programado una veintena de debates, que empezaron en mayo y terminarán en marzo de 2012.

En estos días Romney aparece encabezando las preferencias entre los republicanos, aunque no ha podido hasta ahora rebasar un 25 por ciento. Empatados en segundo lugar están Perry y el empresario Herman Cain, que se hizo rico vendiendo pizzas.Perry aporta a la campaña una trayectoria económica que parece una defensa del dogma del Tea Party. Hasta donde se sabe, Perry es el más ardiente de los ideólogos del Tea Party. Su libro, Fed Up! Our Fight to Save America From Washington, es un manifiesto del hiperfederalismo de la 10ª enmienda y del individualismo radical, que ataca la base constitucional de la Seguridad Social, el impuesto sobre la renta, la Reserva Federal, la protección al consumidor y las “leyes federales que regulan el medio ambiente, que regulan las armas, que protegen los derechos civiles, que establecen los programas a gran escala y Medicare y Medicaid, que crean leyes sobre el salario mínimo nacional, que establecen leyes laborales nacionales”, y así sucesivamente.

Aquello le convirtió en un favorito del movimiento ultraconservador del Tea Party, que ve con buenos ojos su candidatura nacional.

En teoría, el Tea Party es un movimiento popular que agrupa a millones de estadounidenses que exigen menos intromisión del gobierno federal en sus vidas y menos impuestos, más mercado libre, una mayor defensa de las libertades individuales, así como un mayor papel de los gobiernos locales y estatales.

Empero, en la práctica es una aglomeración de grupos reaccionarios cuya única meta es sacar al negro de la Casa Blanca. Tras la elección de Obama se fue conformando una oposición sistemática para asegurar su no relección.

Los aspirantes a la candidatura presidencial republicana iniciaron la serie de debates en medio de un escenario que les favorece: la economía no repunta, la tasa de desempleo se mantiene en 9.1 por ciento y la popularidad del jefe de Estado hace agua. Los aspirantes arremetieron contra el plan del Gobierno de Barack Obama de reducir el déficit mediante el aumento de los impuestos a los más ricos que, en su opinión, está “destinado a quitar capital a los creadores de empleo”.

Sostuvieron que el “déficit y el aumento de la deuda es mejor afrontarla con una reducción sustancial de los gastos del presupuesto”.

La reforma sanitaria promulgada por Obama en 2010 y que hace obligatorio el seguro de salud para todas las personas fue otro de los temas más debatidos, con coincidencia de opiniones sobre la necesidad de echarla para atrás. El punto más controvertido de esa reforma es el llamado “mandato universal”, que requiere que todas las personas tengan algún tipo de seguro médico o paguen una multa si no lo poseen. Michelle Bachmann (congresista por Minnesota) y Romney dijeron que, si llegan a la Casa Blanca, su prioridad será revocar esa reforma.

También hablaron de inmigración. Sobre los indocumentados y la migración ilegal, la respuesta de los precandidatos republicanos es “sellar la frontera”. También rechazan la “amnistía” que favoreció el anterior presidente republicano Ronald Reagan, así como una reforma migratoria integral con multas que apoyó el exmandatario George W. Bush y su sucesor Barack Obama.

La mayoría de ellos atacó a Perry por los descuentos que concede Texas a los hijos de inmigrantes ilegales para que puedan estudiar. Perry defendió esas ayudas. Su decisión de permitir que los hijos de inmigrantes ilegales asistan a las universidades estatales pagando el precio de matrícula correspondiente, que tanto escandaliza a los conservadores de tolerancia cero, es pragmatismo bipartidista convencional en Texas. La lógica es la siguiente: si el Gobierno federal no puede impedir la entrada de ilegales, no es culpa nuestra, pero al menos podemos alejarlos de la asistencia social o de las cárceles y encaminarlos hacia una vida productiva. Mientras Perry se mantenía firme, Mitt Romney tuvo su mejor desempeño hasta ahora. Estuvo mucho más cómodo, citó con eficacia su experiencia combinada en negocios y gobierno y dirigió casi todo su fuego contra Barack Obama, sin vacilar en cuestionar a Perry acerca de puntos clave. El comportamiento y las palabras de Romney tenían la clara intención de enviar un mensaje a los fieles del partido: Soy yo quien puede ganar las elecciones generales; Rick Perry no puede.

Lo irónico es que Romney sigue huyendo de su éxito con los servicios de salud. Massachusetts ocupa el número uno en cuanto al número de personas con seguro de salud; Texas es el último. Es un campo en el que demuestra que es un líder más eficaz que Perry. Sin embargo, Romney se niega a reconocer su mérito porque teme alienar al Tea Party.

En cuanto a los otros, Jon Huntsman fue el más coherente acerca de los temas (por lo cual no tiene la menor oportunidad de obtener la nominación.) Michele Bachmann luchó por permanecer en la liza, pero fracasó. El resto – Santorum, Paul, Gingrich y Cain– parecieron tan intrascendentes como lo son en realidad.

El candidato republicano que se medirá a Obama será anunciado el 27 de agosto de 2012 en la convención de Tampa Bay (Florida), una vez cerrado el largo proceso de las primarias. ¿Irá el Partido republicano a la extrema derecha o a la derecha extrema?

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