102 años y una memoria envidiable

Siempre sonriendo, este longevo salvadoreño entretiene a los que están a su alrededor con historias de lo que vivió en su país natal

José Navarro Deras, quien cumplió 102 años ayer, muestra uno de los montajes de fotografía que le gusta hacer.

José Navarro Deras, quien cumplió 102 años ayer, muestra uno de los montajes de fotografía que le gusta hacer. Crédito: Gloria Medina / EDLP

Nueva York — José Navarro Deras, un salvadoreño que nació el 3 de enero de 1910, tiene una memoria que muchos jóvenes desearían. Ayer cumplió 102 años, y hoy se hace realidad su gran deseo: que su historia sea publicada en El Diario/La Prensa.

Con un pastel, globos, y rodeado de sus amistades, Navarro Deras celebró ayer su aniversario en un centro para ancianos de Elizabeth, Nueva Jersey, al que asiste con frecuencia y en donde cariñosamente le llaman “Papi”.

Siempre sonriendo, este longevo salvadoreño entretiene a los que están a su alrededor con historias de lo que vivió en su país natal, y como si el tiempo no hiciera mella va describiendo con lujo de detalles sus experiencias, específicando nombres y fechas exactas.

“Algo que siempre me acordaré es la época en que Maximiliano Hernández Martínez fue presidente desde 1931 y 1944, fueron 13 años porque fue un buen presidente. Mejoró el país y el mismo inauguró que los presidente fueran electos por cinco años”, recordó el hombre, quien dijo haber sido mecánico de locomotoras y fontanero en el servicio de agua potable de El Salvador en ese entonces.

A los 83 años, el 14 de mayo de 1993, según relata, decidió viajar a Nueva Jersey donde estaban sus dos hijas.

Vestido de traje y sin dejar su bastón, Navarro Deras dice que vino a este país a “estar de haragán” dejando escapar una risotada. “Ya trabajé mucho, desde que llegué me dediqué a pasear con mi familia todo el tiempo”, agregó el alegre y jovial hombre desde la sala de la casa donde vive con la hija que tuvo en su segundo matrimonio.

Desde las 11:30 a.m., Navarro Deras sale a lo que llama “segunda casa”, es un centro para personas de la tercera edad, donde comparte con sus amistades jugando bingo y domino. “También dan clases de ejercicios, pero ya no hago, porque ya el cuerpo no está para eso, lo hice hasta que tenía 98 años”, dijo el salvadoreño.

Agrega que una de sus grandes alegrías fue su segunda esposa Petrona Margarita, quien murió el 6 de enero de 2010, el mismo año que cumplía 100 años de vida, según el viudo.

“Tuvimos un matrimonio de 55 años y cuatro de noviazgo. Todo fue de chupete… tuvimos una hija”, exclamó mientras describía su aprobación con el pulgar hacia arriba.

La esposa del primer matrimonio, según dijo, lo abandonó. “Voló la señora acompañada, en 1945 le salieron alitas y voló dejándome a los hijos. Murieron tres y me quedaron dos. El varón murió cuando tenía 41 años y la hija ahora tiene 72 años”.

Al preguntarle si tenía novia o si volvería a casarse, dijo que sólo tenía amigas. “No me volvería a casar porque ya no puedo ser marido. Desde que el doctor me canceló el asunto del sexo, no puedo. Pero sí podría ser un buen amante, hay muchas formas de hacer feliz a una mujer”, añadió jocosamente.

Después de tantos años, de haber sobrevivido la época del telegrama y llegar a conocer el i-Phone, el secreto para mantener la memoria tan lúcida es la disciplina, según dice.

“Soy metódico, en el concepto que soy disciplinado y me educo yo mismo”, dijo en un tono más serio. “Es la disciplina y sirvo como ejemplo”, agregó el salvadoreño que recuerda haber realizado el último viaje a Santana, El Salvador en 2006. “La patojera (flojera en los pies) ya no me deja, sólo ando con el bastón”, acentuó.

Navarro Deras le gusta escribir y dibujar. También hace montajes de fotografías y al mostrarlas recuerda nombres, donde los conoció y en qué trabajan. Por ejemplo, en un diseño que mostró se veía la forma de una estrella, dentro de ella estaban las fotografías del cónsul de El Salvador y algunos de las empleadas. Uno a uno fue dando los nombres y la posición que ocupaban. En otra figura tenía las caras de algunos presidentes de los Estados Unidos, también uno a uno los fue nombrando.

Hoy en día, Navarro Deras tiene dos hijas vivas, seis nietos, diez bisnietos y un tataranieto.

Cuando José Navarro Deras cumplió 100 años escribió una autobiografía y la tituló “Un buen recuerdo que le dejo a mis amigos”, comenzó mencionando el hospital donde nació y como fue trascurriendo su vida en El Salvador hasta 1993 cuando viajó a Nueva Jersey.

En su carta narra: “Nací en el hospital Rosales en la capital de San Salvador… a los nueve meses mi madre me entregó a sus padres porque ellos me pidieron”.

En la autobiografía detalla que ocho años después, el abuelo lo regresó a sus padres Emeterio Navarro y Nazaria Antonia Deras con quienes vivió en el pueblo Guazapa hasta que cumplió 15 años.

“Mi padre era agricultor y me hizo agricultor, en ese tiempo trabaje en la construcción de la línea del ferrocarril americano… en ese mismo tiempo, falleció mi padre y mi madre me llevó nuevamente a San Salvador a que aprendiera el oficio de carpintero”.

El escrito especifica todos los trabajos que tuvo hasta que se jubiló y después siguió trabajando en su casa.

“Después del 14 de mayo de 1993 me vine a los Estados Unidos donde esta toda mi familia… y me siento muy feliz de haber cumplido los 100 años de vida….. para todos siempre su servidor”.

Después de un siglo, de sobrevivir el telegrama y conocer el i-Phone, el secreto para su memoria tan lúcida es la disciplina.

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