En Ayotzinapa exigen justicia para los estudiantes

Normalistas buscan ampliación de la matrícula y trabajo para los egresados

Estudiantes participan en una protesta tras la muerte  de dos  alumnos  a manos de la policía.

Estudiantes participan en una protesta tras la muerte de dos alumnos a manos de la policía. Crédito: Gardenia Mendoza / La Opinión

Primero de una serie de tres partes

AYOTZINAPA, México.- Los estudiantes de la Normal Rural “Ricardo Flores Magón” se enfilaron sobre la carretera que por 30 kilómetros separa a esta localidad de Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero, donde van a bloquear el palacio de gobierno por el asesinato de dos de sus compañeros.

Toman camino hasta una garita de peaje. La cruzan sin detenerse en un convoy de 15 autobuses y tres camionetas, pero en uno de los vehículos, los dirigentes van en pie de lucha.

– – Querían darnos un escarmiento, pero vamos a seguir- dice David Patricio Luna en una voz que hace público el pensar colectivo de los estudiantes.

Entre los más de 800 jóvenes campesinos normalistas que desde diversos puntos del país viajaron a Guerrero en solidaridad, no existe otra explicación para que las policías estatal y federal utilizaran armas para disolver una manifestación, aún cuando estuvieran bloqueando una de las principales vías del país.

Desde los años 70 del siglo pasado les han caído a palos. Primero buscando al guerrillero Lucio Cabañas, quien egresó de estas aulas.

En ese tiempo, frente a la planta central que conforma la exhacienda que hoy es la normal de Ayotzinapa, desnudaron a decenas de estudiantes para que dieran información del mítico profesor que secuestró al político Rubén Figueroa.

Al no obtener respuestas vino la tunda y sucedieron muchas otras. Culetazos, macanazos, toletazos, gas pimienta y hasta perros amaestrados les han echado encima.

Principalmente desde que este grupo de inconformes descubrió que la manera más eficiente de presionar a las autoridades es la toma de la Autopista del Sol que une a la Ciudad de México con el Puerto de Acapulco, una de las joyas del turismo local y en menor medida internacional.

En 2007 las autoridades estatales detuvieron y encarcelaron a unos 30 estudiantes que bloquearon el Congreso local después de varios bloqueos a la súper avenida y sólo los liberaron cuando sus compañeros amenazaron con explotar unos tanques de gas dentro de recinto que albergaba a los legisladores.

Con detalle lo recuerda el joven Luna, quien se encontraba en los últimos semestres de la carrera (él pertenece a la generación 2003-2007) y ahora viaja por solidaridad en el convoy de protestas rumbo a Chilpancingo, aunque él ya es un profesor titulado.

¿Qué hay que hacer para que Ayotzinapa deje de protestar?

– Sólo dos cosas: que el gobierno permita la ampliación de la matrícula de ingreso de 140 plazas a 170 y que garanticen una plaza de trabajo a todos los egresados.

¿Por qué no lo hacen? El gobierno de Guerrero omitió responder a este diario. Ni a través de la vocería ni del secretariado particular del gobernador; sin embargo, se sabe que oficialmente desde el 2004, los docentes son obligados a un examen de oposición oficial que los avale en conocimientos.

La Coordinadora Estatal de los Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG) considera que se trata de una estrategia silenciosa del Estado para desaparecer a las 17 normales rurales del país –ocho en Guerrero- que se han convertido en una piedra en el zapato en los sitios donde se encuentran en el país.

“A ningún gobierno le gusta ser cuestionado”, señala Minervino Morán, de la Comisión Política de CETEG, quien sostiene en alto el puño, una vez que la marcha ha iniciado entre mantas que exigen juicio político para Aguirre.

La organización de los estudiantes de las normales rurales es una de las más activas en el país y lleva el nombre de Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM).

Su comité central está integrado por estudiantes que durante un año hacen pausa a sus estudios para luchar por sus demandas históricas y otras como las que hoy padece Ayotzinapa: un director que pretende imponer el sindicato, una ración alimenticia incompleta: son 520 alumnos y les envían 300 piezas de pollo ¿quién se queda con el resto?, la destitución de un profesor que no sabe dar clase…

La democratización que buscan es la antítesis del modo de operar de los gobiernos en México, acostumbrados a que una vez en el poder la mayoría de las decisiones que se toman excluyen a la ciudadanía.

En 2009, los estudiantes expulsaron de Ayotzinapa al director Jorge Peralta porque no rendía cuentas del mantenimiento de la escuela y el año pasado fueron a por la carretera porque el sindicato intentó imponer a uno de los suyos a la cabeza de la normal.

También afirman que hay dos profesores que cobran sin trabajar alrededor de 2,200 dólares mensuales y otro que cobra 3,300 por sólo limpiar la cancha de basquetbol dos veces por semana.

“Los maestros que nos están dando clases no son los más capacitados, sino los mejor recomendados”, dice Emilio Alventosa, un muchacho del quinto semestre que es parte del Comité Central de FETCSU que ya se encuentra frente al Palacio de Gobierno.

Entre las consignas se escucha con mayor frecuencia: “Aguirre, maldito, matar es un delito”.

Los normalistas la traen contra el mandatario estatal porque en los videos de la represión del 12 de diciembre se grabó a policías ministeriales a su mando disparando armas largas y porque aunque llegó al poder por una coalición de izquierda, su pasado inmediato es como miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Funcionarios y exfuncionarios priistas del gobierno local fueron señalados por la Secretaría de Educación Pública estatal como dueños de 18 normales privadas que están quitando trabajo a los formados en las públicas: entre estos últimos sólo encuentran trabajo 30 de cada 140 egresados anualmente.

El dueño de estas escuelas que están formando profesores es el actual presidente de Chilpancingo, Héctor Astudillo Flores, según información difundida por SEP en 2007.

“Es absurdo que el Estado esté formando a normalistas que después no encuentran trabajo porque hay mucha competencia y pocas plazas”, lamenta el profesor Luna poco antes de acabar el bloqueo de la entrada al Palacio de Gobierno.

Es la víspera de una visita de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y los chicos se alistan por la noche después de cinco horas de discursos y eventos culturales donde bailaron y tocaron la guitarra.

Por la mañana, decenas de muchachos saldrán con escoba en mano: un ejército de limpiadores que mantiene intactos los sencillos dormitorios, los patios, las canchas de futbol, voleibol y baloncesto y los primorosos jardines. También la granja donde se albergan ocho cerditos y dos becerros.

Así pueden esperar mucho tiempo, una y otra vez cuando sea necesario hacer “la resistencia”. generación tras generación.

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