El horror de la guerra

La matanza de inocentes afganos realizada por un sargento estadounidense es un costo de la guerra. El asesinato de mujeres y niños en medio de la noche es un horror difícil de comprender, pero que debe investigarse el porqué de esta acción.

Este hecho desgraciado se suma a todos los problemas inesperados, desde los soldados orinando sobre muertos iraquíes, los civiles muertos en ataques por aviones teledirigidos hasta la quema del Corán, que dificultan la relación de las tropas de la OTAN con la población y el gobierno afgano. Especialmente en momentos críticos como ahora, que se prepara el retiro de tropas y el fin de esta guerra para los estadounidenses.

Todavía quedan muchas preguntas sin respuesta sobre este último incidente, pero se asoma la posibilidad de que el sospechoso sufra de estrés postraumático (PSDT) al ser un elemento de combate que se ha desplegado tres veces en Irak y una en Afganistán.

Este es un problema que va más allá de la guerra. La Rand Corp. estimó que 20% de los 2.4 millones de soldados que estuvieron en Irak y Afganistán tienen PDST. Los casos de soldados con dificultades de adaptación al regreso de las giras de combate son mayores, como las adicciones, los suicidios y el comportamiento errático que lleva también a la muerte.

Es lamentable que en vez de ayudar a estos soldados, en algunos casos se haga todo lo contrario.

Este es el problema del Centro Médico Madigan del Ejército, que está siendo investigado por supuestamente revertir el diagnóstico de cientos de soldados con PDST para reducir costos.

Madigan se encuentra ubicado cerca de la Base Lewis-McChord en Tacoma, Washington, que habría mandado al campo de batalla a soldados con problemas mentales. De esa base salió el sargento implicado en la reciente matanza, como otro del mismo rango que recientemente fue convicto de matar civiles afganos por deporte.

Se ha visto también un deterioro en la atención de los soldados al hacerse más énfasis en la medicina que a una terapia más comprensiva. Se estima que el tratamiento de un veterano de guerra con PTSD hace un promedio de unos 8,300 dólares el primer año y 4,200 el segundo.

Las vidas humanas perdidas son irremplazables, los cientos de miles de millones de dólares gastados irrecuperables. Por lo menos hay que hacer justicia con los soldados que regresan mentalmente afectados por la guerra y atenderlos por ese mal que contrajeron cumpliendo con su misión. Ellos merecen poder rehacer sus vidas después del horror de la guerra.

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