La bancarrota es cosa de todos

Un reporte demostró que 1.33% de todas los casos de insolvencia en el país en el 2010, correspondieron a jóvenes entre los 18 y 24 años.

Propietarios de viviendas hipotecadas asisten a un evento para evitar el embargo de sus hogares.

Propietarios de viviendas hipotecadas asisten a un evento para evitar el embargo de sus hogares. Crédito: Aurelia Ventura / La Opinion

STOCKTON.- La bancarrota no es sólo una cosa de grandes. Un reporte demostró que 1.33% de todas los casos de insolvencia en el país en el 2010, correspondieron a jóvenes entre los 18 y 24 años.

Basta con ver la historia de Erick Hernández, un joven de 19 años, residente de esta ciudad, a quien cuando le faltaban meses para cumplir los 17 años solicitó a la corte ampararse bajo la bancarrota por una deuda de 40,000 dólares contraída al comprar un auto modelo Chrysler 300 y joyas que ya no pudo pagar.

Hoy en día Hernández estudia para ser agente de narcóticos en Delta College y trabaja en un restaurante. No quiere hablar del tema y sólo atina a decir: “Me siento muy triste porque al haberme ido a la bancarrota y no poder pagar las deudas que tenía con Bank of America y Financial Credit Union, me dañé el crédito por diez años”, anota.

De acuerdo al Reporte Anual Demógrafico de Bancarrota del Consumidor revelado en septiembre pasado por el Instituto de Alfabetización Financiera 1.33% de las 1,561,008 personas que se fueron a la bancarrota en 2010, fueron jóvenes entre los 18 a 24 años.

“La Gran Recesión ha tenido un impacto dramático en los casos de bancarrota de los consumidores”, señala Leslie E. Linfield, directora ejecutivo y fundador del Instituto de Alfabetización Financiera.

Magdalena Reyes Bordeaux, especialista en bancarrotas y jefa de abogados de la agencia Public Counsel con sede en Los Ángeles, dice que es muy poco usual ver que menores de 18 años se vayan a la bancarrota.

Precisa que el 3% de estos casos que ellos atienden corresponden a personas de 18 a 25 años.

Las principales causas para la insolvencia juvenil son los préstamos estudiantiles y deudas por tarjetas de crédito.

Y aunque la bancarrota salva de enormes deudas, también tiene su precio.

“Las repercusiones de irse a la bancarrota son múltiples, entre ellas, el daño al crédito por diez años, lo que en la práctica significa que en ese lapso tienen que obtener crédito a tasas muy altas o incluso pueden ser rechazados”, señala Reyes Bordeaux.

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