Jalid Sheij Mohamed, el frío y calculador cerebro del 9/11

Ahora se enfrenta a la posible pena de muerte en cárcel de Guantánamo

Jalid Sheij Mohamed, supuesto cerebro tras los ataques de 9/11, después de su captura  en Pakistán.

Jalid Sheij Mohamed, supuesto cerebro tras los ataques de 9/11, después de su captura en Pakistán. Crédito: PA

BASE NAVAL DE GUANTáNAMO (EFE).- Jalid Sheij Mohamed, el cerebro “de la A a la Z” del 9/11 que ahora se enfrenta a la posible pena de muerte en Guantánamo, es un seguidor fiel y calculador del extremismo islamista, obsesionado con su guerra contra Estados Unidos.

La historia de Sheij Mohamed, de 47 años, paquistaní criado en Kuwait, corre en paralelo con el surgimiento de los movimientos extremistas en Oriente Medio desde finales del siglo XX hasta la fatídica fecha del 11 de septiembre de 2001.

De familia acomodada, completó su educación universitaria en Estados Unidos, país al que no acabó por adaptarse y en el que siguió cultivando sus vínculos e ideas sobre su “yihad”.

Sheij Mohamed se ha definido a sí mismo y a sus camaradas como “chacales nocturnos” implicados en una guerra contra EEUU, en la que “el lenguaje es la muerte”, y en la que las víctimas civiles son un precio necesario a pagar.

Desde sus primeros contactos con los muyahidines en Afganistán, que luchaban con los últimos coletazos contra la invasión soviética, la idea del dirigente terrorista era golpear los símbolos del poder político, económico y militar de Estados Unidos.

Oculto tras su fachada de funcionario, técnico e intelectual inofensivo, comenzó a dar forma a sus ideas con un papel secundario en el atentado con furgoneta bomba del World Trace Center de Nueva York en 1993.

Sus primeras contribuciones a la causa extremista se limitaron a facilitar la financiación de operaciones, aunque en 1994 decidió trasladarse a Filipinas para tejer un plan considerado el precursor del 9/11.

Aquel proyecto de derribar en pleno vuelo varios aviones de pasajeros sucumbió por falta de preparación, pero sirvió a Sheij Mohamed para preparar años después el mayor atentado de la historia de Estados Unidos.

A finales de los 90, en plena guerra afgana entre la Alianza del Norte y los talibanes, Sheij Mohamed comenzó a estrechar lazos con Osama bin Laden y Al Qaeda, convencido de la capacidad de la organización tras el atentado contra la embajada estadounidense en Nairobi en 1998.

Sheij Mohamed, que tras ser capturado en Pakistán en 2003, se enfrenta ahora a la pena de muerte, confesó en una comparecencia en Guantánamo en 2007 que su plan era “elegir objetivos militares, económicos y políticos”. Y nada mejor que Nueva York y Washington.

“No me gusta matar gente. Lamento los niños muertos en 9/11. Pero qué puedo hacer, ese es el lenguaje de la guerra”, dijo en esa declaración, en la que también confesó haber decapitado al periodista Daniel Pearl en Pakistán en 2002.

Desde su captura, la pista del terrorista se pierde en un periplo por cárceles clandestinas en Polonia y Oriente Medio, una red secreta establecida por el Gobierno de George W. Bush con la complicidad de países aliados.

Ahora se sabe que fue sometido a duras sesiones de interrogatorios en los que se le aplicó el “ahogamiento simulado” hasta 183 veces y durante los que fue privado de sueño hasta 180 horas seguidas.

En septiembre de 2006, Sheij Mohamed reaparece en la prisión de Guantánamo (Cuba), donde ha pasado los últimos años en celdas de máxima seguridad con el sello de recluso de alto valor y la condena a muerte sobre su cabeza.

En enero de 2009, con la llega de Barack Obama a la presidencia, los días del limbo legal de Guantánamo parecían contados y a finales de ese año se citó a Sheij Mohamed a un proceso judicial en un tribunal civil en Nueva York, una ciudad traumatizada por el 9/11.

El secretario de Justicia de EEUU, Eric Holder, tuvo que rectificar por el escándalo que suponía trasladar al cerebro de los atentados a la ciudad, además de los problemas de seguridad que la presencia del terrorista supondría.

Finalmente, la Administración Obama tuvo que digerir los hechos consumados de la prisión y las comisiones militares de Guantánamo y reformular el caso de Sheij Mohamed, que a partir de ahora se enfrenta a un juicio castrense que le puede acarrear la pena capital.

Su proceso, junto con otros cuatro sospechosos vinculados al 9/11, promete ser largo y lleno de dificultades por el hecho de que muchos testimonios se obtuvieron bajo tortura, su defensa no puede operar con normalidad y hay muchos asuntos que son de “máximo secreto”.

Pese a todo, este histórico juicio promete revelar detalles de la oscura y compleja red de Al Qaeda y los oscuros años de la lucha contra el terrorismo islámico.

Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain