Último adiós a un icono salvadoreño

Murió el pintor Miguel Angel Polanco

Hernán García abraza a sus hijos tras su llegada a su hogar,  localizado  en  La Unión, El Salvador.

Hernán García abraza a sus hijos tras su llegada a su hogar, localizado en La Unión, El Salvador. Crédito: J. Emilio Flores / La Opinión

SAN SALVADOR, El Salvador (Notimex).- El pintor salvadoreño Miguel Ángel Polanco falleció a los 71 años de edad provocando tristeza entre el sector intelectual del país.

En un comunicado la Dirección Nacional de Formación de Artes confirmó la muerte del artista plástico, aunque aún se desconocen los detalles del fatal desenlace.

Los restos de Polanco serían velados a partir de ayer en la funeraria de La fuerza Armada en esta capital, luego el cuerpo será trasladado hoy a la residencia de la familia en Tonacatepeque, al norte de la capital.

El autor será sepultado el jueves en Tonacatepeque, de donde es originario quien supo plasmar en su obra la idiosincrasia de su cultura y su pueblo.

El artista pintaba paisajes rurales, a las familias que migran, a las mujeres, vendedores, y a la gente en general, común y corriente.

Tras el conflicto armado que vivió el país entre 1080-2991, se exilió en Canadá y México. Al regresar a El Salvador, el artista dirigió importantes instituciones y fue coordinador de artes visuales del Centro Nacional de Artes (CENAR) entre 2010-2011; sin embargo, a partir de este año, se dedicó más a la docencia.

Polanco fue alumno del maestro español Valero Lecha, cuya influencia en su obra es evidente.

El director del Museo de Arte (Marte), Roberto Galicia, quien lamentó la muerte del pintor, dijo que Polanco plasmó lo cotidiano en sus obras.

Polanco, además de exponer en El Salvador, llevó sus obras a Italia, Estados Unidos, Suiza, México, España, Canadá y Panamá, entre otros países.

En palabras del poeta André Cruchaga, el artista fue un “discípulo del viento, del agua, del silencio, de la tierra”.

Apasionado en la esperanza; nunca se apaga el verde de sus destellos ni la rama azul del sueño, ni las hormigas de sus recuerdos, ni los amarillos de su sombra que a la par se vuelven nidos entrañables.

“Su estrella lo ha llevado a recorrer el mundo, la geografía del suelo, y en ese tránsito de presencias y ausencias, las manos y sus ojos fueron desvelando humedecidas pieles, pero también ardidos vientos de tormenta”, describió Cruchaga en un blog.

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