Ejercicio les ayuda a ver más allá de quemaduras en la piel

Varias adolescentes aprenden a enfrentar sus problema en retir

CORONA.- En la habitación resuenan los terribles apodos que han acosado a las adolescentes durante años: Cangrejo crujiente. Tostada quemada. Piel de serpiente. Hija de Freddy Krueger. Mutante. Cara Cortada.

Por primera vez, son las mismas víctimas de quemaduras las que gritan los apodos.

El ejercicio es emocionalmente terrible, pero también es algo que empodera a estas chicas, que han venido desde distintas partes del mundo para asistir a Caras de Ángeles, un retiro anual al este de Los Ángeles. Algunas sufrieron las lesiones cuando eran bebés, otras llegan apenas unos meses después de un accidente devastador. Varias muchachas perdieron a su padre, madre o hermanos en una catástrofe que las desfiguró.

El programa utiliza apoyo psicológico en grupo, representación de roles y terapia artística para sanar cicatrices y enseña estrategias para enfrentar las inacabables bromas, miradas fijas y preguntas curiosas. El lado más suave del retiro mejora la imagen corporal con masajes, faciales, peinados y maquillajes de una cosmetóloga profesional que enseña a las chicas a usar maquillaje especial para minimizar las cicatrices.

En el caso de la participante Angela Brady, el daño emocional y físico es profundo. La chica de 18 años de Rockford, Ill., sufrió quemaduras graves a los 3 años cuando su hermano pequeño prendió fuego las cortinas mientras su madre estaba inconsciente debido a una sobredosis de droga.

Una chica menuda se esconde detrás de los mechones de una peluca larga de color café que sustituye su cabello, y rechaza el maquillaje que podría redefinir las cejas que le faltan. Una gruesa cicatriz cubre la parte superior de la cara. Ha pasado por más de 60 cirugías reconstructivas, incluyendo una en la que se usó una de sus costillas para sustituir el hueso de la frente.

“Solo tengo una foto que es de cuando era recién nacida en la que no tengo ninguna quemadura. A veces la miro y pienso en cómo podría haber sido pero no me gusta pensar en eso, porque no hay nada que pueda hacer y no lo puedo cambiar”, dijo Brady, que fue alejada de su madre biológica y adoptada a los 3 años.

“Después de estar aquí, me di cuenta de que solo unas pocas personas son elegidas para esta experiencia, y yo fui una de ellas”, dijo.

La fundadora Lesia Cartelli creó Caras de Ángeles después de estar a cargo de un “campamento para quemados” más tradicional en San Diego durante años. El campamento se concentraba en la diversión, sin llegar al trauma detrás de las cicatrices. Cartelli también se sentía frustrada con la autocompasión que hacía que las participantes se vieran a sí mismas como víctimas de las quemaduras y nada más.

“Un día vi pasar a tres chicas adolescentes caminando y pensé, ‘Estoy fallando’”, recuerda Cartelli. “Iban a volver a sus casas al día siguiente y el lunes, esas tres chicas iban a volver a la escuela, al rechazo, a las miradas curiosas, a las preguntas indeseadas. Necesitaban saber, ‘¿Cómo puedo responder a alguien que me está mirando fijamente? ¿Cómo voy a recuperar mi autoestima o a empezar a tener autoestima?”.

Cartelli ofrece el programa de una semana a menos de dos docenas de chicas una vez al año. Deben completar una solicitud de 14 páginas y actividades de recaudación de fondos y donaciones cubren los 3,500 dólares que cuesta traerlas al retiro spa en Corona, aproximadamente a una hora de Los Ángeles. Las participantes pueden asistir por hasta tres años y muchas regresan a trabajar como voluntarias después de cumplir 20 años.

El programa, ahora en su noveno año, atrae adolescentes de todo el país y de lugares tan lejanos como México e Inglaterra. La mayoría han pasado meses en el hospital y sufrido docenas de cirugías, pero nunca se han abierto para hablar sobre sus lesiones o han hablado sobre lo que sucedió.

“Dedicamos los primeros dos días a realmente profundizar en el trauma. ¿Cómo sucedió? ¿Dónde sucedió? ¿Qué pasó? ¿Quién estaba allí? ¿A quién tienes que perdonar? ¿Es a ti misma?”, dijo Cartelli. “Nadie hizo estas preguntas en un ambiente cariñoso. Es difícil. Es difícil para nosotros observarlo y es difícil para las chicas”.

Durante un ejercicio de representación de roles, Rosa Carrier luchó para responder a un voluntario que representaba el rol de un extraño que hacía preguntas insistentes sobre las lesiones sufridas en un incendio durante la infancia.

La chica de 16 años de Briston, Tenn., usa una chaqueta de manga larga incluso cuando hace calor para esconder las cicatrices de los brazos. Cartelli la animó a dar detalles de su accidente para que no pareciera una víctima y para convertir las bromas del extraño en compasión.

“¿Ves que al cambiar el lenguaje, sientes compasión hacia esa niña? ¿Esa niña que eras tú, que se quemó en un incendio en la casa?”, preguntó Cartelli, después de que la chica terminó, señalando con su dedo el corazón de la adolescente. De repente, Carrier se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar en el hombro de Cartelli.

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